Batey 8, PROV. INDEPENDENCIA.- El Batey 8, en la provincia Independencia, es la misma fotografía del resto de estos bateyes con nombres de números que, como los de Bahoruco, conforman los predios agrícolas del ingenio de la provincia Barahona, también enclavada en el mapa de la pobreza de la República Dominicana.En estos polvorientos callejones, cobijados por un mismo sol y una misma estampa para todos sus habitantes, la miseria también está en cada rostro, en cada bohío y en cada imagen viva o inanimada.
Aquí, el uso masificado del celular no es un parámetro para medir bonanzas o un indicador de crecimiento económico o de mejoría en la calidad de vida de sus habitantes.
Ni tampoco es sólo una percepción. Las estadísticas desnudan la realidad que se vive en estos cañaverales. El más reciente estudio del Banco Mundial, divulgado en abril de 2009, sostiene que el 47.3% de los residentes en los bateyes de las provincias Bahoruco e Independencia viven por debajo de los niveles de la pobreza.
Niños que visten de camisones, o simplemente caminan desnudos y descalzos con una sonrisa de inocencia mientras se bañan en el canal que cruza el batey.
Mujeres que no preden al mediodía, ni talvez a ninguna hora, el fogón para hervir los víveres que sus maridos prometieron traer al bohío, pero que no aparecen aún en el ocaso del día.
Son las carencias de una subsistencia pesaroza, carencias que no tienen horario, porque es la rutina de las necesidades.
Pero esa es la vida del Batey 8, la vida en cualquiera de estos bateyes consumidos por una fragua que les devora como al carbón o a la leña del palo arrastrado desde el barranco donde lo abandonó la última crecida del río.
Es esa también la larga distancia, esa que separa la comarca, la que también tienen que caminar, día a día, quienes osaron quedarse y no emigrar a los atestados recodos de las ciudades.