¡Máscaras! ¡Oh máscaras!
Máscara negra, máscara roja,
máscaras blanquinegras.
Máscaras de todo horizonte
de donde sopla el Espíritu,
os saludo en silencio.
Y no a ti el último Antepasado
de cabeza de León.
Guardáis este lugar prohibido
a toda sonrisa de mujer,
a toda sonrisa que se marchita.
Destiláis ese aire de eternidad
en el que respiro el aliento de mis Padres.
Máscaras de rostros sin máscara, despojados de todo hoyuelo y de toda arruga,
que habéis compuesto este retrato,
este rostro mío inclinado sobre el altar de blanco papel.
A vuestra imagen, ¡escuchadme!
Ya se muere el África de los imperios,
es la agonía de una princesa deplorable…
Nos llaman los hombres del algodón,
del café, del aceite,
nos llaman los hombres de la muerte.
Somos los hombres de la danza,
cuyos pies recobran fuerza… Léopold Sedar Senghor.
Continuamos con la segunda parte de la interesantísima conferencia de los profesores de la Universidad Federal de Bahía, Joseania Miranda Freitas y Marcelo Nascimento Bernardo da Cunha titulado: “MEMORIAS AFRO-DIASPÓRICAS EN DIFERENTES TERRITORIOS CARIBEÑOS Y LATINOAMERICANOS EN LAS PERSPECTIVAS DE MANUEL RAIMUNDO QUERINO Y MANUEL ZAPATA OLIVELLA”.
Abordaremos ahora la segunda parte que trata sobre la obra del colombiano Manuel Zapata Olivella, nacido en Córdoba en 1920 y fallecido en Bogotá en 2004. Médico y antropólogo de profesión, fue sin embargo su labor literaria la que lo hizo trascender. Su labor académica fue fructífera, tanto que entre los años 1968-69 fue el primer profesor visitante de la Cátedra América Latina del Programa de estudios latinoamericanos de la Universidad de Toronto-Canadá. Fue vicepresidente, en 1983, del III Congreso de la Cultura Negra de las Américas, en Sao Paulo.
Como puede evidenciarse, su vida y su obra se centraron “en la defensa de las memorias indígenas y africanas de la diáspora forzada de los esclavizados en América Latina y el Caribe.”
Los autores analizan la tercera parte de la obra “Las claves mágicas de América-Creatividad del Negro bajo la Opresión, (1ª edición 1989, 2ª edición 1999)”. Aseguran que la escritura del libro fue influenciada por la obra Los condenados de la tierra, de Frantz Fanon, que había sido publicado en 1961, y que hablaba acerca de la alienación que se producía en la mentalidad del pueblo colonizado.
El intelectual colombiano, dicen los profesores universitarios de Brasil, aseguraba que a los africanos en ese designio que les tocó vivir: la esclavitud, solo les restaban sus cuerpos para preservar sus memorias; cuerpos que estaban cargados de múltiples elementos espirituales tan firmes, que la trata esclava no podía borrar. En palabras del propio Zapata Olivella:
“[…] nexos con los Ancestros”, logrando utilizarse de “[…] los poderes mágicos ligados a los cantos, danzas, fórmulas secretas, influjos sobrenaturales, tabúes, fuerzas magnéticas, etc. […]”. Una vez que la muerte era “[…] el nudo esencial que liga al hombre a sus antepasados… Con la perspectiva de comprender las formas cómo los africanos reaccionaron “[… instintivamente ante el terror, el dolor, la flagelación y la prisión […]”
En esta parte del libro, dicen los autores del ensayo, Zapata Olivella, presenta varios tópicos de análisis: Pensamiento religioso y sociedad africana; La defensa de la vida; Mecanismos psicorreligiosos de defensa; Puentes de contacto entre el Cristianismo y las religiones africanas; Antinomias y recreación culturales; Los ritos de muerte y la música negra y Las religiones libertadoras.
Sobre la situación histórica Zapata Olivella establece doce puntos de reflexión, los cuales son ampliados con abundantes datos estadísticos, políticos y económicos. Buscaba comprobar con esta revisión histórica, “[…] que el negro africano debió afrontar, contra su voluntad, la mayor empresa de transformación cultural realizada por pueblo alguno en la historia.”
