Bonó y la estructura social

La sociedad dominicana vista por el lado de sus manifestaciones periódicas convulsivas, deja en el espíritu un hondo sentimiento de pesar y de tristeza. El espectáculo de un pueblo turbulento, mal avenido siempre con el gobierno que acaba de elegir,&#8

La sociedad dominicana vista por el lado de sus manifestaciones periódicas convulsivas, deja en el espíritu un hondo sentimiento de pesar y de tristeza. El espectáculo de un pueblo turbulento, mal avenido siempre con el gobierno que acaba de elegir, y el de este gobierno siempre descontento con la ley que lo ha creado; del primero, conspirando o en actitud de conspirar contra el segundo, y éste demoliendo o amagando demoler las leyes que protegen al ciudadano, bajo el falaz pretexto unos y otros de encontrar por esos rumbos el camino de la libertad, del reposo y del orden… La historia no nos presenta otros ejemplos en los pueblos trabajados por una larga anarquía y todo hombre prudente que la ha estado estudiando con fruto da por perdida en tiempo más o menos próximo, a una República que no ha dado pruebas suficientes de tener los elementos necesarios para gobernar y dejarse gobernar, que es la vida regular de las naciones…. Pedro Francisco Bonó, Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas… (fragmento) [i].

Al leer de nuevo este texto, sentí que había sido escrito ayer, hace un año, dos años, diez años; pero no, este ensayo de Pedro Francisco Bonó data de la segunda mitad del siglo XIX.  Tal parece que nuestro país avanza y retrocede, una y otra vez, en una dinámica y ritmo dolorosamente constante.

Este texto, que algunos sociólogos han denominado como el primer ensayo sociológico sobre la sociedad dominicana, retrata la estructura social de nuestro país en un momento convulso políticamente y de cambio radical en el plano económico, con la presencia avasallante del azúcar en el mundo de los productos de agro exportación. Raymundo González [ii] sostiene que el ensayo “Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas” representa una verdadera ruptura con el proyecto y pensamiento liberal de parte de Bonó con sus contemporáneos totalmente imbuidos de la ideología del progreso, pues, afirma el historiador y amigo, Bonó critica duramente la forma tan superficial como abordaban sus colegas las transformaciones económicas que ocurrían  y el rumbo que le imprimían a la nación en su totalidad. Bonó criticaba la forma alegre que los intelectuales contemporáneos clamaban y apoyaban  la ideología del progreso.

En el ensayo Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas, Bonó inicia su reflexión definiendo al pueblo. Afirmaba que el dominicano era un gran trabajador, con gran fuerza muscular, “solo le falta que medidas insensatas no obstruyan de continuo la legítima aspiración de su trabajo, que lo dejen mover a sus anchas en sus faenas y que sus ahorros no lo esparzan a todos los vientos los ardientes partidarios del progreso…” (p.22).

Bonó diferencia ampliamente a los sectores sociales que intervienen en el proceso productivo, especialmente relativos a la ganadería y la agricultura.  Su posición está claramente identificada con la clase trabajadora. Observa que por doquier se veían muchos serones de tabaco atestando los almacenes y un enjambre de  trabajadores de ambos sexos “apartando, enmanojando, pesando y enseronando. Veo las tiendas atestadas de compradores…. en una palabra hay una circulación de riquezas…”. (p. 24). Sin embargo, la vida de los trabajadores era miserable, tristemente miserable.

En esa lógica, Bonó prosigue su reflexión, poniendo como ejemplo la inexistencia de futuro para los campesinos. Toma como ejemplo el caso de un joven labrado que al llegar a mayoría de edad, le gustaría, como es lógico, emanciparse, pero su deseo estaba plagado de obstáculos e incertidumbres:  “Su pobre padre estanciero o ranchero no le da ni puede darle más que algunos cordeles de tierras de montes. En el primer año por un esfuerzo, el mozo tala, tumba, cerca, habita y siembra unas tantas tareas…; y en el segundo año, por otro esfuerzo, apropia materiales para un bohío que fabrica con su hacha y su machete, Ya tiene vivienda y comida…y entonces se casa…”. (P. 25). Las cosas no mejoraban, decía el intelectual, sino que empeoraban porque la nueva familia sólo tenía la opción de endeudarse para sobrevivir, guardando la esperanza de que el amo se apiadara de él, pero no era así. En esa lógica, afirma Bonó, el único que ganaba era el comerciante extranjero, en la cadena de deudas: el jornalero le debía al tendero y este al mercader  que se quedaba con las mayores ganancias.

