Educación cívica

No podemos negar que la educación cívica no ha estado a tono con el desarrollo de la función educativa, y, en consecuencia, la misma ha estado afectada y hasta influenciada por los aciertos y las fallas que en este campo se cometen.En…

No podemos negar que la educación cívica no ha estado a tono con el desarrollo de la función educativa, y, en consecuencia, la misma ha estado afectada y hasta influenciada por los aciertos y las fallas que en este campo se cometen.

En el famoso libro “Emilio”, dice Rousseau: “Entre los educadores, los más sabios se fijan en lo que a los hombres importa saber que en lo que los niños están en condiciones de aprender”.

El anterior concepto se viene repitiendo con diferentes aplicaciones, porque la educación durante mucho tiempo no tomó en cuenta ni los intereses, ni las aptitudes, ni las necesidades del niño; antes por el contrario, muchas veces, ha tratado de “construirlo” según el sentir de los adultos, con la secuela negativa que arrastra este sentir equivocado, pues no creemos en la arrastrada concepción de que el niño es un adulto en pequeño, y que es papel de la educación el complementarlo.

En 1932 el Congreso de Niza estableció el principio de “la Escuela Nueva que prepara no solamente el futuro ciudadano con miras al interés de la Nación, sino también con miras al interés de la humanidad”. Indudablemente, este principio es la oposición más clara a la tesis de los educadores del siglo pasado y principios del presente siglo XXI sobre esta materia, pues en esta escuela de la vida se prepara adecuadamente al individuo cívicamente apto, socialmente responsable, personalmente capaz.

Kilpatrick, al condenar la antigua creencia de que “una escuela es propiamente un lugar que forma el espíritu de los niños para pensar lo que los adultos aprobamos que deben pensar”, ha manifestado lo siguiente: “El libre juego de la inteligencia significa que una escuela es una institución que trata de llevar a los alumnos a un punto donde puedan pensar, cada vez más a la medida que se desarrollan, cada uno por sí mismo, y que trata de llevar a los estudiantes al lugar definitivo donde cada uno sea capaz de descubrir los puntos débiles que sus mayores hemos estado pensando hasta ahora”. Creemos que el pensamiento de Kilpatrick, antes expresado, está concentrado en la idea de la educación por y para la libertad, la educación por el respeto de la personalidad en un plano igualitario.

Modernamente se estima que la educación cívica es el conocimiento elemental pero formal de la estructura jurídica de la sociedad, para que el hombre pueda participar como sujeto activo en la realización de las tareas y objetivos del Estado. Por eso, la educación cívica tiene como fin el conocimiento cabal de las leyes fundamentales de ese Estado y la preparación del hombre para ejercer consciente y responsablemente la ciudadanía.

Vemos, pues, la importancia de la educación cívica, principalmente como reguladora de las funciones de la sociedad y de los órganos que la componen. Por eso, su estudio no podemos contemplarlo como una isla o como una educación general e inspirada en los mismos ideales y principios formativos de la propia educación.

Esta asignatura no puede estar al servicio de una pura filosofía educativa, debe mantenerse al margen de sus creencias políticas o religiosas así como de sus simpatías o antipatías con el oficialismo.

El autogobierno escolar constituye el mejor medio para que el estudiante pueda ver con claridad las metas reales de una educación cívica verdadera, pues el autogobierno escolar no es más que el trasplante de las instituciones del Estado donde el alumno puede poner en práctica los principios de autonomía, libertad, cooperación y solidaridad.

La educación cívica constituye una asignatura tan importante y necesaria que oímos en las calles a muchos padres de familia preguntar ¿por qué ha desaparecido la enseñanza de esta importante materia de las escuelas públicas y privadas? A lo que el autor de esta columna le responderá que “realmente no ha sido excluida, pero sí bastante descuidada”.  Soy autor de los libros de textos de la educación media, sin embargo, no recibo los honorarios de los mismos porque lamentablemente no los compran.

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