Empiezo recordando que hace pocas semanas el presidente Danilo Medina debió pronunciarse en un fórum internacional, celebrado en La Habana, frente a las imputaciones que hacía contra el país –en una crítica desaforada a la sentencia 168-13 de nuestro Tribunal Constitucional- el primer ministro de San Vicente y Las Granadinas, islas que apenas ocupan una extensión territorial de 389 kilómetros cuadrados.
El señor Ralph Gonsalves no sólo irrespetó al gobernante dominicano sino que también ignoró que no le competía calificar si era correcta o no una sentencia adoptada por la alta corte en pleno ejercicio de sus facultades, basadas en la Constitución de la República y en los principios soberanos de la nación. Afortunadamente, el Presidente Medina le “detuvo el coche” en forma diplomática, pero firme.
En una falsa pose y una supuesta solidaridad que es puro teatro del malo, Gonsalves se creyó y todavía se asume, el redentor de “los pobres haitianos” indocumentados o descendientes de estos que viven en el territorio nacional irregularmente y para quienes es necesario adoptar mecanismos legales que les permitan dejar de ser “muertos civiles”, tarea en la que está empeñado el gobierno.
Este es un detalle no observado por el señor Gonsalves, quien ahora como presidente de Caricom advierte que ese bloque regional no participará como observador ante la Comisión Bilateral entre República Dominicana y Haití, hasta tanto el presidente Danilo Medina no presente al Congreso de la República el proyecto de Ley de Naturalización.
Frente a las irrespetuosas declaraciones de Gonsalves, quien olvida que somos soberanos, no súbditos de Inglaterra o de Francia, le salieron al frente Monseñor Agripino Núñez Collado, Manuel Díez y Miguel Vargas Maldonado, entre muchos otros sectores de la vida nacional, con justificación suficiente para alarmarse ante el nivel de intolerable injerencia del presidente de Caricom.
Estas imprudentes declaraciones sin duda que ponen cierta distancia en nuestras relaciones que debían ser excelentes como islas cercanas que somos, que debíamos formar un bloque económico fuerte para poder competir con otras naciones de mayor tamaño y mejores condiciones económicas.
Si nos vamos al análisis puro y sencillo de quién ha sido más solidario con nuestros afectados vecinos, sin duda no cabe discusión de que ninguna otra nación ha hecho más aportes que nosotros. Más aun, no sé si el Primer Ministro de San Vicente y Las Granadinas recuerda que en la historia de estas islas está el haber deportado a 5,000 esclavos cuando Francia e Inglaterra se disputaban por el derecho territorial de esta nación.
Estos planteamientos no son aislados. Corresponden a un plan de evitar que ciudadanos haitianos que huyen de una pobreza lacerante lleguen hasta sus costas, a las costas de las islas del Caribe, incluyendo Puerto Rico y Florida, en tácito acuerdo entre Francia, Inglaterra y los propios Estados Unidos, temerosos de una migración masiva como la que ha ocurrido en nuestro país y la cual pesa enormemente en el presupuesto nacional.
Hace pocos días el país recibió felicitaciones de parte de un importante jefe militar norteamericano por los esfuerzos que hace la Armada de la República para evitar que ciudadanos haitianos lleguen a sus costas vía marítima. El agudo comunicador José Monegro con mucha razón expresó: “Eso no debía ser algo que nuestra nación debía enfrentar, que precisamente los Estados Unidos han recortado su presupuesto de defensa y como consecuencia el patrullaje naval ha sido reducido lo cual nos coloca en una difícil situación frente al combate del narcotráfico por lo que nuestros reducidos recursos deben ser dirigidos a este tema y no al migratorio que debe ser una acción que cada país debe enfrentar”.
El problema migratorio con Haití es un problema viejo, que se ha querido llevar a extremos con la resolución del Tribunal Constitucional, pero lo que parte de la comunidad internacional no quiere ver es que la falta de documentación de los nacionales haitianos tiene su mayor expresión en su propia nación, que incluso por razones culturales muchos de sus ciudadanos se niegan a tener cédulas o carnets de identidad.
Sin duda los problemas que tienen todos los que comparten fronteras no son particulares a esta isla dividida en dos naciones, pero no creo que luego de las constantes expresiones de Caricom, sean estos los que estén en calidad de mediar cualquier conflicto que se pueda generar y pienso que sin importar las diferencias históricas que nos puedan dividir, la mejor forma de evitar la migración es trabajar juntos, ambos gobiernos creando puestos de trabajo en la frontera donde tanto empresarios dominicanos como haitianos trabajemos en la formación de empresas que empleen mucha mano de obra y que además se establezcan los controles necesarios para que las aduanas haitianas puedan cobrar los impuestos de las mercancías.
Pero bajo ningún concepto podemos, como nación, permitirnos una campaña injusta de países que no han hecho ni harán nada por Haití, donde se nos quiere presentar como apartheid del Caribe cuando miles de haitianos han encontrado en nuestro país puestos de trabajos, la posibilidad de estudiar y nunca han sido rechazados por su color u origen y sus condiciones laborales han sido las mismas que la de los dominicanos, incluso con ventajas ya que por su condición de ilegales no pagan impuestos, no aportan a la seguridad social, sin embargo reciben la misma atención que reciben nuestros conciudadanos cuando asisten a los hospitales públicos.