Cuando queremos a alguien, muchas señales nos demuestran la intensidad de nuestros sentimientos y lo importante que es ese alguien para nosotros. Eso es lo que hace la diferencia entre el verdadero amor y una pasión pasajera. Para un padre y una madre, la felicidad, superación personal y profesional, la estabilidad emocional y económica de sus hijos, es su prioridad. Sin importar las muchas necesidades que pueda tener, las de sus hijos siempre serán las más importantes.
Esa es una de las cualidades más nobles y notables del amor, procurar para el otro, todo aquello que quisiéramos para nosotros. Es muy difícil no preocuparnos y desvelarnos cuando alguna situación atormenta a nuestros seres queridos.
Cuando solo nos acordamos de alguien el día que lo vemos, lo deseamos o lo necesitamos, por más bien que la pasemos en esa compañía, no podemos ignorar que se trata de todo, menos de amor. Si es amor, mientras más lejos y sea menos posible estar juntos, más se piensa en esa persona, más se extraña y más triste es no poder estar cerca cada vez que queremos.
Es imposible, por más dudas, por más que uno sienta que ya no es el motivo de la felicidad y la alegría de alguien que además se ama, que su alegría le llegue a uno a molestar; quizás sea tristeza al pensar que otras personas, y no uno, es el responsable de ese bienestar, quizás es solo eso, quizás porque al notar que desconocemos casi todo de la vida de quien antes parecíamos saberlo todo, quizás porque sentimos que poco a poco vamos quedando a un lado. Pero la dicha de quien amamos, no puede molestarnos. Duele, tal vez, no ser parte de esa alegría, pero es solo eso.
Aunque parezca lo contrario y la duda de pensar que el motivo de su alegría no tenga nada que ver con nosotros, siempre, si las personas que amamos son felices y sonríen, incluso, si su felicidad obedece a la llegada a sus vidas de otra persona o el reencuentro de una de esas que no de dejan partir del todo, tenemos que aceptarlo y desear que ese bienestar nunca termine.
Una vez dije que sabía lo mucho que amaba a alguien, por el indescriptible y desesperante temor a perderla. La otra razón me la reservo, pero un poco tiene que ver con ceder, respetar y aceptar.