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La invasión estadounidense a Panamá en 1989, conocida como la “Operación Causa Justa”, marcó un antes y un después en la historia del país centroamericano.
A partir del 20 de diciembre de ese año, miles de tropas estadounidenses se desplegaron para derrocar a Manuel Antonio Noriega y desmantelar las Fuerzas de Defensa de Panamá, dejando tras de sí una huella profunda en la sociedad y la política panameña.
La operación que se lanzo con el propósito declarado por George H. W. Bush de capturar a Noriega, quien se investigaba por narcotráfico y otras actividades ilícitas.
Sin embargo, la intervención militar tuvo consecuencias mucho más profundas.
Durante la invasión, más de 26,000 soldados estadounidenses tomaron las calles de Panamá y desmantelaron no solo el régimen de Noriega, sino también el ejército panameño, una fuerza que se creo bajo su liderazgo.
La “Operación Causa Justa” duró más de un mes, con el último combate ocurriendo el 31 de enero de 1990.
Durante ese tiempo, las fuerzas estadounidenses llevaron a cabo intensos bombardeos. Estos especialmente se realizaron en barrios densamente poblados de Ciudad de Panamá como El Chorrillo, donde la destrucción fue masiva.
Aunque el gobierno estadounidense justifica la intervención en términos de seguridad y la restauración de la democracia, las consecuencias en Panamá fueron devastadoras.
Más de 4,000 personas murieron, según algunas estimaciones, aunque el número exacto sigue siendo incierto.
Noriega se vio obligado a buscar refugio en la Nunciatura Apostólica. Finalmente, el 3 de enero de 1990, Noriega se entregó a las fuerzas estadounidenses. Estos le trasladaron a Estados Unidos, donde se le condeno por narcotráfico, lavado de dinero y otros crímenes.
Después de que lo condenaron en los Estados Unidos, Noriega lo extraditaron a Francia en 2010. Allí enfrentó cargos relacionados con el narcotráfico y el lavado de dinero.
Sin embargo, en 2011, el gobierno francés permitió su regreso a Panamá. En su país, Noriega enfrentaba más de 60 años de prisión por asesinatos y desapariciones forzadas ocurridas durante su régimen militar.
A pesar de las graves acusaciones, Noriega pasó sus últimos años en el país. Allí lo condenaron por sus crímenes y su salud comenzó a deteriorarse tras una operación cerebral en 2016.
En enero de 2017, debido a su condición, se traslado a prisión domiciliaria.
En los últimos años de su vida, Noriega pidió perdón públicamente a Panamá, asumiendo la responsabilidad por sus acciones durante su tiempo en el poder.
A pesar de este intento de redención, su figura sigue siendo polarizante, con algunos viéndolo como un líder que defendió los intereses del país en un contexto internacional complicado, y otros como un dictador que sumió a Panamá en la represión y la violencia.
El 29 de mayo de 2017 en el Hospital Santo Tomás, Panamá, Manuel Antonio Noriega falleció a los 83 años, dejando atrás un legado de autoritarismo, opresión, pero también un profundo impacto en la historia contemporánea de Panamá.
Esta invasión no solo acabó con la vida de muchas personas, sino que también sumió al país en una profunda crisis social y política.
Además, la intervención dejó una herida abierta en la memoria colectiva de los panameños. Los panameños aún hoy no han recibido ninguna compensación por los daños sufridos durante los combates.
El impacto de la invasión también llevó a la disolución del ejército panameño.
Desde 1990, Panamá se conoce como uno de los pocos países de América Latina sin fuerzas armadas. La seguridad del mismo depende de cuerpos de policía y fuerzas de protección interna.
El objetivo de la invasión no solo era derrocar a Noriega, sino también desmantelar las Fuerzas de Defensa, que se reemplazaron por una fuerza policial con una nueva estructura.
Los historiadores coinciden en que, aunque la desaparición de las Fuerzas Armadas panameñas se presentó como un avance, también supuso la imposición de un modelo de seguridad que no contó con la participación de la sociedad panameña.
A lo largo de los años, la invasión ha generado debate sobre si realmente fue un acto de liberación para Panamá o si, en cambio, fue una intervención injustificada que dejó al país bajo la influencia de Estados Unidos.
La sociedad panameña quedó dividida entre aquellos que apoyaron la invasión para terminar con el régimen de Noriega y los que lo vieron como una violación a la soberanía del país.