Nuestro ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, se quejaba con razón, de que los automovilistas no respetan las ambulancias del Sistema de Emergencias del 911, como tampoco respetan la de ninguna otra institución.
Este servicio, como sabemos, ha tenido una gran acogida y los resultados hasta ahora han sido excelentes y de eso debe sentirse muy satisfecho el licenciado Montalvo, quien ha puesto gran interés en el éxito del mismo.
Que no se ceda el paso a las ambulancias es una señal de lo mal que anda el tránsito y las cosas en nuestro país. Hace poco fui testigo de la desesperación del conductor de una de ellas que transportaba a un paciente en estado crítico, cuando intentaba avanzar en la famosa esquina de “Pinturas” y nadie hacía caso de la sirena, ni de las señas que hacía para pedir que le abrieran el paso. De seguro, muchos han presenciado experiencias como ésta.
Como somos más que especiales, también hemos visto que es muy común que los vehículos que vienen detrás de las ambulancias, se dedican a perseguirlas para avanzar y salir más rápido de los tapones.
Lo peor es que muchas veces la culpa no es sólo de los conductores, sino también de las autoridades que observan estas irregularidades sin inmutarse.
Cuando regresaba el domingo de la región del Cibao, al cruzar por el tapón de Piedra Blanca, provocado por la construcción de un elevado para facilitar el tránsito en ese segmento de la autopista, pensé en el problema de las ambulancias y el del tránsito en general. Muchos miembros de la Defensa Civil y unidades de patrullaje del Ministerio de Obras Públicas trataban de agilizar y organizar el paso vehicular; sin embargo muy pocos respetaban las señales y las indicaciones.
Este grupo insistía en avanzar por los paseos y luego pretendía integrarse a uno de los carriles, sin importarle a quien se llevara de encuentro. Había carros de todo tipo, incluyendo Jaguar, Lexus y marcas similares. El irrespeto al orden y a las leyes de tránsito es inherente a todos los estratos sociales.
El mes pasado nuestra familia recibió unos parientes políticos de El Salvador que venían al país por primera vez y, entre otras cosas, nos confesaron que así como quedaron maravillados por nuestras bellezas naturales y la amabilidad de nuestra gente, se quedaron pasmados por el desorden del tránsito y no se atreverían a conducir un vehículo aquí.
El tránsito es un reflejo del desorden y la falta de institucionalidad del país. Es momento de tomar cartas en el asunto. Cada cual que cumpla con su parte, ya sea de realizar estudios para ordenamiento de la circulación, de colocar una clara señalización, de planear y llevar a cabo campañas de educación vial de gran alcance, de hacer más eficiente la labor de los agentes de AMET.
Y, sobre todo, de hacer cumplir las reglas a todos por igual, sin tener en cuenta de que el que infrinja la ley se trate de un político o cualquier persona con alguna cuota de poder o a los empresarios que portan tarjetas personales firmadas de algún militar de alto rango.
Por el bien y seguridad de los conductores y pacientes de las ambulancias, y más aún, por el nuestro y el de nuestros familiares, por una convivencia más armoniosa y por la sana higiene mental de la población, exijamos y aportemos todos a la mejoría del tránsito.