Respecto a uno de mis artículos anteriores hay una pregunta pendiente. ¿Por qué el grueso de las naciones que Andrés Oppenheimer enlista entre las que han dado el gran salto social y económico para competir, incluso con países del mundo desarrollado, se ubican en Asia y sólo una, Brasil, en América Latina? ¿Por qué no aparece, tampoco, un solo país de África? La razón es muy sencilla. África, América Latina y el Caribe son las regiones más pobres y desiguales del planeta, y estos son los principales obstáculos para que una nación pueda superar sus niveles de subdesarrollo.
Brasil ha logrado en la última década sacar de la pobreza a más de 20 millones de personas y figura entre las únicas cuatro naciones de la región en el ranking mundial de Innovación, junto a Chile, Costa Rica y Barbados. Pasó a ocupar el puesto 64 de 142 naciones analizadas por el Índice Mundial de Innovación 2013. Como ya hemos expresado, sólo el 2% de la inversión mundial en investigación y desarrollo tiene lugar en los países latinoamericanos y caribeños y de ese 2%, Brasil invierte el 62% de todo el gasto regional, figurando a la cabeza del resto de nuestras naciones. Desigualdad económica y desigualdad educativa, son fenómenos vinculantes, puesto que el acceso a una educación de calidad constituye el principal mecanismo para el avance y desarrollo de los países en todos los órdenes.
Según informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el más reciente estudio de la UNICEF (2012), sobre “Desigualdad Global, cotejada con el Coeficiente de GINI, revela que desde el año 2000, la región ha demostrado señales significativas de progreso en la igualdad, ya que 16 de los 21 países con datos experimentaron una reducción en sus índices de iniquidad entre 2000 y 2008, lo que refleja el impacto de la combinación de políticas macroeconómicas y de protección social, que han sido adoptadas de forma generalizada por toda la región”.
En nuestra zona sobresalen naciones como el bloque de Centroamérica y la propia Haití, donde ambos flagelos, pobreza y desigualdad se empeoran y emparejan. La CEPAL considera el problema como la tarea “más urgente” que debe afrontar la región”, pues si bien la pobreza cayó del 48% en 1990 hasta el 28%, en el año 2012 aún afecta a más de 160 millones de latinoamericanos y caribeños. A su juicio la desigualdad es peor, pues según datos de 2011, el ingreso del 20% más rico de la población es 17 veces mayor que el del quintil más pobre, y esa diferencia llega a ser de 25 veces en los países con mayor desigualdad.
En el año 2010, el 20% más rico de la humanidad disfrutaba de casi el 83% del ingreso global total, en comparación con el 20% más pobre, que tenía exactamente un punto porcentual bajo el modelo de contabilidad global. Las 85 personas más ricas del planeta tienen tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mundial, según la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, quien ha alertado sobre el desafío que representa ese mal para lograr un crecimiento sostenible e incluyente.
En el caso de República Dominicana, con una de las economías de más alto crecimiento, con un promedio del PIB en torno al 5.8 por ciento entre 1991 y 2012, es necesario continuar trabajando de manera sostenida para convertir el crecimiento económico en equidad. Necesitamos mejor distribución de las riquezas, para revertir los efectos de la pobreza y la desigualdad.
Los gobiernos dirigidos por el PLD han desplegado esfuerzos extraordinarios; para la reducción de la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, debemos además hacer mayor inversión en programas y proyectos sobre ciencia, tecnología e innovación, si realmente queremos salir de la pobreza y continuar avanzando hacia una sociedad dominicana más desarrollada e igualitaria.