Entre el 20 de julio y el 21 de agosto de este año, Gabriel Allende, residente en la comuna de La Reina, en Santiago de Chile, consumió 975 kWh de energía. La empresa distribuidora de electricidad, Enel Distribución Chile, S.A., con la cual Gabriel ha contratado una potencia de 6,000 kW y una tarifa BT1-T6, le envió una factura donde establece que el cargo por energía consumida ascendió a 153,054 pesos (US$164.59). Dado que consumió 975 kWh, el precio que Enel le cobró a Gabriel fue de 156.98 pesos (16.88 centavos de dólar) por kWh. Este precio excluye el pago del IVA de 19%, el cual se aplica no solo sobre el monto del consumo de electricidad (energía más cargo por potencia) sino también sobre los cargos por administración del servicio, transporte de energía y arriendo del medidor que cobra la empresa distribuidora.
Gabriel es propietario de uno de los 24,848 hogares en Chile con paneles solares. Durante el período 20 de julio-21 de agosto, Gabriel inyectó 22 kWh de electricidad a la red. Por la energía que sus paneles solares inyectaron a la red, Enel le pagó a Gabriel un precio de 89.41 pesos (9.62 centavos de dólar) por kWh. El precio que utiliza Enel para comprar la energía inyectada por los paneles solares que Gabriel tiene instalados en su casa es similar al precio promedio que Enel paga a las empresas generadoras, entre las cuales se encuentran varias que generan en parques solares fotovoltaicos. En Chile, los que generan desde su casa o desde una empresa generadora, reciben de la distribuidora el mismo precio por la energía que inyectan a la red. No existe discriminación de precios que beneficie artificialmente a los hogares y perjudique irracionalmente a la empresa distribuidora.
El sistema de precios vigente en Chile para remunerar a los hogares que tienen paneles solares y inyectan, venden o distribuyen energía a la red es el que se conoce como facturación neta (NET Billing). Alguien podría pensar que el sistema es injusto, pues mientras los hogares con paneles solares le pagan a Enel una tarifa de 16.88 centavos de dólar por kWh de electricidad consumida (energía más potencia), Enel les paga 9.62 centavos cuando los hogares inyectan energía al sistema, equivalente al 57% de la tarifa que Enel les cobra por la energía consumida. La razón detrás de la diferencia tiene su origen en el hecho de que Enel, para estos hogares con paneles solares, hace las veces de una gigantesca batería de reserva de energía que les asegura la disponibilidad de energía durante las horas en que su consumo de energía es mayor a la energía generada por los paneles, lo que ocurre durante el 60% de las 24 horas del día o hasta el 100% si, durante todo el día, la nubosidad bloquea el paso de los rayos del sol. Enel puede asegurar esa disponibilidad de suministro de electricidad debido a la enorme inversión de recursos realizada para estar en capacidad de distribuir y comercializar eficientemente tanto la energía que compra a las empresas generadores como a los hogares con paneles solares.
En Chile nadie protesta por el sistema de facturación neta. Los hogares tienen la libertad de elegir si permanecen o se desconectan permanentemente de la red. La desconexión sería posible si los hogares, además de invertir en paneles solares de gran capacidad, invierten en la instalación dentro del hogar de un gran banco de baterías que les permita almacenar la energía que necesitarán en la noche o en días nublados. Los reguladores en Chile están conscientes de que la política más absurda que podrían adoptar sería una que obligue a las empresas distribuidoras a comprar la energía inyectada por los hogares con paneles solares pagando un precio equivalente al doble del precio que las distribuidoras pagan a las empresas generadoras que producen energía, incluyendo a la que generan en parques solares fotovoltaicos. ¿A quién se le podría ocurrir que, si las EDE dominicanas pagan a las empresas generadoras en parques solares fotovoltaicos 9 centavos de dólar por kWh suministrado, a los hogares con paneles solares se les remunere el kWh inyectado a 17 centavos de dólar?
