En 1949 ilusionado por una santa monja de la Congregación fundada por el Cardenal Sancha, ingresé al Seminario Conciliar de Santo Domingo, donde cursé los tres primeros años de Latín en mi condición de seminarista, pero al no sentirme con la vocación necesaria opté por abandonar el Seminario, sin embargo, debo confesar que en ese Santo lugar inicié mi desarrollo intelectual y mi comportamiento personal que me ha servido para orientar y guiar mi conducta dentro de los principios éticos, morales y cristianos que caracteriza a nuestra Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
En 1950 ingresó un joven delgado y blanco procedente de La Vega, cuyo recuerdo ha permanecido permanentemente en mi memoria, ese fue el actual Cardenal, con quien aunque le llevaba un año de estudios hice una excelente amistad que se ha mantenido a todo lo largo de nuestras vidas y a quien le guardo un gran respeto y cariño, lo que ha sido recíproco, como él mismo me lo ha manifestado, teniendo el honor de que uno de mis libros está prologado por él.
Con motivo de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional a la que mi amigo Monseñor López Rodríguez le ha dado todo su apoyo y que a mi entender es imposible volverla hacia atrás porque la misma ha paralizado la desordenada inmigración de haitianos hacia la patria de Duarte, Sánchez y Mella y que como me dijera un pundonoroso militar de nuestro glorioso Ejército Nacional, en el caso de un conflicto bélico con nuestros vecinos haitianos, aunque somos superiores en cantidad y equipos comenzamos perdiendo la guerra porque el millón de haitianos que de manera legal o ilegal residen en el país, piensan como haitianos y nunca como dominicanos.
Por lo antes expuesto, soy de los que creen que se pueden buscar todas las soluciones humanas posibles a este conflicto pero jamás revertir la referida sentencia, pues a mi sano entender la misma ha paralizado la hemorragia de ciudadanos haitianos que diariamente y sin documento alguno, cruzan ilegalmente nuestra frontera.
Por lo antes expuesto, soy de opinión que toda la ciudadanía debe apoyar a nuestro distinguido Cardenal y no hacer caso a la indelicada solicitud del ciudadano peruano Mario Vargas Llosa, en su descabellada solicitud a Su Santidad el Papa Francisco, de que proceda a destituir a nuestro Cardenal por la defensa que públicamente ha dispensado a la referida sentencia, quien adjuró de su ciudadanía peruana optando por la española.
Tengo la seguridad de que el Papa Francisco, no hará caso al descabellado pedimento, pues él conoce muy bien la capacidad y la valentía de nuestro Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez. Mi tocayo Nicolás tiene una sólida formación y preparación intelectual y religiosa con los rasgos siguientes:
Es licenciado en Sagrada Teología, obtenida en el Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino. Habla español, inglés, Italiano, Alemán, Portugués y Latín.
Ordenado sacerdote en 1961 se integró al trabajo pastoral en favor de la juventud en el Obispado de La Vega, bajo las órdenes del santo obispo monseñor Panal, quien hizo arrodillar a Trujillo antes de su muerte, en la Catedral de La Vega.
En Roma obtuvo su diploma en Sociología Pastoral y Licenciatura en Ciencias Sociales, así como dos cursos de actualización de Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana.
En 1978 se convirtió en el primer obispo de la recién creada diócesis de San Francisco de Macorís, ocupando como obispo diversos cargos dentro de la Conferencia Episcopal Dominicana.
En 1979 creó y fue su primer rector de la Universidad Nordestana (UCNE), convertida hoy en Universidad Católica, que tanto bien ha hecho a las provincias y municipios que le rodean.
El 16 de noviembre de 1981 fue designado como Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, que actualmente ocupa y en 1982 fundó la prestigiosa Universidad Católica Santo Domingo, de la cual es su gran Canciller. El 28 de junio de 1991 el papa Juan Pablo II lo designó cardenal y como príncipe de nuestra Iglesia ha participado en más de una elección papal.
Apoyando a nuestro arzobispo un respetable periódico nacional publicó un editorial en su apoyo cuyo primer párrafo transcribo: “Junto a la del Presidente de la República, la voz más alta que ha salido a defender la soberanía y la dignidad del pueblo dominicano, con responsabilidad, sin dobleces ni miedo, ha sido la del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez.
No solamente ahora, en el contexto de la controversia creada por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la nacionalidad, sino innumerables veces ante las presiones y maniqueísmos que han ejercido organismos, personalidades y organizaciones no gubernamentales en asuntos que conciernen al libre destino de los dominicanos”.
Creo que es mucho lo que todavía puede hacer a favor de nuestra Iglesia católica mi dilecto amigo monseñor Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez. l