Ante la acción del traidor, fortalecer la buena amistad

Introducción Los seres humanos no estamos formados para acumular pesares y agravios que sólo generan mortificaciones, sinsabores; lo más conveniente es buscar la forma de descargar, expulsar de nuestra mente todo lo…

Introducción

Los seres humanos no estamos formados para acumular pesares y agravios que sólo generan mortificaciones, sinsabores; lo más conveniente es buscar la forma de descargar, expulsar de nuestra mente todo lo que significa perturbación.
No debemos aceptar en silencio aquello que desajuste nuestro estado de tranquilidad espiritual, y contribuya a trastornar el normal desenvolvimiento de nuestras vidas.

Debemos tratar de recobrar la calma lesionada por el acto de quien se siente mal con la paz de los que creemos en las cosas buenas y bonitas, como la lealtad, y no en las malas y feas, como la traición.

Así como expresamos por escrito las cosas hermosas, fruto de la convivencia civilizada y sincera, también tenemos que estar dispuestos a manifestar aquello que, como la acción del traicionero, vivamente nos lesiona.

I.- Firmeza y debilidades

1.- El hecho de haber llegado a la tercera edad, vivo y viable, es para mí algo que aprecio, y una satisfacción porque, dentro de mis posibilidades, me ha permitido servirle a mi país, lo que haré con gusto hasta que desaparezca del mundo de los vivos.

2.- Si hago una evaluación de lo que ha sido mi existencia desde el momento de mi nacimiento hasta ahora, el balance que saco es que la vida me ha dado más que lo que le he pedido; ella ha sido sumamente generosa conmigo, caritativa en extremo; sería un ingrato si no reconociera su nobleza.

3.- En la oscilación de la supervivencia debo tomar en cuenta mi origen social, el círculo familiar y la situación económica miserable en la que me tocó nacer y desarrollarme; sólo recordando ese pasado amargo, puedo valorar dulce y positivamente el presente.

4.- De mi temperamento puedo decir que mi mamá me formó con una disciplina rígida en la que nunca han tenido espacio los lamentos; los momentos difíciles los enfrento con la firme determinación de salir airoso; no permito que me derrote la tristeza; en lugar de angustiado procuro sentirme gozoso; lo difícil trato de verlo fácil, lo aflictivo como agradable.

5.- Estoy preparado para resistir, soportar los peores martirios; afrontar cualquier adversidad; aguantar los peores dolores sin transigir en lo más mínimo, ni doblegarme ante la prepotencia. No estoy revestido de gran valor, pero no le temo a la muerte.

II.- La traición me golpea

6.- Como todo ser humano tengo mis debilidades, y una de ellas se presenta cuando me siento traicionado. Me transformo por completo, de una persona firme y segura me convierto en débil e inestable; de animado me presento apático.

7.- La traición cambia mi estado de ánimo; me debilita; la decisión, los bríos, y el ímpetu decaen; el ardor se me apaga, la determinación la reduzco hasta sentirme decaído, desalentado por completo. No me explico por qué la traición ataca lo más profundo de mi alma, hasta el punto de que me siento destruido, aniquilado; soy una persona, abatida, apabullada, rara, desazonada.

8.- La intensidad como quiero a las amigas y amigos me llevan a sentirme derrotado, golpeado, una vez compruebo que he sido víctima de un traidor a quien creía leal; la felonía la detesto; ante ella me siento otra persona; no estoy formado para lidiar con el felón a quien considero capaz de lo peor.

9.- La deslealtad no la digiero; no la acepto bajo ninguna circunstancia; la desprecio sin atenuación alguna, porque sólo conozco la entrega, la sinceridad franca, abierta y sin dobleces; una relación entre amigos y amigas la veo contaminada desde que desaparece la sinceridad; en lo adelante no tiene razón de ser.

10.- Me resulta difícil aceptar que he sido traicionado por alguien a quien había profesado cariño, trato amable, devoción sin límites; un querer sin cortapisas, y de un momento a otro, en un santiamén, hacia mí descubro, en la otra parte, envidia, odio, aversión y trato desdeñoso.

11.- La traición, esa parte feísima de la especie humana, la he venido a conocer ahora, en mi tercera edad; en mi niñez y juventud siempre me sentí rodeado de amigas y amigos sinceros, personas de una sola pieza, me generaban absoluta confianza.

12.- Aquel que no me conoce no llega a comprender lo que para mí significa un acto de engaño; es algo que no tengo en mi código mental. De ahí lo duro que recibo el golpe del traidor.

13.- Para mí resultó sumamente difícil descubrir que personas a las cuales creía sinceras, de un momento a otro me han sorprendido con una traición. Habría preferido morir antes que saber de su traición hacia mí, aunque sé que es mucho pedirle a un traidor que sea sincero.

III.- Algunos rasgos del traidor

14.- He llegado a la conclusión de que el traidor es un ser que nace con condiciones para la falsedad, porque no es posible pasar de bueno a malo, de bondadoso a malvado, de benévolo a egoísta, de piadoso a cruel y de provechoso a perjudicial.

15.- La sinceridad no es algo que se pierde en un abrir y cerrar de ojos; el falso, el hipócrita, el disimulado tiene fija en el fondo de su alma la sinuosidad, que es la base para poner en práctica vicios como la traición, la deslealtad y la retorcida condición de falso.

