Cada cierto tiempo la Cámara Americana de Comercio invita al Conep a expresar sus preocupaciones sobre tópicos que no sólo interesan al empresariado, sino a todo el país.Muchos olvidan que cuando el presidente del Conep habla frente a un auditorio como el de AMCHAM no lo hace a título personal, pues es el portavoz de un órgano colegiado donde una presentación como esta es vista, leída y aprobada, como dicen los pagarés bancarios, por el Comité Ejecutivo, en el que, estoy seguro, cada cual tiene sus preferencias políticas, como las tienen en la pelota.
Pero más que eso, en mis años en las organizaciones empresariales nunca he oído que sea tema de discusión por quien simpatiza cada cual. Voy más allá: siempre he dicho que los empresarios en las campañas contribuimos con todos los partidos; en mayo votamos por el de nuestra simpatía y en agosto estamos apoyando al que ganó, porque el interés del empresariado es el éxito del país.
Lo que le pasó al amigo Rafael Blanco no es raro ni nuevo. Nos ha pasado a todos los que hemos ocupado la presidencia de la cúpula empresarial. Es una lástima que temas tan importantes como los tratados se quieran politizar y no oír preocupaciones del sector empresarial, que deben mover a la atención no sólo de políticos, sino de la sociedad en su conjunto.
El problema del transporte no es de ahora. Tres partidos que han ocupado la dirección del Estado y han sido incapaces de enfrentarlo. Parecería que el gremio del transporte tiene más poder que todos en el país.
El desacato al Tribunal Constitucional queda más que claro con la actitud del Colegio de Notarios, que a pesar de existir un fallo en contra de una ley que obliga a un pago excesivo, el mismo se está aplicando. No tardaremos mucho en que otros hagan lo mismo.
Los fraudes en el Registro Inmobiliario y los embargos ilegales han llevado a la quiebra a muchos negocios y son de las razones por las que empresas internacionales tienen el temor en invertir en nuestro país y las nacionales no escapamos de los chantajes y escaramuzas de esta falta de institucionalidad.
Sobre las elecciones no fuimos solamente los empresarios quienes señalamos puntos a corregir. Lo hicieron las iglesias, la sociedad civil y Finjus, luego vinieron las puntualizaciones de los observadores internacionales. Las discusiones no se hicieron esperar y las quejas sobre pérdidas de valijas y problemas de conteo fueron comunes en varias localidades. Por suerte, para nuestra estabilidad institucional la elección a nivel presidencial, la diferencia de votos a favor del candidato ganador, no dejaba posibilidad de discusión.
Tal y como dice el Conep, y cito: “La erosión de los partidos políticos y la desconfianza en los órganos electorales ocurren en un contexto global y nacional delicado, en el que varios países, producto de la misma situación, se encuentran sumergidos en crisis sociales”.
No es la primera vez que el Conep toca el tema de la necesidad de fortalecer el estado de derecho. Esta vez hace hincapié en lo que ha llamado cuatro pilares.
La nueva ley electoral que permita mayor transparencia en el uso de los recursos, que acorte realmente los tiempos de campaña y que limite la inversión de los partidos en las mismas.
Una ley de partidos clara, que no sólo asegure a los candidatos un proceso de primarias con igualdad para todos, que evite que los partidos parezcan equipos de pelota donde se cambia de color en la medida que se ofrezcan “mejores condiciones”, es más que necesaria.
La ley de responsabilidad fiscal no sólo debía ser una preocupación del empresariado y de la sociedad. Debería preocuparles a los que aspiran a dirigir los destinos del país, porque sobre sus hombros cae la responsabilidad y las presiones de presupuestos insuficientes, no por falta de presión fiscal adecuada, sino por el uso inapropiado de los recursos.
Por último, y no lo menos importante, la independencia de las instituciones como la Junta Central Electoral, la Cámara de Cuentas, el Tribunal Superior Electoral y las Altas Cortes. Ha llegado el momento de que sus integrantes no representen intereses políticos especiales. Con esto no pretendo acusar a todos sus miembros, pues siempre he dicho que las generalizaciones no son el camino, que en todos y cada uno de estos organismos hay personas capaces y honestas, pero que las mismas deben gozar del nivel de independencia necesario para tomar las decisiones que más convengan al país.
No podemos permitir que líderes importantes del gobierno y de la oposición politicen discusiones que van mucho más allá de los intereses particulares. Por suerte, rápidamente voceros muy calificados del gobierno salieron al frente despolitizando el tema y hasta comprometiéndose a realizar los cambios propuestos por el Conep, por medio de su presidente y vocero, el buen amigo Papo Blanco.
Al presidente del Conep le exhorto a que las críticas no le quiten el sueño, pero que le dé pesadillas cuando él y los demás miembros de la directiva no cumplan con reclamar con firmeza, pero con el respeto que el país se merece, que contemos con organismos fuertes, con partidos organizados, para que esta generación y las próximas se sientan orgullosas de este país que tanto amamos.