La República Dominicana cuenta con leyes y reglamentos que, en materia de construcciones de obras públicas y privadas, exigen todo lo necesario, a nivel de permisología e ingeniería, para autorizar toda nueva construcción, con el fin de garantizar seguridad a la población.
Sin embargo, a nivel de revisión periódica de la integridad y la seguridad de las estructuras e infraestructuras, existe un vacío legal y procedimental que urgentemente debemos llenar, afirma el ingeniero Osiris de León, miembro de número de la Academia de Ciencias RD, que preside la Comisión de Supervisión de Infraestructuras Públicas ante el Cambio Climático.
A juicio de Osiris de León, casi todas las estructuras formales, en su etapa inicial, cumplen los requisitos estructurales establecidos en nuestros reglamentos, con buena práctica de ingeniería. Sin embargo, transcurrido el tiempo, cualquier estructura puede quedar afectada en su integridad por vibraciones resultantes de excavaciones vecinas, por vibraciones sísmicas frecuentes en nuestra región, por vibraciones ambientales del tránsito pesado y de grandes plantas eléctricas vecinas, por lluvia ácida que deteriora el hormigón, por salitre que junto a la lluvia ácida corroe el acero de refuerzo del hormigón, lo que amerita que, cada cierto tiempo, las estructuras, sobre todo aquellas que son sensibles porque reciben mucho público, deben ser obligatoriamente revisadas en su totalidad.
En las ciudades donde hay roca dura, como Santo Domingo, San Pedro de Macorís, La Romana, Punta Cana-Bávaro, las estructuras construidas sobre la roca tienen muy buena respuesta sísmica gracias a esa roca dura, pero muchas veces se proyecta alguna nueva construcción vecina, que requiere una excavación con retromartillos o compresores neumáticos que generan vibraciones de alta frecuencia que actúan como pequeños sismos acumulados y agrietan construcciones ya existentes, reducen su resistencia inicial a la compresión y al esfuerzo cortante que, sumado a otros factores ambientales, puede comprometer la seguridad estructural, especialmente si ocurriese un fuerte terremoto al que estamos expuestos en esta región, indica Osiris.
Otro factor que incide en el deterioro gradual del hormigón, según De León, es la lluvia ácida, la que se acidifica por el alto contenido de dióxido de carbono (CO2) presente en la atmósfera, y esa lluvia, acidificada por el ácido carbónico (H2CO3), con el paso de los años, tiende a disolver químicamente parte del carbonato de calcio (CaCO3) presente en el cemento del hormigón, y ese efecto reduce parcialmente la resistencia inicial del hormigón, y aunque el hormigón se diseña para una resistencia a la compresión superior a la requerida, hay casos donde muchos años acumulados hacen que su resistencia caiga a niveles críticos, lo que puede ser identificado y corregido si nuestras normativas establecieran una revisión periódica de la integridad de los elementos estructurales fundamentales de cada construcción que alberga o recibe a mucha gente, como hospitales, escuelas, estadios, iglesias, teatros, y debe priorizarse el uso de agua alcalina, y no agua ácida, para los hormigones, tal y como lo hacían los constructores romanos 2 mil años atrás.