El 26 de enero de cada año el calendario nacional se tiñe de rojo porque con gran entusiasmo celebramos el natalicio del Padre de la Patria, General Juan Pablo Duarte, cuyo bicentenario de su nacimiento acaba de celebrar jubilosamente el pueblo dominicano, pues nació el 26 de enero de 1813 y murió en Venezuela el 15 de febrero de 1876 y bautizado en la Iglesia de Santa Bárbara, próximo a su residencia.
Los datos ofrecidos por su hermana Rosa Duarte dicen que siendo niño su madre le enseñaba el abecedario y la señora de Montilla, íntima amiga de su madre, quiso ser la que le enseñara a leer. Su madre aceptó el amistoso ofrecimiento y con esta señora a la edad de seis años sabía leer, y de memoria recitaba el catecismo.
Con esta precocidad comenzó a perfilarse la personalidad de Duarte, en una sociedad afectada por el decadentismo del imperio colonial español, en las primeras décadas del siglo XIX, donde las corrientes del liberalismo político que dio origen a la Revolución Francesa comenzaba a dar sus frutos con la Constitución de Cádiz de 1810-1812, y con “los movimientos de soberanías que se sentían en la América Española y que en la parte del Este de nuestra isla se materializa con la llamada Independencia Efímera del Dr. José Núñez de Cáceres en 1821.
El joven Duarte tuvo noticias de estas primeras manifestaciones, sin embargo, el hecho político que mayor impacto le produjo fue la invasión del Presidente haitiano Boyer en 1822, y que se prolongó hasta 1844.
Con solo nueve años Duarte presenció con dos meses de diferencia, dos cambios importantes en la parte Este de la isla, como fueron la independencia efímera de 1821 y la invasión haitiana que se produjo el 09 de febrero de 1822.
Ante esta situación, su padre decidió enviarlo a Europa en viaje de estudios, radicándose en Barcelona, luego de pasar por Estados Unidos, Inglaterra y Francia donde pudo apreciar los cambios políticos que se producían en esos países que lo impresionaron notablemente.
Su prolongada estancia en la ciudad Condal la aprovechó para estudiar idiomas y así conocer los cambios políticos que se producían en Europa. Por eso, al regresar en 1832 se le preguntó lo que más le había gustado en esos viajes y respondió los fueros y libertades de Barcelona, fueros y libertades que espero demos nosotros un día a nuestra Patria lo que significaba que ya había concebido la decisión de liberar su patria, lo que se deja entrever en el Juramento Trinitario del 16 de julio de 1878, lo que puede considerarse como el acta de nacimiento del país bajo el lema sacrosanto de Dios, Patria y Libertad.
Este juramento patriótico tuvo efecto el 11 de julio de 1838 en la casa de doña Josefa Pérez, madre de algunos de los juramentados.
Este grupo los aglutinó Duarte en las reuniones que hacía en el almacén de su padre, reuniones que pueden considerarse de carácter revolucionario, no solamente instruyéndolos, sino que también les presentaba sus libros, que tanto amaba, según refiere su hermana Rosa.
Además de ser Duarte un político revolucionario, también fue un poeta de factura romántica.
El Juramento Trinitario fue un compromiso sagrado que sus socios se comprometieron defender, pero además, se comprometieron, en una espiral de tres más tres, difundirlo en todo el país, hasta lograr la expulsión de los haitianos.
El liderazgo de Juan Pablo Duarte se mantuvo inalterable hasta 1843 cuando debió abandonar el país para evadir la persecución del Presidente Charles Herard, lo que le impidió estar presente la noche de la proclamación de la República en la Puerta del Conde, después del célebre trabucazo de Mella en la Puerta de la Misericordia.
Duarte regresa al país junto a otros Trinitarios el 14 de marzo en la Goleta Leonor, siendo recibido con grandes demostraciones de júbilo y por el Arzobispo Portes, quien lo saluda con esta frase lapidaria “Salve Padre de la Patria”.
Luego se traslada a la Plaza de Armas donde el pueblo lo proclamó General en Jefe de los Ejércitos de la República, siendo posteriormente designado por la Junta Central Gubernativa como “General de Brigada”.
No puedo dejar de expresar mi gran alegría cuando el domingo 26 asistí a la
misa dominical en la Parroquia Claret, localizada al final de la Avenida Winston Churchill de la capital, cuando por disposición del sacerdote celebrante, se exaltaron las virtudes del Padre de la Patria y se entonó el himno a Duarte de la autoría del gran educador dominicano Ramón Emilio Jiménez.
Al finalizar la misa entonamos con todo fervor patriótico el himno nacional dominicano. Gloria y admiración a Duarte quien a cambio de nada y grandes sacrificios nos dio la nacionalidad dominicana. l