Alguien podría pensar que el sistema de facturación neta ha impedido a los hogares chilenos instalar paneles solares y limitado el avance de las energías renovables dentro de la matriz de generación de energía de Chile. Veamos. A julio de 2024, como indicamos al principio, Chile tenía 24,848 hogares con paneles solares acogidos al sistema de facturación neta, superior a los 17,755 hogares con paneles solares en República Dominicana que inyectan energía bajo un sistema de medición neta que impacta negativamente las finanzas de las EDE, pues las obliga a pagar la energía inyectada por los hogares con paneles solares a un precio que casi duplica el precio promedio pagado a las empresas que generan en parques solares fotovoltaicos.
Chile tenía en el 2014 una capacidad instalada en energía solar ascendente a 203 megavatios. El año pasado, esta ascendía a 8,475 megavatios y se estima que este año cerrará en más de 10,000, cincuenta veces lo que tenía hace diez años. En el 2003, la matriz de generación de electricidad de Chile mostraba que la generación solar fotovoltaica fue de 0%. En el 2023, representó el 20.9% de toda la generación de electricidad. Mientras en 2003, las energías renovables en Chile aportaron el 35.7% de toda la energía generada (hidroeléctrica 27%, eólica 0.8% y biomasa 7.9%), en 2023 estas aportaron el 69.1% (hidroeléctrica 30.6%, eólica 11.8%, solar 20.9% y biomasa 5.3%). Se proyecta que para el 2050, Chile tendrá 160 millones de paneles solares, es decir, más de 7 paneles por habitante.
Los reguladores o superintendentes de electricidad en Chile no son destructores de distribuidoras. Son economistas sólidos, sensatos y racionales. A ninguno se le ocurriría la adopción de un sistema que solo contribuiría a la ruina de las empresas distribuidoras, como el sistema fundamentado en el populismo empobrecedor que obliga a las empresas distribuidoras a comprar la energía inyectada por los hogares con paneles solares al doble del precio a que estas compran la energía a las empresas generadoras.
No es por casualidad que mientras en Enel Distribución Chile, S. A. cerró en el 2023 con activos ascendentes de US$2,843 millones, patrimonio de US$833 millones y beneficios de US$16.7 millones, nuestras EDE están quebradas, proyectándose que este año, partiendo del resultado de enero-agosto, cerrarán con un déficit superior a US$1,700 millones que tendrá que ser financiado con transferencias corrientes del Gobierno Central.
Sobra decir que el sistema de medición neta es regresivo: una vivienda de 1,500 m2 puede instalar paneles capaces de inyectar al sistema una cantidad de energía similar a su consumo; solo pagaría el cargo fijo de RD$59.10. Un edificio con 30 apartamentos de clase media (125 m2) y un área de techo de 250 m2, no dispondría de espacio suficiente para inyectar al sistema ni el 5% de toda la energía que consumirían esos apartamentos.
A pesar de la dramática situación financiera que exhiben nuestras EDE, la Superintendencia de Electricidad (SIE), se presta a mantener un sistema de remuneración de los hogares con paneles solares que solo serviría para continuar hundiendo a las EDE y terminar de convertirlas en escombros. No voy a enrolarme en el grupo de analistas que sostienen la existencia de una supuesta hipótesis conspirativa contra las EDE: arruinarlas completamente para luego traspasarlas al sector privado por un peso. Lamentablemente, la SIE, con sus absurdas políticas promotoras del colapso financiero de las empresas estatales de distribución, tiende a fortalecer a los abanderados de la tesis conspirativa. ¿Aparecerá alguien en el Gobierno que tome la decisión de restaurar el sentido común que se ha extraviado en la SIE?
Sin sentido común, en la SIE, la tarea de rescatar las EDE que se ha asignado a Celso Marranzini replicaría el castigo impuesto, según la mitología griega, a Sísifo: empujar una enorme piedra cuesta arriba por una montaña, la cual regresaba siempre al punto de inicio antes de alcanzar la cima. Si el sentido común no es restaurado en la SIE, el desempeño en materia de electricidad de las administraciones del presidente Abinader no será uno de los puntos luminosos que recogerán nuestros historiadores cuando actualicen los manuales de historia dominicana.