Bill Gates escribe todos los años una carta donde expresa su visión en diferentes tópicos y en esta oportunidad lo hace sobre los “Tres mitos que bloquean el progreso de los pobres”
Sin duda, disentir en algunos puntos de su visión podría parecer un atrevimiento frente a un hombre que no solo ha logrado una de las mayores fortunas mundiales, sino cuya mente ha conseguido cambiar tecnológicamente al mundo.
Lo primero es que concuerdo con él en el sentido de que el promedio de vida es ahora mucho mayor que hace veinte años y los avances en materia de salud nos permiten estar mucho más sanos.
Pero esto, indudablemente, como muchas de las cifras que presenta llenas de optimismo, se basan en promedios. Estoy de acuerdo con la idea de que el hecho de que el mundo no pueda resolver los problemas de la pobreza es un error llevado por la realidad de la incompetencia y la corrupción de muchos países, así como la ineficiencia de los sectores productivos o las trabas para que muchos puedan crecer o ser rentables.
Comparto su visión cuando dice: “Soy suficientemente optimista y me atrevo a hacer una predicción. Para el 2035 no habrá prácticamente países pobres en el mundo. Casi todos los países serán lo que hoy conocemos como clase media baja o más ricos aun. Los países aprenderán de sus vecinos más productivos y se beneficiarán de las innovaciones, mejores semillas y la revolución digital.
La fuerza laboral como resultado de la expansión de la educación atraerá nuevas inversiones”.
Sin duda no deja de tener razón en cuanto a que en veinte años viviremos en un mundo diferente. Solo hay que mirar el cambio de los últimos quince años donde el propio Gates ha sido un factor principalísimo del cambio. Las tecnologías han hecho del mundo una aldea, donde la velocidad de los negocios puede dejar atrás a quien no esté al día y los avances de la medicina prolongarán aun más el promedio de vida. La medicina del presente y del futuro que representan las células madres cambiará totalmente lo que hoy conocemos, reproduciendo y reparando órganos nunca imaginable hace diez años.
Indudablemente, para que esto se produzca necesitamos invertir mucho más en educación de calidad, maestros adaptados a esos cambios tecnológicos, profesionales con visión de futuro y empresarios dispuestos a ser parte de esos cambios, invirtiendo en tecnología, en formación de profesionales de calidad y apropiadamente remunerados para poder encajar en esa eliminación de pobreza de la que habla Gates.
Si nos focalizamos en nuestro país y analizamos sus últimos veinte años es indudable el cambio: vías de comunicación mejores, infraestructura de primer mundo, torres de múltiples pisos, afluencia cada vez mayor de turistas, pero pobreza de tercer mundo.
¿Qué hace falta pues para lograr que en veinte años no nos quedemos detrás de otras naciones que sin duda han logrado salir de la pobreza y demuestran que el optimismo de Gates no es utópico?
Necesitamos una generación comprometida con verdaderos cambios. Hemos empezado, finalmente, a poner un verdadero interés en la educación, necesitamos una generación de empresarios comprometidos con esa visión de eliminar pobreza, una clase política que mire mucho más allá de sus propios intereses, controlar el narcotráfico, la violencia, la corrupción, la evasión. Crear mecanismos para que la clase media sea un factor de crecimiento que ayude a empujar a los menos favorecidos, para sacarlos de la pobreza extrema y convertirlos en lo que Gates con propiedad llama clase media baja.
El sueño de Gates no es imposible, pero para eso necesitamos políticas de largo plazo que se cumplan realmente y no cómo decía hace unos días la brillante articulista Inés Aizpún, que borramos el disco duro y empezamos todo de nuevo cada cuatro años.
Hagamos que las predicciones de Gates incluyan a nuestro país, no veo la razón para no lograrlo. Trabajemos de la mano, como un solo equipo, seamos coherentes en cada una de las políticas que incidirán en la eliminación de la pobreza. l