Este es el título de un libro que me hizo llegar un joven y talentoso abogado con quien tuve el placer de trabajar. En el curso de la lectura entendí el porqué de este título tan fuera de lo común. Se refiere a una situación que se presentó a los fabricantes de calzados de Colombia en determinada época. Se consideraron entonces varios factores que pudieran ser determinantes en la mala calidad de las pieles usadas. Podrían ser las malas condiciones en que los ganaderos mantenían las vacas, las garrapatas que a veces las infestaban o la forma de la curtiente. Finalmente se determinó que la culpa de todo la tenían las mismas vacas porque rascaban su piel contra las alambradas de púas. Dicho sea de paso, como antiguo fabricante de zapatos, todo esto me causó mucha gracia.
Este mismo razonamiento lo aplicamos en muchas otras circunstancias de la vida. Ya decía San Agustín: “Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida”. En otras palabras, vemos y juzgamos las faltas de los demás, evitando mirar nuestro interior porque nos atemoriza descubrir en nosotros iguales o peores faltas. La culpa es de la vaca, nunca es nuestra.
Por supuesto, este enfoque no favorece la convivencia humana, por lo contrario, trae como consecuencia fricciones, malos entendidos, entre otras muchas. El ámbito familiar es el principal afectado por el síndrome de la vaca.
Otros ámbitos tampoco son ajenos a este síndrome. El empresarial es uno de ellos, de hecho, como vimos, el libro mencionado surge de la investigación que se llevó para encontrar la causa de la mala calidad del calzado colombiano.
En el caso de los políticos, una práctica indefectible es la de buscar a quien culpar por los errores. Aun sin darnos cuenta, todos nos sumamos a la misma. El ayuntamiento tiene la culpa de la suciedad en las calles, el gobierno es responsable de que no haya orden en el tránsito, a las escuelas les achacamos los malos modales y el irrespeto de la juventud y así podríamos seguir listando situaciones y culpables. Por supuesto, los que hacen las críticas nunca son responsables de nada. Claro, así jamás tendrán la responsabilidad de ser parte de las soluciones. Todos sabemos perfectamente cuales son los problemas más apremiantes del país. Seamos sinceros, dejemos de echar la culpa a la vaca, admitamos que todos somos responsables en una medida u otra de nuestros grandes males y empecemos como sociedad a trabajar en la búsqueda y logro de soluciones.
Construyamos puentes de entendimiento, si miramos la pobreza de nuestro país podríamos buscar miles de excusas, muchas valederas: corrupción, evasión, impuestos altos, energía, bajos salarios, nivel bajo de educación, inseguridad, narcotráfico. Busquemos pues la soluciones y dejemos de culpar a la vaca y así y sólo así lograremos los cambios que todos anhelamos.
Dejemos de culpar a la vaca y así y sólo así lograremos los cambios que todos anhelamos.