En el artículo del pasado viernes cuantifiqué cómo parte de las organizaciones aliadas, diputados, dirigentes y personalidades, y sus respectivos equipos políticos y seguidores, han roto con el Partido de la Liberación Dominicana a consecuencia de la ambición continuista del presidente Danilo Medina y por la conculcación de derechos, el golpeo y atropellos a propios y extraños.
En el aspecto cualitativo observamos que Danilo y su grupo arribaron al poder cuando el PLD acusaba el desgaste y el cansancio generados por tres gobiernos anteriores que si bien fueron ensayos para modernizar y organizar a la sociedad dominicana, no consolidaron ese proceso ni atacaron las viejas rémoras y los nuevos desafíos que tienen por delante la sociedad y el pueblo.
Se esperaba de Danilo que se diera la oportunidad de retomar la utopía boschista de “completar la obra de Duarte y Los Trinitarios”, o de llevar al país a dar los saltos que le permitieran superar la arritmia histórica que el fundador del PLD explicaba en la ausencia de desarrollo social generada al ser “civilizados” por una España devenida en la más atrasada de las potencias coloniales del XV.
Danilo tuvo la oportunidad de asumir una posición de compromiso transformador, de ampliar y darle contenido social al presupuesto leonelista de modernizar y desarrollar el país en base a su “Nuevayork Chiquito”.
Pero al llegar al poder en 2012, Danilo prefirió profundizar el pragmatismo que él había impuesto en el PLD, cuando en el primer gobierno de Fernández, y actuando como la especie de primer ministro “dueño del partido y el gobierno”, le dio nuevos empujes y mayor dimensión a la red clientelar de las nóminas y nominillas y la conversión de las arcas públicas en el sustento financiero del PLD.
En vez de profundizar y ampliar la visión desarrollista de Leonel en base a la modernización del Estado o de promover la equidad y la inclusión social apoyándose en las reformas diseñadas y aprobadas en las administraciones de Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco e Hipólito Mejía, Danilo dio inicio a un modelo de gobierno devenido en grave retroceso social e institucional para el país.
Lejos de asumir como objetivos la competitividad económica y el desarrollo de fuerzas productivas capaces de generar capital y riqueza social para reducir la pobreza e impulsar un modelo de desarrollo sostenible, inclusivo y de equidad social, Danilo optó por convertir el aparato del Estado en instrumento político para ponerlo al servicio de su endiosamiento personal y la aspiración de perpetuarse en el poder.
En vez de actuar en la dirección de impulsar una reforma del Estado que sirviera de marco institucional al desarrollo de una agenda social, Danilo se concentró en articular y materializar planes que sirvieran a su proyecto político grupal, de donde ha terminado cercenando las posibilidades de que el PLD actuara como un factor de cambio y renovación social, y no desguañangándose cuantitativa y cualitativamente. Hay que echarle otra mirada al tema.