El thatcherismo representa un cambio fundamental en la dirección económica y política del Reino Unido, marcado por la firme creencia en la autonomía del individuo frente al Estado.
A través de un enfoque radical de desregulación económica, privatización de empresas estatales y reducción del poder sindical, Thatcher buscó reducir la intervención del gobierno en la vida diaria de los ciudadanos y fomentar un mercado libre y competitivo.
Una de las iniciativas más emblemáticas de Thatcher fue la privatización de sectores clave de la economía británica. Desde la industria energética hasta el agua y las telecomunicaciones, el gobierno de Thatcher vendió empresas estatales a inversores privados, con el objetivo de mejorar la eficiencia y reducir el gasto público.
Esta estrategia no solo cambió la estructura económica del país, sino que también promovió una cultura de propiedad privada, lo que generó un aumento en el número de accionistas y en la participación ciudadana en la economía.
Durante su mandato, Thatcher también abordó de manera decisiva el poder de los sindicatos, especialmente durante la huelga de los mineros en 1984.
Con el objetivo de reducir el control de los sindicatos sobre la política y la economía, su gobierno implementó políticas que limitaban su capacidad para organizar huelgas y ejercer presión sobre las decisiones gubernamentales.
Aunque estas medidas fueron fuertemente criticadas, lograron reconfigurar la relación entre el gobierno y los sindicatos en el Reino Unido.
Uno de los momentos clave del mandato de Margaret Thatcher fue la Guerra de las Malvinas de 1982. En este conflicto bélico con Argentina se lucho por el control de las Islas Malvinas hasta que se obtuvo la victoria.
La victoria en este conflicto no solo consolidó su imagen de líder firme y decidida, sino que también le permitió recuperar la popularidad que había perdido debido a las dificultades económicas. Esta victoria en la guerra contribuyó de manera significativa a su reelección en 1983.
A pesar de sus éxitos en la economía y en la política internacional, el legado de Margaret Thatcher es profundamente polarizador. Mientras que algunos elogian sus políticas de privatización y su enfoque en la libertad económica, otros critican su falta de enfoque en la justicia social y la inclusión.
Su visión conservadora de la sociedad, que promovía valores tradicionales como la familia nuclear y el matrimonio convencional, también fue objeto de controversia, especialmente en cuanto a los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTQ+.