Hermanas Mirabal.- En una apartada comunidad rural de la provincia Hermanas Mirabal, tres parientes de una familia padecen de una enfermedad que los mantiene en silla de ruedas.No quisiera estar aquí sentada todo el día, no puedo salir a ningún lado”, dice entre lágrimas Zuleica Pérez Jiménez de 23 de años, quien a sus 12 años perdió la motricidad en las extremidades inferiores, que la llevó a sentarse en una silla de ruedas y no ha podido separarse de ella.
Pero no es solo su caso, también dos de sus hermanos están en la misma situación, y su padre Juan Francisco Pérez hace un año sufrió una trombosis que también lo ha dejado incapacitado.
Residen en una humilde casita de madera en la comunidad rural la Lagunita en Monte Llano, provincia Hermanas Mirabal. Doña Paulina Jiménez conocida como Altagracia, es la cabeza del hogar, y la única que puede caminar. No trabaja y vive de la caridad que le brindan los vecinos del lugar para dar de comer a su familia.
“Es una desviación en la columna que tienen los tres, y luego ahí van perdiendo las fuerzas, hasta que caen al suelo y no se pueden parar y ni pueden hacer nada”, afirma Paulina, que hasta el momento desconoce las causas reales de la enfermedad de sus hijos, porque hace más de 10 años que no los lleva a recibir atenciones médicas porque carece de los recursos para salir de la loma a la ciudad y costear el tratamiento.
Lidia y Argelio tejen esperanzas en sus sillas de ruedas, ambos esperan que algún día el sueño de caminar se haga realidad. Argelio fue estudiante honorífico en matemáticas, dejó los estudios en el tercero del bachillerato porque no podía seguir debido a que de su casa a la escuela pública le toma tres horas, y es que el vecino más cercano a su vivienda queda a diez minutos a pie.
“Yo siempre tuve el sueño de llegar a algo, y sigo teniendo el sueño, porque algún día… Dios es grande”, enfatizó Argelio, quien desea ser ingeniero en el futuro.
Mientras, cuando doña Altagracia tiene que salir a hacer alguna diligencia, la vida para los cuatro minusválidos se hace difícil. “Difícil, muy difícil porque usted sabe lo triste que es cuando mi mamá sale, que me da sed que no hallo una gente que me dé un vaso de agua, es muy triste”, comenta Lidia, la mayor de los hermanos.