La escuela de Uvilla funciona en medio de grandes precariedades en medio de una delincuencia que ha cargado con butacas, inversores, paneles y hasta con las baterías.La inseguridad del plantel se remonta a 1988, cuando las inundaciones provocadas por el ciclón Georges derrumbaron la verja metálica.
Los laboratorios de Informática y Ciencias Naturales hace años que no funcionan porque carecen de instrumentos y computadoras.
Debido a la falta de vigilancia los ladrones cargaron con la bomba de agua, el panel, el inversor, las baterías y una gran parte de las butacas.
A la hora del recreo, en el patio, los estudiantes juegan béisbol con una pelota de goma y un palo como bate. Es lo único de que disponen para practicar deporte.
El plantel Esther Ramírez, donde también opera el liceo Gastón Fernando Deligne, carece de un guardián “porque la persona que está nombrada está para pensión” y por más que se ha solicitado su sustituto el Ministerio de Educación ha hecho caso omiso.
A este inventario de males se agregan la situación de deterioro de los baños y el desastre del sistema completo de plomería.
Y, para colmo de males, el centro educativo también carece de mantenimiento “porque las conserjes no se apean de las guaguas para hacer campaña” al candidato oficialista, una manera de pagar el favor del nombramiento.
“Las conserjes no respetan a los directores del plantel cuando les llamamos la atención sobre sus inasistencias. Tampoco sabemos si el director del distrito escolar, Bruno Matos, canaliza las denuncias de las deficiencias con que funciona el centro educativo”, se queja la profesora Ilania Concepción, subdirectora del recinto escolar.
La profesora Dania Rodríguez advierte sobre el peligro de contaminación del espacio docente cuando se producen las inundaciones debido a las osamentas del cementerio ubicado al lado del plantel.
“Como es un área totalmente desprotegida, los delincuentes actúan impunemente. Tampoco podemos dar protección a los alumnos cuando alguien intentan agredirlos. Los otros días nos sacaron del aula, un estudiante para agredirlo y los profesores tuvimos que quedarnos con los brazos cruzados”, deplora la educadora.
A las precariedades del centro educativo también se suman los hundimientos y grietas del anexo, situación que expone a los docentes al peligro de un derrumbe ante la eventualidad de cualquier movimiento telúrico en la demarcación.
El profesor Gaspar Rossó agrega que en medio de todas esas precariedades “es imposible impartir docencia”.
Mientras, el director del Distrito Escola número 0812, con asiento en Tamayo, ni siquiera realiza visitas periódicas al plantel para enterarse de los problemas y deficiencias que denuncia la comunidad educativa. “No sabemos qué es lo que hace, si canaliza nuestras quejas o si las engaveta. Él no viene por aquí”, comentó uno de los profesores.
Pero el profesor Bruno Matos alega que no puede hablar por teléfono de los problemas del plantel, “porque tengo que verle la cara con quien estoy conversando”, una excusa que dicen los educadores también asume con todas las personas que le llaman para interesarse sobre el estado de dificultades con que opera el centro educativo. Sin embargo, cuando se le visita no está en su despacho.