16.- El traidor ejecuta la traición en forma calculada, no actúa en base a suposiciones ni conjeturas; reflexiona para su proceder y así obtener el fin perseguido; sabe cuándo simular ser ardoroso y cuándo lo hace en forma helada; en qué momento debe estar tranquilo, sereno, y cuándo presentarse alborotado, hacer ruido y hacerse sentir.

17.- Una de las actitudes más hirientes del traidor es el factor sorpresa por el hecho de siempre haber simulado lealtad, impresiona, asombra cuando pone en práctica la traición; causa estupor, siembra el desconcierto; se comporta calmado, sereno, lo que hace que el traicionado se sienta confundido.

18.- La víctima de la traición es atrapada desprevenida, porque no la esperaba; ella proviene de aquel en quien había depositado confianza. El traicionero no avisa a quien simula ser su amigo, a quien caza impresionado, alarmándolo, creándole sobresaltos y consternación.

19.- No podemos ignorar que desde el momento que el ser humano vive en sociedad está expuesto a la traición; por muy inteligente y sagaz que usted sea, puede llegar a ser víctima del traidor, quien siempre se la ingenia para ejecutar su acción perversa.

20.- Quien está formado en la sinceridad no puede pronosticar la traición; por muy fogueado que esté en la vida, jamás puede vaticinar que será traicionado por aquel que tenía como la continuación suya. El simulador de sincera amistad engaña por igual al perspicaz como al torpe.

IV.- Reflexiones finales
21.- Los farsantes en su accionar traicionero van de la mano con los que simulan sinceridad. Los deshonestos no saben ni les importa los daños que causan a sus víctimas a las cuales aparentan amistad y, finalmente, las hieren con la perfidia y la alevosía de la traición.

22.- No todas las personas estamos en condiciones de recibir, soportar la traición. Es imposible tranquilamente aceptar ser traicionado por aquel que creía era tu amiga o amigo. Ninguna persona sana y sincera está preparada para sobrellevar los pesares que genera la deslealtad; nunca se espera de los amigos cosas deshonestas, miserables, ni mezquindades.

23.- A medida que el tiempo transcurre, y el medio social dominicano se agrieta, en él se desarrollan los que están preparados para fingir y simular verdadera amistad. La lealtad, la fidelidad escasea en el mismo grado que se prostituye el ambiente donde nos estamos moviendo.

24.- En lo que a mí respecta, los actos de traición en mi contra los he convertido en más afecto, devoción y apego hacia mis leales amigas y amigos, a los cuales les he profundizado querer, predilección y total inclinación.

25.- Al traidor no le guardo rencor alguno, porque estoy educado para dar cariño, y no sé odiar a quien ha ocupado un espacio de afecto, gratitud en mi corazón, aunque después me traicione; sólo le ignoro. El resentimiento, la inquina y la tirria, como taras que dañan, no están en mi mente porque no alimentan el alma.

26.- De los traidores me he olvidado; los he eliminado, borrado, desprendido de mi cerebro; de ellos procuro retener sólo su despreciable acto de traición, para recordarme que con personas de su calaña no debo establecer ningún tipo de relación, porque generan mala cizaña, discordia y contaminan la palabra amistad.

27.- Después de la traición y el decaimiento que ella me produce, procedo a levantarme con más fe y bríos para continuar la vida normal; me dispongo liberarme de los pesares, prepararme para no ser nuevamente víctima de la traición; procuro no preocuparme ni sentirme inquieto; olvido las mortificaciones y aflicciones; condiciono mi mente para estar despreocupado y tranquilo, libre en lo absoluto.

28.- Una vez salgo del tormento que me produce la traición, me armo para valorar más y más a los amigos y amigas que me quedan; les veo en relieve, me lucen prominentes, llenos de grandeza. Siento que cada uno de ellos es, algo así, como un trofeo, un premio; me hago de cuenta que son victorias, logros que he alcanzado por conservarlos como camaradas puros.

29.- Ante la perturbación que me produce el descubrimiento de la traición, posteriormente aparece en mí la tranquilidad espiritual. Se recompone el estado de ánimo estropeado por el traidor; logro restaurar la alegría y templar la voluntad debilitada.

30.- Luego de ser víctima de la traición, a los leales amigos y amigas les veo como una especie de consuelo, un alivio después del golpe, lo que llega a fortalecer mi ánimo golpeado por el traidor; el aliento que hacía falta para vencer el desánimo.

31.- La traición me lesiona, pero me trae algo positivo: me acerca más a los leales amigos y amigas; me permite fortalecer la armonía con ellos y consolidar los afectos; motivarme más a la afinidad e impulsarme a refrescar la perseverancia hacia las amigas y amigos sinceros; entregarles más mi lealtad, para que los vínculos afectivos sean más nítidos, logrando así aislar cualquier disonancia; todo con el fin de robustecer, afianzar los vínculos de amistad.

32.- No obstante haber sido víctima de la traición de individuos a los cuales consideraba la prolongación de mi persona, no he perdido el sentido de creer en la amistad, la camaradería y la confraternidad, acompañándola siempre del trato afectuoso, afable y franco.

33.- Finalmente, en lo adelante para mí todo será paz, la misma que desapareció al conocer de la traición; la serenidad y el sosiego toman su imperio; mi alma disfrutará quietud, ya no existirá aturdimiento, me sentiré imperturbable, como antes de descubrir que a quien toda mi vida creí era mi amigo, resultó ser un vulgar traidor, resentido y envidioso.

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