Hay veces que aunque nos sobran razones nos faltan palabras. Sabemos qué decir pero no como hacerlo ni como lo tomarán. Es allí donde la inseguridad llena la copa craneal y evapora las fuentes del corazón. También sucede con el silencio de Dios, que ocurre cuando estamos demasiado llenos de nosotros mismos como para entender su voluntad y viene la pausa.
En el caso de Dios una pausa es el intervalo entre una oración y una promesa, porque Él siempre responde. En nuestro caso solo una explicación o una excusa preservará relaciones sanas. Sin palabras oportunas habrá sentimientos fiscalizadores, ruidosos juicios donde el pasado testificará, la defensa será tu nivel de amor y el juez tu madurez. Ve a la segura, habla, es mejor una relación débil que una rota.