La expresión es tan común que la decimos casi de forma automática. Sin embargo, con esta afirmación, estamos dando por sentado que no merecemos las cosas buenas que nos pasan, que no somos dignos de gozar de un período más o menos largo de felicidad y de tranquilidad.
Nos comportamos como si siempre estuviéramos esperando lo peor, como si toda esa felicidad no nos perteneciera y en cualquier momento podría llegar su verdadero dueño a reclamarla.
Nadie dijo, ni ha dicho, que la vida es un trayecto sencillo, eso es verdad, pero tampoco está lleno de espinas en toda su extensión.
Como en toda carretera, tiene sus partes cubiertas de asfalto, sus curvas fuertes, los huecos que va dejando el tiempo y las grietas producidas por las ruedas pesadas que la transitan. Así es el camino de la vida. Quizás para algunos los tiempos menos felices son más frecuentes y se extienden por mayor tiempo, y por ello parecen acostumbrarse a esa sensación de tristeza, de vacío y de soledad, que se esfuma cuando la felicidad se asoma y nos hace olvidar el pasado.
No es que nos ubiquemos en el otro extremo, en aquel donde se encuentran personas que se sienten ajenas a todas las adversidades, que piensan que a ellos, por el simple hecho de ser ellos mismos, no les puede tocar ni el pétalo de una rosa. Eso no. Pero sí sería bueno estar conscientes de que como seres humanos tenemos sentimientos y estos necesariamente se ven afectados por las situaciones que nos rodean y por las realidades que nos toca enfrentar todos los días.
Decir que una cosa, la que fuera, es “demasiado linda para ser verdad”, es imponernos una prohibición a la felicidad, y eso no es justo. Pensar que eso que nos hace tan felices y que ha renovado nuestras ganas de vivir, algún día acabará, no nos deja disfrutar de lo que la vida nos da y eso es terrible, sobre todo, para aquellos con quienes la vida no siempre ha sido tan generosa.
“Demasiado linda para ser verdad” la he sustituido por otra: “Demasiado hermoso para dejarlo acabar”. Ante las bendiciones y la felicidad que me regala la vida, ese es mi nuevo lema. Mejor no podía ser.