Ante el reto de vivir, todos decidimos si caminar sobre la alfombra de la cúspide o entre los escombros de quienes dejaron escollos. Es nuestra opción pagar el precio por tal privilegio, o evadir la ruta. Sin olvidar que quien da el giro hacia lo óptimo, emprendió un camino prácticamente sin retorno, no buscando la estabilidad en el camino mismo, sino en Dios, quien te acompaña tramo a tramo, no para evitarte los obstáculos, sino para mostrarte que puedes saltarlos.
Entonces en tu andar, dejarás detrás los grises altisonantes del pasado y tu sentido de dirección estará señalado por el dedo de Dios, el mismo que como un pincel desborda los acuarelados cielos ¡y llena los surcos con el color de la esperanza!