Juan Bosch nos enseñó que cuando una persona asume la responsabilidad de participar en la vida política, sobre todo si ha desarrollado algunas condiciones de liderazgo, debe estar consciente de que sus acciones y su conducta están sujetas al juicio de sus contemporáneos y futuras generaciones.
El maestro de la política dominicana nos enseña, con la visión de un hombre de su categoría, que la vida de un político no puede ser enjuiciada de forma fragmentada. Para Juan Bosch los conceptos de éxito y fracaso son relativos, pues afirma que “un político en la cúspide del poder podría ser un fracasado, y en medio de una tenaz persecución podría estar labrando el más rotundo de los éxitos”.
En esa perspectiva, plantea lo implacable que resulta el juicio de la historia, básicamente para los hombres y mujeres que se dedican a la actividad política. Reiteraba que quienes aspiran a detentar el poder, y en efecto lo detentan, sólo alcanzan valor real cuando salen indemnes del juicio de la historia. En su concepción, el triunfo no radica en alcanzar el poder, sino más bien, en merecerlo.
Las y los ciudadanos que asumimos un compromiso político, debemos estar conscientes de que estamos construyendo nuestra propia historia. Debemos entender que la única verdad que germina en el difícil terreno de la política, como en el de la vida misma es, como afirmara Juan Bosch, que cada pueblo, como cada ser humano, tiene su propia historia y que la ruta para avanzar hacia el futuro es la que esa historia señala, con el auxilio de sus experiencias y sus fuerzas.
En esa perspectiva, es importante recordar que Juan Bosch no sólo ha dado lecciones de moral a través de sus escritos. Su vida misma es un testimonio claro de decoro, dignidad, vocación de servicio y patriotismo. Pedro Vergés al prologar el libro Antología del Pensamiento de Juan Bosch, de Justo Pedro Castellanos, dijo: “Juan Bosch pertenece a la especialísima categoría de los que, por mil y una razones, se convierten en representativos de una época, en ejemplo y estímulo de una o de varias generaciones”.
Tal y como podemos apreciar, la vida política es muy compleja. Demanda una gran responsabilidad personal, pero sobre todo, un gran compromiso con la sociedad y con los ideales y principios que asumimos, para poder constituirnos en verdaderos ejemplos para alcanzar la sociedad a la que aspiramos; porque todas y todos los políticos estamos sujetos al juicio de la historia. Para ese propósito debemos entender que el comportamiento de los políticos debe constituirse en un ejercicio de veracidad y de respeto a la verdad.
Las y los políticos debemos asumir que como sostuvo Bosch:“El hombre completo no denigra, no falsea, no miente para beneficiarse o para perjudicar a los otros, porque el deber del hombre como ser individual y como ser social, es convertir en hecho aquello en que cree y debe cumplir con ese deber aunque sepa que a él no le tocará, como dijo Martí, sentarse a la sombra del árbol que siembra”.
Estas reflexiones nos permiten reiterar la necesidad de estar conscientes de la enorme responsabilidad histórica que asumimos los y las que nos dedicamos a la actividad política.