¿Gorrión o fiera?

Desde el pináculo de la sección Ana Santana, entre el pueblito de Boyá y el cruce de Boronga, en Monte Plata, el verde pasto de la pradera se pierde en la distancia de un despeñadero que al fondo culmina en una hacienda, cuyo d

Desde el pináculo de la sección Ana Santana, entre el pueblito de Boyá y el cruce de Boronga, en Monte Plata, el verde pasto de la pradera se pierde en la distancia de un despeñadero que al fondo culmina en una hacienda, cuyo dueño -esquivo hasta de su sombra- se mueve con el sigilo de un hombre que teme que un ataque de sus enemigos culmine en cualquier momento con su tortuosa existencia.Contiguo al entramado de la lechería y al margen de la rutina de los peones, un tropel de espalderos no se fía siquiera de la aparente quietud del entorno, porque toman muy en serio el encargo de la seguridad de un patrón que por dondequiera  que se desplaza lo hace en una yipeta blindada.

Es Winston Rizik Rodríguez, alias “El Gallero” por su afición a las lidias de gallos, oriundo de Nagua y quien emigró en 1990 a  Puerto Rico, desde donde huyó años después de fugarse de una cárcel militar (open clinic) luego de una primera acusación y posterior condena por narcotráfico.

A partir de entonces la vida de Rizik Rodríguez ha transcurrido entre sobresaltos, atentados y acusaciones de narcotráfico y de un rosario de asesinatos, aunque en cada caso se ha cubierto bajo el manto protector de no se sabe qué ángel de la guarda o hada madrina.

Sólo así se explica que haya sobrevivido a varios atentados de sicarios, el último de los cuales se produjo el 18 de febrero de 2010, en la intersección de las avenidas Italia y Correa y Cidrón, en el sector de Honduras. De 26 disparos, apenas uno lo alcanzó en el antebrazo derecho.

Pero Rizik Rodríguez no sólo se le impone a la muerte. En septiembre de 1999, Hiroíto Reyes, a la sazón juez-presidente de la otrora Séptima Cámara Penal, lo condenó a once años de prisión, al encontrarlo culpable de un cargamento de 1,316 kilos de cocaína, en un expediente donde resultaron encartados varios individuos más, entre ellos Ramón Antonio Puente, alias “Toño Leña”, quien aguarda un juicio de extradición.

“El Gallero” recurrió la sentencia y en un juicio transferido a la Corte de Apelación de San Cristóbal, no se sabe por cuáles motivos, logró ser descargado por insuficiencia de pruebas, como también fue beneficiario de una sentencia de la Suprema Corte de Justicia que denegó el 25 de febrero de 2009 el pedido de extradición a Puerto Rico, hecho por  la embajada de los Estados Unidos.

Secuencia de hechos

Pedro Duarte Canaán, su abogado y decano de la Escuela de Derecho de la Universidad del Caribe, recuerda que en el 2010 un ingeniero fue asesinado en el sector La Castellana cuando la víctima fue confundida con Rizik.

Este susto, sin embargo, lo obligó a asumir un bajo perfil, y en los meses siguientes sólo se le veía en su finca de Boyá o con sus cinco mil gallos que tiene en Canastica, San Cristóbal, en compañía  de su trabero, el ex-coronel Moncho Henríquez, temible jefe del desaparecido Servicio Secreto de la Policía durante la administración de doce años (1966-1978) del fenecido presidente Joaquín Balaguer.

El 19 de septiembre de 2009, Rizik Rodríguez volvió a ser objeto de una investigación criminal: se le vinculó al asesinato de Vladimir Paulino Consuegra y Marcos Dougas Figueroa, ambos de 21 años, cuyos cadáveres fueron hallados decapitados, quemados y sin extremidades en Nizao y Palenque, un hecho que fue relacionado con un triple “tumbe” de 3.5 kilos de cocaína.

En un primer expediente sobre el caso, el nombre de Rizik fue el radio de las investigaciones. En esa ocasión, un coronel y un mayor de la Policía Nacional fueron puestos en retiro por complicidad con el trasiego de la droga sustraída que las investigaciones posteriores establecieron que fue la causa del doble asesinato, aunque inexplicablemente a los dos oficiales nunca se les procesó, ni por narcotráfico ni por el descuartizamiento. Tampoco sus interrogatorios figuran en el expediente.

Nueve meses después, el 21 de mayo de 2010, Rizik fue sindicado sospechoso del asesinato de Carlos Sánchez Silvestre y Amador Cabrera Sánchez, en una gallera de Higüey.Su abogado presentó en su defensa un vídeo donde su cliente aparece ese día, desde las dos de la tarde hasta las diez de la noche, sentado en la butaca número 6 del coliseo gallístico Bonetti Burgos, situado en la avenida Luperón.

Decisión favorable

El imputado logró salir libre, por insuficiencia de pruebas, en un juicio de medidas de coerción donde la jueza Janet Altagracia de Jesús, de la Oficina Permanente de Higüey, dispuso, “in voce”, que Rizik fuera puesto en libertad y liberado del trámite de retornar a la cárcel. En efecto, Rizik salió del tribunal directo a Santo Domingo, en una caravana de cinco yipetas, en cuatro de las cuales se montó en puntos específicos del trayecto para evadir un atentado, una precaución sugerida por su seguridad personal, porque su yipeta blindada fue retenida por la Policía, a raíz de su última detención.

Es posible que la cadena de episodios de esta madeja criminosa de una vida accidentada aún no llegue a su fin y que falten otros capítulos. Sin embargo, este hombre, descendiente de una familia dedicada a la producción arrocera y de cacao en la provincia María Trinidad Sánchez, es un enigma desde cualquier ángulo que se le mire.

De su poder y riqueza no son ajenos sus enemigos, como tampoco de la capacidad que tiene de hacer amigos para cubrirse, con gruesa coraza. de las adversidades.

Protagonistas

Pedro Duarte Canaán

No sólo es el abogado de un cliente que en ocasiones le hace tirarse de la cama, sino que cree que a Rizik “se le acusa fácilmente, pero nadie prueba la imputación”.

Winston Rizik Rodríguez

La primera vez que se vio envuelto en un expediente fue cuando se fugó de una cárcel de Puerto Rico. Luego, un caso sucede al otro.

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