No conocí a Claudio Caamaño, pero de las acciones de la guerrilla aprendí mucho de mi gran amigo Hamlet Hermann, quien al igual que Caamaño luchó en las montañas contra el gobierno del presidente Balaguer.
Dos personas muy diferentes, una como Hamlet, extrovertido, después de la guerrilla participó activamente en la vida pública nacional y su pasión fue el ordenamiento del tránsito urbano. Caamaño, reservado, mantuvo un perfil bajo y, al igual que Hermann, fue un profesional talentoso y de valores muy definidos, honesto y siempre pensando en los mejores intereses del país.
La muerte de Claudio Caamaño vuelve a poner al desnudo las deficiencias diarias de nuestro sistema de salud. Es algo cotidiano, pero que ahora le tocó padecerlo a una persona conocida, que hace impactar el tema en los medios de comunicación y en el interés general de la población. Y no es sólo la carencia de los hospitales y la indiferencia de las clínicas; más que eso, es la ausencia de un verdadero sistema de seguridad social.
El héroe de Caracoles sobrevivió a la ferocidad de nuestras fuerzas armadas, que combatieron el intento de derrotar el gobierno de entonces y sin embargo, sucumbió frente al sistema de salud de nuestro país.
No es un caso aislado que las clínicas se nieguen a prestar los primeros auxilios si no se presenta un seguro y se toman el tiempo de comprobar la vigencia y la cobertura del mismo, mientras los minutos cuentan entre la vida y la muerte del paciente. Por otro lado, las clínicas no prestan atenciones médicas hasta tanto no se hace un jugoso depósito. En cuanto a los hospitales, se corre el riesgo de llegar y encontrar que están en huelga.
El problema empieza con la enorme cantidad de personas con empleos informales o profesionales liberales que no tienen un seguro. Lo único que puede salvarlos es tener una tarjeta de crédito con suficiente balance para dejar el depósito exigido por las clínicas, que a cualquiera espanta.
Si la causa por la que se requieren atenciones médicas es leve y la factura menor que el depósito, en muchos casos las clínicas toman varios días en devolver el monto restante. Se usa gratis el dinero del paciente y, posiblemente, se le impide al tarjetahabiente usar su plástico ya que ha copado su límite de crédito en el centro de salud.
El otro problema está en las pólizas de accidente de trabajo. Tanto el asalariado como el empleador pagan sumas importantes. Tan altas son que sólo la reserva técnica tiene acumulado más de RD$7,000 millones y además cerca RD$12,000 millones en la cuenta de la Tesorería de primas pagadas, cuyos montos simplemente están acumulados.
Por experiencia, reconozco que se pagan las reclamaciones, generalmente con dos o tres meses de atraso y se repite el mismo problema: la clínica no da servicios médicos sin un depósito de garantía.
Hace algunos meses un mensajero de una empresa amiga, que llevaba documentos a la nuestra, fue embestido por un desaprensivo camionero. Logramos trasladarlo a una clínica rápidamente con el auxilio del 911, pero a pesar de contar con póliza de accidente, la empresa donde labora tuvo que dejar un depósito para que no corriera la suerte de Claudio Caamaño.
Nuestro sistema de salud dio un salto cualitativo a finales de los noventa, pero el mismo se ha quedado estancado. ¿Qué hacemos acumulando tanto dinero en la cuenta de la póliza de Seguro de Riesgos Laborales (SRL) cuando tantos dominicanos mueren por falta de atención?
En un país con el mayor índice de accidentes de tránsito del mundo debe utilizarse el fondo millonario de las pólizas de accidentes de trabajo para evitar muertes por indiferencia.
Invertimos el 23% del presupuesto de salud en nuestros vecinos, lo que no critico, porque es humano. ¿Pero entonces esa solidaridad no existe frente a nuestros propios ciudadanos?
Ha llegado el momento de proveer de carnet de primeros auxilios a todo aquel que paga una póliza de accidentes de trabajo. Pero también es necesario buscar un mecanismo para los profesionales liberales y permitir que los trabajadores informales paguen una cuota que les permita tener acceso a primeros auxilios, con la ventaja para el sistema que de alguna forma estarían incluyéndolos para fines estadísticos.
Entiendo que las clínicas no son ONG’s, pero en el caso de la salud y de la vida es necesario tener sensibilidad. Hoy los familiares de Caamaño lloran su muerte y sienten su ausencia. Su hijo que lleva el mismo nombre dijo: “Lo mató el sistema”. Qué ironía; no lo mató el sistema que combatió, pero murió fruto de la indiferencia de todos frente a un servicio de salud precario.
Somos un país donde sobra el dinero para los barrilitos, para exoneraciones de vehículos, para financiar a más 24,000 candidatos en campañas que duran cuatro años. Sin embargo, para desarrollar un verdadero plan de salud y de accidentes que no sea excluyente, parece que el dinero no alcanza.
Que el caso de Claudio Caamaño nos haga despertar de la indiferencia y que ahora su muerte sea motivo para convertirlo en héroe de un verdadero sistema de salud.