Se ha consagrado a noviembre como el Mes de la Familia, por eso el Movimiento Familiar Cristiano, mejor conocido como Emefecista, entre cuyos objetivos figura la defensa, orientación y estabilidad de la familia, lo celebra enviando a sus integrantes a dictar charlas, conferencias y/o cursillos a las instituciones que lo deseen y solicitan, así como también asignándoles a algunos de sus miembros prédicas en las misas dominicales en las distintas parroquias de esta capital.
Como miembro y simpatizante de este importante movimiento cristiano hace algunos años fui asignado a predicar en la Parroquia Santiago Apóstol, bajo la tutela hace varios años del Reverendo Padre Santelises, amigo desde hace muchos años.
Como material de orientación se me dio un trabajo titulado “La Familia, manantial de vocaciones de servicio”, que por su gran significación voy a comentar, ya que puede ser de gran utilidad para cualquier miembro de una familia que tenga a bien leerlo.
La familia cobra importancia y trascendencia debido a que es el primer grupo en el que uno hace y comienza a desarrollarse, y el pensar y actuar depende en gran medida de la influencia que uno puede recibir de los pequeños grupos con los que convive.
Pedagogos y sociólogos coinciden que durante los seis primeros años de vida, el niño adquiere más conocimientos que en el resto de todo su aprendizaje, y como es natural la mayor parte del tiempo durante ese período, el niño la pasa con la familia, donde aprende los primeros movimientos, las primeras palabras, las creencias religiosas, la lealtad, la honestidad y el amor, por lo que se afirma que la familia es la principal fuente de vocaciones de servicio.
La evolución y la complejidad que diariamente complican el desenvolvimiento mundial, ha llevado a la sociedad a quitarle a la familia algunas de las funciones que tenía en otros tiempos. Así vemos como la función religiosa pasó a las iglesias; la educativa, a las escuelas; las de salud, a las clínicas y hospitales, y las recreativas, a los clubes.
No es conveniente retornar a la antigua familia patriarcal, donde el padre lo era todo: padre, sacerdote, rey, maestro, médico, etc., pero tampoco se debería permitir que la familia olvide o descuide sus esenciales funciones como formadora espiritual, moral y cristiana de sus componentes.
La Madre Teresa de Calcuta, ganadora del premio Nobel de la Paz, y quien hace unos años visitó este país, manifestaba: “La sociedad de consumo ha hecho un mundo de cosas: un mundo de máquinas, de grandes edificios, de productos de comodidad y confort, pero ha variado este mundo de personas y de aquello que caracteriza las personas, el amor”.
De este pensamiento se desprende que en el calor de la familia y en el hogar es donde se aprende a vivir realmente el amor.
La familia no sólo es un órgano de la sociedad, sino que es la base de la sociedad, por eso la familia es la principal defensora de la sociedad, pues al reconocer y respetar los derechos de la familia se reconocen y respetan los derechos de esa sociedad:
promocionar la familia es promocionar la sociedad, que debe educar en el amor y para el amor.
Por otra parte, se afirma con razón que la sociedad es el espejo de la familia. No funciona bien el cuerpo si sus miembros están rotos o enfermos, eso mismo sucede con la sociedad cuando los miembros que la integran no coordinan sus acciones para un bien y estricto funcionamiento. Esto quiere decir que el desarrollo físico, mental, social y religioso de sus miembros debe estar bajo el control de la familia.