El tema de la reducción de la pobreza es algo que no sólo debe preocupar a los gobiernos o a los empresarios, sino a todos los sectores, ya que es el camino hacia una sociedad más justa. Un trabajo realizado por el Banco Mundial bajo el título “Cuando la Prosperidad no es Compartida”, presenta una serie de datos interesantes que, de alguna manera explican las razones por las que una economía como la nuestra vio crecer su PIB en 50% en el periodo 2000-2011, a pesar de la crisis bancaria del 2003.
Somos un país con enormes diferencias. Si contrastamos la infraestructura vial, la cantidad de torres residenciales de gran valor, las plazas comerciales y otras obras, con las de los demás países de Centroamérica, entenderíamos que el nivel de pobreza de nuestro país debe haber disminuido. Sin embargo, contábamos con casi más del doble de pobres en el 2011 que los que teníamos en el 2000.
Esto tiene mucho que ver con la crisis bancaria del 2003 y, por supuesto, la debacle financiera mundial del 2008. Otras economías de la región que han pasado por crisis similares o peores, que no han logrado un crecimiento sostenido como el nuestro, han logrado reducir sus índices de pobreza en mayor grado que República Dominicana.
En los últimos días se ha discutido, con la participación del gobernador del Banco Central, la idea de que los salarios del sector informal son mejores que los del formal. Existen miles de razones para que sea así, pero eso merece todo un desarrollo que el espacio de este artículo no alcanza. Pienso que es más importante buscar las causas de por qué con un crecimiento económico sostenido en los últimos diez años no hemos sido capaces de reducir los índices de pobreza crónica.
¿Obedece esto a la baja presión fiscal? ¿Es un resultado de la poca calidad del gasto? ¿La eterna crisis eléctrica tendrá mucho que ver con esto? ¿Es la baja calidad de la educación la responsable de nuestra pobreza? ¿Lo será la escasa institucionalidad? ¿Podría ser lo difícil de hacer negocios en el país? ¿Lo será la evasión de impuestos? ¿Los niveles de corrupción? ¿El tamaño excesivo del gobierno? ¿La baja inversión en salud? ¿Será la cantidad de mano de obra ilegal? ¿La poca inversión en investigación y desarrollo? ¿Ausencia de mayores políticas sociales focalizadas?
Responder cada uno de estos cuestionamientos podría llevarnos a una conclusión, como bien dice el trabajo del Banco Mundial.
Entendemos que gran parte del problema está en que nuestra estructura fiscal de ingresos y gastos conduce precisamente hacia el aumento de la iniquidad.
Los enormes impuestos indirectos afectan el crecimiento, penalizan al que puede pagar como al que no puede. Tenemos una de las tasas de ITBIS más altas de la región y a pesar de eso la presión fiscal es baja para algunos sectores y alta para otros, lo cual reduce la capacidad de generar empleos.
La realidad es que la cantidad de productos que no pagan ITBIS llevan a una gran informalidad y evasión. Recuerdo la conversación con un amigo economista a quien le planteaba la conveniencia de universalizar el ITBIS con una reducción de tasa y diferenciando las tasas de ciertos productos de la canasta familiar, energía, educación y salud.
El estudio del Banco Mundial refiere que la participación de la fuerza laboral en nuestro país es diez puntos menor que la del resto de la región. Me preguntaría si la inmensa inmigración ilegal y la escasa educación de nuestra mano de obra, así como la crisis del 2003 y del 2008 no tendrán que ver con la caída del salario real comparado con el año 2000.
El Banco Mundial termina con unas sugerencias que enumeraré para discutirlas en un próximo artículo: incrementar el flujo de información del mercado laboral, desarrollar programas de empleo temporal, capacitación, programas de iniciativas empresariales, consolidación de instituciones, mejorar ambiente de negocios, fortalecimiento de la competencia y la creación de incentivos para mejorar la innovación.
Todos estos puntos nos llevan a la necesidad de elaborar una política económica que reduzca la pobreza y mejore las posibilidades de crecimiento de la clase media. Es la única forma de que el crecimiento genere equidad.