La República Dominicana puede exhibir, en las últimas décadas, avances significativos en materia de libertad de prensa y de expresión y difusión del pensamiento, con lo cual también se ha contribuido de manera notable al fortalecimiento de la democracia.El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), sin lugar a duda, ha sido clave en esos aportes desde que asumió la Presidencia de la República en 1996, consagrándose Leonel Fernández Reyna como el primer mandatario de la organización que fundara hace más de 40 años nuestro inolvidable líder de ayer, hoy, mañana y siempre, el Profesor Juan Bosch. En ese contexto, durante la primera administración peledeísta se emitió el Decreto 489, del 18 de noviembre de 1997, con la finalidad de discutir de manera abierta y participativa la elaboración de una Agenda de Nación, a través del consenso de las propuestas de los diferentes sectores nacionales.
Posteriormente, el entonces senador de nuestra organización y representante del Distrito Nacional, José Tomás Pérez, fue el promotor de la Ley 200-04 sobre Libre Acceso a la Información Pública. Esto se logró a pesar de que el PLD ya no estaba al frente del Poder Ejecutivo.
Un avance transcendente en materia de libertad de expresión se consagró con la Constitución del año 2010, aprobada durante otro de los gobiernos peledeístas. En su artículo 49 se estableció que toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones; y confiere rango constitucional al secreto profesional y a la cláusula de conciencia del periodista.
Sin embargo, observa que el disfrute de esas libertades se ejercerá respetando el derecho al honor, a la intimidad, así como a la dignidad y la moral de las personas, en especial de la juventud y de la infancia, de acuerdo a la ley y el orden público.
Nos detenemos aquí un momento porque pienso que se requiere de algunos niveles de reflexión en esta parte. Basta con ver o escuchar a medios electrónicos, no así de la prensa escrita, en los que a diario se “barre” con el honor, la intimidad, la moral y la dignidad de las personas, especialmente de quienes se dedican a la actividad política, sin que pase nada.
Otra cuestión es que la Constitución de la República habla del secreto y de la cláusula de conciencia para los periodistas, en medio de una gran confusión para distinguir a esos profesionales debido a que medios electrónicos están “invadidos” por “comunicadores” que ejercen como si fueran egresados de las escuelas de comunicación universitarias. Aclaro que esta no es una tarea de nosotros, los políticos, sino del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) y de sus gremios adscritos.
El PLD, como organización democrática de esta parte del mundo, es consciente que los gobiernos y la prensa libre son el resultado de la democratización de América Latina producida en las últimas décadas; razón por la cual reafirma en cada administración gubernamental el compromiso con la libertad de prensa y de expresión del pensamiento.
Los cuatro gobiernos peledeístas, y el quinto no será la excepción, se han preocupado por proteger y atender el derecho a la información de nuestros ciudadanos y también el libre ejercicio de la labor periodística; y prueba de que estamos avanzando es la mejora que ha experimentado nuestro país en el índice mundial de libertad de prensa elaborado por Reporteros sin Fronteras. Según este informe, nuestro país avanzó 17 posiciones en los últimos 3 años, pasando del puesto 80 en el 2012 al 63 en el 2015.
En ese clima de libertad de prensa y de libre expresión y difusión del pensamiento, resulta un imperativo que también aquellos que hacen opinión pública lo hagan con responsabilidad, respetando el honor, la intimidad, la moral y la dignidad de las personas. No olvidemos que si bien es cierto que el derecho de acceso a la información es libre, el de honor de las personas se constituye en sagrado.
Ciertamente que los hacedores de opinión pública y los ciudadanos y ciudadanas, en sentido general, tienen una poderosa arma en la libertad de expresión y difusión del pensamiento, siempre que actúen en función de la verdad y de la responsabilidad. Juan Bosch lo planteó hace años: “No hay arma más potente que la verdad en mano de los buenos”.