Quienes mataron a Cecilio Díaz jamás imaginaron que el raro tipo de sangre de la víctima no sólo sería la más irrefutable evidencia para descubrirlos, sino también para detectar las fallas de una cuestionada investigación policial que puso en duda la veracidad de un secuestro que generó muchas suspicacias.
En efecto, el perfil de ADN obtenido de la muestra de sangre del ex izquierdista, sindicado como el principal autor del rapto de Eduardo Antonio Baldera Gómez, ocurrido el 18 de septiembre de 2009, en Nagua, arrojó que su tipología sanguínea se da una vez entre un trillón 616 mil en la población hispana, lo que evidenció que la víctima era, probablemente, el único dominicano que tenía el perfil genético de la sangre AB.
El análisis de sangre hecho por el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), que sirvió de base a la investigación realizada por la comisión oficial designada por la Procuraduría General de la República, también demostró que “no era cierta la versión de los integrantes de la patrulla de la Policía Nacional” de que la muerte de Cecilio Díaz y William de Jesús Checo -la otra víctima- se produjo en un supuesto enfrentamiento a tiros, “porque se pudo establecer que las víctimas no dispararon las armas que se les atribuyeron, de acuerdo a la prueba de balística realizada” y que ambos hombres “tampoco perdieron la vida en el lugar donde fueron hallados los cadáveres, uno al lado del otro, en el Callejón de los Artiles, de la sección Baitoa, en el municipio de Villa Vásquez”, sino en lugares muy distintos y distantes.
Establecidas las irregularidades de la investigación policial, así como “las mentiras de los policías y de los miembros de la Marina de Guerra destacados en el puesto de la comunidad de Buen Hombre”, en la sección Copey, los investigadores determinaron que “los dos secuestradores no conocían la zona por donde fueron apresados y entregados por civiles de las comunidades aledañas a las autoridades”, luego de que “el secuestrado Baldera Gómez lograra escaparse de la choza donde estuvo en cautiverio y fuera auxiliado por Ramón Santos Peña (Emilio), un ordeñador de vacas que lo llevó al destacamento policial de la sección El Copey”.
Pormenores. Horas antes de la noche del rapto, una extraña llamada telefónica recibió Antonio Baldera Gómez, padre de Eduardo, “donde el coronel Escolástico requería la presencia de mi hijo en el destacamento de Nagua”, razón por la cual cuando se produjo el hecho, la noche del 18 de septiembre, él pensó que los individuos armados que lo sacaron violentamente de la casa de su novia Rosalba Paniagua eran policías. Sin embargo, no fue así. Eduardo y su novia habían sido secuestrado y su paradero era incierto.
Próximo al cruce de Maguá, en Pimentel, Rosalba fue dejada abandonada previo a advertirle que comunicara a la familia Baldera que “buscaran cinco millones de dólares por la liberación de Eduardito”.
Media hora después del rapto, la camioneta Ford Ranger, propiedad del secuestrado, en la que se desplazaron los raptores no quiso prender porque cuando fueron a abastecerse de combustible “mi hijo les dijo a sus raptores que era de gasoil cuando en realidad era de gasolina, lo que provocó que el vehículo no se encendiera”, refiere Antonio Baldera.
Ante ese percance, los individuos metieron al secuestrado a un monte, donde esperaron por un carro que llegó al lugar conducido por un cómplice, a quien llamaron desde un celular.
Pero el carro también se dañó y los raptores tuvieron que llamar a otra persona que vino en una camioneta, el que abordaron junto al secuestrado en horas de la madrugada.
Las primeras pistas surgieron a raíz del apresamiento, al día siguiente, de Carlos Paulino Lachapelle y Jefrey Valentín Rosario, quienes se presentaron a buscar el carro que había sufrido el desperfecto mecánico y que estaba bajo custodia policial en Pimentel.
Elérsido Díaz Cordero (Alexis) fue el tercer sospechoso en caer en manos policiales. Alegando que el carro le había sido sustraído la noche antes, quedó detenido.
Mientras, en algún lugar de Bonao que nunca se estableció, el secuestrado pasó los primeros días de su cautiverio.
“Mi hijo recuerda que las tres veces que fue movido de un lugar a otro siempre fue de noche. Del sitio donde estaba recluido en una choza y pudo escapar, él no tenía mucho tiempo allí”, recuerda Baldera.
Con seis personas apresadas por el cruce y rastreo de llamadas, el entonces jefe de la Policía, Rafael Guillermo Guzmán Fermín, se presentó en dos ocasiones a la casa de la víctima, donde sostuvo que “detrás del hecho hay personas grandes”, las que, sin embargo, después no fueron identificadas.
Tampoco ha podido establecerse que pasó con Juan Almonte Herrera, un contable residente en el sector Manganagua, de la capital, que fue apresado en las inmediaciones de la UASD e investigado sobre el rapto. Nadie sabe, ni siquiera la propia Policía, cuál fue su destino, pese a la insistencia de sus familiares de que se trató de un asesinato.
Con excepción de Cecilio Díaz, un ex guerrillero del Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí, de El Salvador, donde alcanzó el rango de capitán, y quien simpatizara con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ninguna de las personas que resultaron implicadas era “gente importante”.
Pedro Baldera, abogado y tío del joven secuestrado, sostiene la hipótesis de que el secuestro de su sobrino “fue planificado y ejecutado por una poderosa estructura delincuencial”, porque en su opinión sólo de esa manera se justifican los asesinatos de Díaz y De Jesús Checo.
Cecilio Díaz
Fue entregado a una patrulla de la Marina en la comunidad de Buen Hombre, en Villa Vásquez, y muerto a tiros horas después “en un intercambio de disparos”.
William checo
Muerto también junto a Cecilio Díaz luego de que fuera detenido en la comunidad de El Copey y entregado por el alcalde Lino Socio a la Policía en Villa Vásquez.