En relación al pensamiento religioso y la sociedad africana, el escritor no duda en defender que las estructuras sociales africanas están basadas en el pensamiento religioso, es decir, defiende, al igual que Querino, que la cosmovisión africana, sustentada principalmente en un fuerte sentido religioso, fueron elementos determinantes para la preservación de su identidad como pueblo. En palabras de Zapata Olivella: Lo que asombra, comprobada la pujante vitalidad del negro en América es cómo esa religiosidad pudo permitir la supervivencia en las precarias situaciones de esclavitud. […]”.[1]
Referente a la defensa y conservación de la vida, el poeta y pensador colombiano afirmaba que los esclavos no tenían más remedio que: 1. Pelear por la vida hasta la muerte. 2. Si ya eres prisionero, preservarla a ultranza y 3.
Buscar la manera de huir. Decía que la huida se había convertido en obsesión, y constituyó, sin duda alguna, una forma práctica de conservar la vida. Afirmaba que luchar se había convertido en el verbo principal de los negros esclavos de la América colonial.
Los mecanismos psicorreligiosos de defensa estaban contenidos, sin duda alguna, en la religiosidad, los cuales además de constituir elementos claves para la preservación de las identidades, les permitió tener a los esclavos una espiritualidad única que les permitía preservarse física y mentalmente de los vejámenes recibidos.
Zapata Olivella clamaba permanentemente con una frase: ¡La esclavitud no debe ser olvidada! Decía que: “[…] el negro debió fabricar su propia brújula, improvisándola a partir de su dolor, de su memoria ancestral, de su poder creador. Fue lo que hizo con su filosofía, sus mitos y experiencias.”
Los autores del interesantísimo ensayo, mucho más amplio y profundo de lo que hemos podido presentar en estas dos entregas, concluyen diciendo que estos dos intelectuales afro-latinoamericanos, Manuel Raimundo Querino y Manuel Zapata Olivella, cada uno nacido en sus distintos tiempos y territorios, supieron legar importantes planteamientos para comprender mejor la herencia africana. Finalizo esta entrega con las conclusiones del ensayo:
En los períodos vividos por los dos intelectuales predominaban perspectivas históricas que defendían que la colonización era resultante de los europeos, decían que indios y negros habían perdido sus lazos culturales al adaptarse, llegando al punto de que los estudiosos utilizaron el término aculturados para explicar que un grupo, menos desarrollado, asimiló los rasgos culturales del otro, más desarrollado. En esta perspectiva los planteamientos de Zapata Olivella y de Manuel Querino son muy importantes, pues desmitificaron conceptos hegemónicos….
Manuel Querino, en su texto O Africano como Colonizador, afirma que no hay cómo escribir la historia de Brasil sin valorar positivamente la contribución del negro, destacando la participación del negro en todas las tareas y áreas, como siendo:
[…] el brazo propulsor del desarrollo […], en la cultura intelectual y en las grandes obras materiales, pues que, sin el dinero, que a todo mueve, no existirían educadores ni educandos: fenecerían las aspiraciones más brillantes, se disiparían las tentativas más valiosas. Fue con el producto de su labor que los ricos amos pudieron mandar sus hijos a las universidades europeas, y después a las facultades del país […].
Ambos intelectuales trabajaron para verificar y comprobar que para el africano, más que supervivir a la trata fue preciso crear nuevas maneras de vivir y adaptarse a los duros días de trabajo, sin perder sus lazos con los ancestros y creencias. Acuciosos, los africanos esclavizados, con mucho ingenio, inventaron y lograron jugar un papel de doble funcionalidad… De esta dualidad surgieron las principales construcciones de la cultura que identifican los pueblos afro-latinoamericanos y además, se puede decir que la América se negreó, en las palabras de Zapata Olivella:
“América se negreó con los africanos, no por su piel negra, sino por su rebeldía, sus luchas antiesclavistas, su unión con el indio para combatir al opresor, por sus tambores y orichas guerreros, por sus pregones, por su músculo, por su inquebrantable optimismo de pueblo vencedor.”
Interesante, ¿cierto? Espero que les haya gustado tanto como a mí.