Los muchos quehaceres conllevan grandes sacrificios y llegar lejos no necesariamente es llegar alto. En una ocasión entrevistaron a un buen amigo que había logrado prácticamente todo, estaba en la cúspide de su carrera y un agudo reportero le preguntó: ¿cuál es su próxima meta? El, mirándole fijamente dijo: ¡el cielo! Inmediatamente le precedió un, “explíquese”. Bueno -dijo mi amigo- en el camino a mis metas, descuidé mi relación con Dios, y desde aquí ha sido muy fácil visualizar que “la cima” es sólo el otro extremo de “el suelo”.
De igual manera, antes de llegar, muchos cambian el amor por los grandes amores, las buenas relaciones por las grandes raciones, la paz por la estabilidad y la comunión con Dios por las conexiones con los hombres.