Santo Domingo.- Caminar con paso firme no sólo puede servir para sortear a los paseantes lentos o llegar puntual a una cita. Según una investigación llevada a cabo por la Universidad de Glasgow y publicada en la revista médica Heart, esta sencilla actividad puede reducir de manera sustancial el riesgo de padecer arritmias cardíacas, particularmente la fibrilación auricular.
El trabajo, citado por The Times de Londres, analizó información médica y de comportamiento físico de más de 421,000 adultos británicos, algunos de los cuales llevaban dispositivos de seguimiento para registrar su actividad diaria.
Tras un seguimiento medio de 13 años, los investigadores detectaron un patrón claro: las personas que caminaban a un ritmo más rápido presentaban una notable menor incidencia de alteraciones en el ritmo cardíaco.
El ritmo como indicador de salud cardiovascular
Los participantes fueron clasificados en tres categorías según su velocidad al caminar: ritmo lento (menos de 4,8 km/h), ritmo medio (entre 4,8 y 6,4 km/h), y ritmo rápido (más de 6,4 km/h).
Durante el período de observación, aproximadamente 28,000 individuos desarrollaron algún tipo de trastorno del ritmo cardíaco, pero los datos revelaron una diferencia significativa en función de la velocidad al andar.
Quienes caminaban a un ritmo medio o rápido mostraron una probabilidad un 27% menor de sufrir arritmias. En el caso de los caminantes rápidos, la reducción del riesgo ascendía al 39%, incluso después de aplicar controles estadísticos para factores como edad, sexo y estilo de vida.
Estos resultados fortalecen la evidencia previa de que caminar no solo es beneficioso para el estado físico general, sino que puede tener un impacto directo sobre la función cardíaca.
Más allá del ejercicio: implicaciones clínicas y fisiológicas
Los autores del estudio subrayan que esta asociación es “biológicamente plausible”. Es decir, que existen mecanismos fisiológicos reconocidos que explican la relación entre caminar rápido y una mejor salud cardiovascular.
El ejercicio a ritmo elevado contribuye a mantener un índice de masa corporal adecuado, reduce la inflamación sistémica y mejora el perfil metabólico de quienes lo practican.
Todos estos elementos están directamente relacionados con un menor riesgo de desarrollar fibrilación auricular y otras formas de arritmia.
Estas alteraciones del ritmo cardíaco, si no son tratadas adecuadamente, pueden desembocar en complicaciones graves como accidentes cerebrovasculares, insuficiencia cardíaca e incluso paro cardíaco.
La fibrilación auricular, en particular, implica un latido irregular o acelerado que interfiere con la capacidad del corazón para bombear sangre de forma eficiente. Además, puede estar causada por factores como hipertensión arterial, antecedentes de infarto, infecciones virales o el uso prolongado de ciertos medicamentos.
Un reflejo de la desigualdad social y de género
Otro aspecto relevante del estudio es el perfil sociodemográfico de los participantes que caminaban más rápido. En promedio, eran hombres, residentes en zonas menos desfavorecidas y con estilos de vida más saludables.
Presentaban también menor peso corporal, menor circunferencia de cintura, niveles más bajos de glucosa y grasa en sangre, y una mejor fuerza de agarre, indicadores asociados a una buena condición física general.
Este hallazgo refleja, además, cómo ciertos factores estructurales —como el nivel socioeconómico y la calidad del entorno— pueden influir en los hábitos de movilidad diaria y, en consecuencia, en la salud cardiovascular.
La práctica de caminar rápido, aunque accesible en principio, está también determinada por las condiciones de vida de cada persona.
Una recomendación con fundamento clínico
Emily McGrath, enfermera especializada en cardiología de la Fundación Británica del Corazón, destacó la importancia de estos resultados para la práctica médica cotidiana.
“Este estudio respalda lo que ya sabemos sobre los beneficios del caminar: ayuda a reducir la presión arterial, disminuye el riesgo de diabetes y favorece el mantenimiento de un peso saludable. Todos estos factores están interrelacionados y contribuyen a prevenir tanto arritmias como otras enfermedades cardíacas”, explicó.
Los investigadores, por su parte, sugieren que estos hallazgos deben incorporarse con mayor fuerza a las recomendaciones oficiales sobre ejercicio físico.
La promoción de un ritmo de caminata más acelerado no implica necesariamente un aumento del tiempo dedicado a la actividad física, sino una mejora en su intensidad. En otras palabras, no se trata solo de caminar más, sino de caminar mejor.
Una herramienta sencilla para una amenaza silenciosa
En un contexto donde las enfermedades cardiovasculares siguen siendo una de las principales causas de muerte a nivel global, este estudio aporta un mensaje poderoso: una actividad cotidiana como caminar puede ser, si se practica con suficiente intensidad, una herramienta efectiva para la prevención.
El valor de esta investigación radica también en su escala poblacional y en la duración del seguimiento, lo cual refuerza la solidez de las conclusiones. Frente a intervenciones médicas costosas o de acceso limitado, caminar rápido se perfila como una solución simple, económica y al alcance de la mayoría.
Como recordaron los autores en la publicación original, este es el primer estudio que investiga en profundidad los mecanismos metabólicos e inflamatorios que podrían explicar el vínculo entre velocidad al caminar y salud cardíaca.
Su conclusión es contundente: caminar más deprisa podría marcar la diferencia entre una vida saludable y el desarrollo de condiciones cardíacas potencialmente letales.