A Harold lo conocí en el colegio, él fue compañero de curso de uno de mis hermanos. Siempre admiré su ingenio y su capacidad de transmitir a través de caricaturas, a modo de chiste, las tristes realidades de nuestro país. Siempre usó su pluma para el bien y vivió honradamente de su trabajo. Cuando estuve en la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), trabajó en una de las campañas publicitarias de esta institución.
Como a muchos, su muerte me sorprendió. Lamento mucho la ida precipitada de este gran amigo y ciudadano. En muchos hogares dominicanos, incluyendo el mío, harán falta cada mañana las ocurrencias de Diógenes y Boquechivo.
Nos queda la interrogante sobre cuál hubiera sido el comentario entre ellos sobre los lamentables hechos ocurridos el mismo día del entierro de su creador.
Tal vez, les hubiera resultado insólito que el partido que obtuvo un 47% de las votaciones en las pasadas elecciones y que por tanto debía ser el mayor representante de la oposición, se prestara a un espectáculo tan lamentable y bochornoso como el escenificado frente al país y al resto del mundo.
Un espectáculo que es difícil de explicar a nuestros niños y jóvenes a quienes el día anterior le predicábamos los valores duartianos.
Un espectáculo que en nada favorece a nuestra imagen como nación. Los turistas y los inversionistas preferirán otros países que no les recuerden al viejo oeste, donde las diferencias se resuelvan civilizadamente.
En la última caricatura Harold nos deja su preocupación sobre la baja estima en que ha caído la figura de Duarte, si la tuviéramos viva entre nosotros y siguiéramos sus principios democráticos y sus ejemplos de civismo y desapego del poder, de seguro, hechos como éstos nunca se hubiesen producido. Hoy cobra más vigencia que nunca una de sus frases: “Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la patria.”
En estos momentos el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) tiene una deuda moral con la nación que debe reparar rápidamente. Gracias a Dios, percibimos que algunos de sus dirigentes serios, emblemáticos, están muy conscientes de esto y sienten la misma indignación y la misma vergüenza que el resto de la ciudadanía, por eso, buscan la manera de redirigir sus ideales y actuaciones para ponerlas a la altura de los más puros intereses de nuestro país.
Retomemos los ideales de Duarte, seamos modelos de ellos, trabajemos juntos, dejando de lado divisiones improductivas. Solo así empezaremos a visualizar un mejor presente y un mejor futuro para nuestra juventud.
Hoy Harold tendría mucho material para sus caricaturas, pero ya descansa y no está al tanto del acontecer nacional. A su familia, mis condolencias. La muerte es algo que aún no comprendemos. Que le sirva de consuelo saber que su legado permanece y el servicio que prestó a la nación no cayó en saco roto. Él sigue vivo en el corazón de tantas personas que lo apreciábamos y lo admirábamos en esta tierra.
“Siempre usó su pluma para el bien y vivió honradamente de su trabajo”.