El pensador cibaeño  aseguraba que los trabajadores eran los que salvaban al país. Una nación cuya economía dependía del mercado internacional, que sufría los vaivenes de los precios internacionales; contaba con un grupo de seres, que viviendo en la más terrible miseria seguían cultivando esos cultivos mágicos que eran enviados a los mercados europeos y norteamericano, como eran el café, el cafaco, el tabaco y la caña. Sus palabras son demoledoras, cuando se refiere al caso de los tabaqueros:

El labrador cibaeño…ha insistido en sembrar tabaco y con esto ha salvado a la República en todos sus azares, la está salvando hoy y la salvará mañana, a pesar de de sequías, de lluvias, de huracanes; a pesar de revoluciones diarias de sangre y fuego como las del país; a pesar de guerras de predicación y de impuestos internos y externos..o liga aduanera…Y el cibaeño insistirá por mucho tiempo, porque no divisa en el horizonte los elementos indispensables de otro cultivo a que pueda dedicarse con mayores rendimientos…Pero…nunca ha ayudado o mejor combatido por obstáculos naturales y artificiales, no ha podido pasar el mínimum de toda su pujanza. Los resultados cada día más negativos iban abatiendo poco su energía, hasta que arreglos nuevos del taller de esta industria sugerido a los interesados por sus desastres están cambiando su faz, y permitirán al tabaco cibaeño seguir luchando con las inmensas masas de productos similares arrojados por otras naciones en los mercados de consumo. (pp. 26y 27).

A lo largo del ensayo, interesante y bien escrito, Bonó critica a los usureros, a los comerciantes que solo piensan en sus ganancias y al Estado porque en su propio desorden y su necesidad de dinero eran incapaces de diseñar verdaderas políticas públicas que no sólo  protegieran al trabajador, sino que permitieran al país encaminarse por senderos de bienestar y no por ese falso discurso del llamado progreso.

Sus reflexiones, como era lógico, cayeron en el vacío. Por eso expresaba en la nota final un sentimiento de desaliento, de desesperanza, porque el país parecería que estaba dominado por los ambiciosos:

Debo agregar también que a medida que avanzo en mi trabajo, el desaliento va apoderándose de mi espíritu. Todo lo verdaderamente bueno que observo se ha hecho o está en camino de hacerse, fue o es debido a la iniciativa de los ciudadanos; nada se debía a los gobiernos…ellos solo aparecen en el movimiento y desarrollo del trabajo del dominicano como barrera sistemática. En la historia patria, solo se registran dos o tres disposiciones que protejan el trabajo del pueblo…Las leyes…son las de los impuestos, las draconianas de seguridad, las de concesiones a extranjeros y las constituciones de monopolios…¿Y a quién acusar? ¿A los gobiernos? ¿Cómo acusarlos cuando han sido tantos, de matices tan variados y cuando por numerosa y repetidas toda la clase directora por completo ha sido gobierno? ¿Se acusará a esta clase? (P. 64).

Al releer este trabajo confieso que me quedé sin aliento. Bonó describía estos sentimientos que le atormentaban su alma  acerca de una realidad que se produjo hace más de cien años, pero muy bien podrían describir lo que sentimos hoy.
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[i] Las citas utilizadas fueron tomadas de la obra editada por el Archivo General de la Nación, “Pedro Francisco Bonó. Textos selectos”, Volumen XXIX, Colección Juvenil, Santo Domingo, 2007.
[ii] Ibídem, prefacio de la obra, p.17.

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