El 12 de enero de 2010, Haití fue sacudido por un terremoto de 7.2 grados en la escala de Richter, poniendo en evidencia la fragilidad estructural y social del país. Este desastre puso en la mira la vulnerabilidad de la nación, la cual ya estaba afectada por múltiples crisis anteriores.
A pesar de los esfuerzos por reconstruir después del devastador terremoto, la realidad es que la pobreza, la deforestación y la falta de infraestructura adecuada continua teniendo problemas profundamente arraigados.
El terremoto en Haití no fue solo un fue fenómeno natural; fue el resultado de una serie de condiciones sociales, económicas y ambientales que agravaron la situación. Haití es uno de los países más pobres del mundo, con el 80% de su población viviendo por debajo del umbral de pobreza.
La falta de acceso a servicios básicos, como agua potable, atención médica y educación, ha dejado a muchos haitianos en una situación de extrema vulnerabilidad.
A lo largo de los años, la deforestación masiva ha agravado los riesgos de desastres naturales, ya que la falta de vegetación contribuye a la erosión del suelo y a deslizamientos de tierra.
Además, la urbanización descontrolada en Puerto Príncipe, la capital, ha provocado la construcción de viviendas en zonas de alto riesgo sísmico, lo que aumenta la exposición de la población ante este tipo de tragedias.
Situacion Haití 15 años despues
A 15 años del terromoto de Haití, este atraviesa una crisis política, humanitaria y de seguridad de proporciones devastadoras, marcada por la creciente violencia de pandillas, la inestabilidad gubernamental y la grave escasez de recursos.
La situación ha empeorado desde el magnicidio del presidente Jovenel Moïse en 2021, lo que dejó al país sumido en un vacío de poder y una falta de acceso a servicios básicos.
La creciente impunidad por violaciones de derechos humanos y la falta de acción efectiva por parte de la comunidad internacional continúan alimentando un ciclo de sufrimiento y desesperanza para millones de haitianos.
Todavia en este 2025, las pandillas siguen teniendo un control territorial cada vez mayor en Haití. Estas bandas criminales han intensificado su lucha por el dominio de áreas estratégicas, lo que ha generado un incremento en los homicidios, secuestros y masacres.
Según informaciones verificadas por la Oficina de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en 2024 al menos 5.601 personas murieron en Haití como consecuencia de las acciones de bandas criminales, un millar más que el año anterior, lo que demuestra que la violencia en Haiti se agudiza.
Además, 2.212 personas resultaron heridas y 1.494 las secuestraron, según las cifras de la oficina, con sede en Ginebra.
Las pandillas han logrado tomar control de infraestructuras clave, como la principal terminal de combustible del país, lo que ha provocado escasez de productos y servicios básicos, afectando gravemente la vida cotidiana de los ciudadanos. En algunas áreas controladas por las pandillas, la violencia sexual se ha convertido en un mecanismo de control, afectando principalmente a mujeres y niñas.
Crisis humanitaria y justicia disfuncional
Al día de hoy, más del 42% de la población de Haití depende de asistencia humanitaria, y el país enfrenta niveles alarmantes de inseguridad alimentaria. Aproximadamente el 40% de la población experimenta hambre severa.
Los datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) revelan que la situación se denota como crítica, con más de 250,000 niños fuera de las aulas debido a la violencia y la falta de acceso a servicios educativos adecuados. Además, el acceso a agua potable continúa mostrándose limitado, afectando a más de una tercera parte de los haitianos.
En el caso de la justicia haitiana, esta se encuentra en un estado de total disfuncionalidad, con una Corte Suprema sin quórum y el sistema judicial paralizado.
Los casos de corrupción y violaciones de derechos humanos, incluidos los relacionados con el asesinato de Moïse, siguen sin resolverse, dejando a la población haitiana en un estado de total impunidad.
Migracion y deportaciones
Haití también enfrenta una crisis migratoria, con miles de haitianos que los repatrían o deportados desde la República Dominicana. Durante el año 2024, 276.215 haitianos con estatus migratorio irregular los repatriarón, según lo comunicó la Dirección General de Migración.
En su informe, las autoridades migratorias detallaron que entre enero y marzo se deportaron a 48.344 haitianos, mientras que entre abril y junio la cifra ascendió a 62.446. Durante el tercer trimestre, de julio a septiembre, se repatriaron a 71.414 personas.
En el último trimestre del año, de octubre a diciembre, se ejecutó un operativo bajo la dirección del Consejo de Seguridad y Defensa Nacional, con el objetivo de deportar hasta 10.000 haitianos indocumentados cada semana. Este operativo resultó en la deportación de 94.223 haitianos, según el reporte oficial.
Crisis de las bandas armadas
Haití enfrenta uno de los momentos más oscuros de su historia debido al creciente control de las pandillas en su capital. En noviembre de 2024, la violencia desatada por estos grupos dejó al menos 150 muertos en un solo dia.
Las calles de Puerto Príncipe se han convertido en un campo de batalla. La violencia entre bandas ha escalado, con ataques coordinados que han dejado miles de muertos y heridos. La violencia afecta principalmente a los civiles atrapados entre el fuego cruzado, mientras las pandillas, lideradas por figuras como Jimmy Chérizier, conocido como “Barbecue”, continúan su lucha por el control de la capital.
En este contexto, las bandas no solo actúan con impunidad, sino que también presionan al gobierno y a la comunidad internacional para obtener amnistía y asegurar su posición en la mesa de negociaciones.
La mision de Kenia
La comunidad internacional, encabezada por una fuerza de seguridad liderada por Kenia, se ha desplagado en Haití con el objetivo de frenar la violencia. Sin embargo, la llegada de tropas internacionales para lo que sucede es Haití se ve limitada y aún no logra una solución efectiva para el control de la capital.
Los esfuerzos de las autoridades haitianas, apoyadas por las fuerzas internacionales, intentan contener a las pandillas, pero el desafío es monumental.
Según un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la violencia de las bandas armadas ha forzado mas de 11,000 personas en los ultimos dias a abandonar sus hogares en la capital haitiana.
El 4 de Enero, un total de 75 soldados guatemaltecos y 8 salvadoreños llegaron a Haití para unirse a la fuerza multinacional de apoyo a la seguridad, los nuevos refuerzos se suman a los 400 policías kenianos que ya están trabajando en colaboración con las autoridades haitianas.
Sin embargo, no todo es color rosa, el gobierno de Barbados anunció el 10 de Enero la suspensión de su plan de enviar tropas a Haití debido al aumento de los riesgos y la falta de una planificación estratégica adecuada dentro de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad.
Originalmente, Barbados había acordado con las Naciones Unidas enviar un contingente de su Fuerza de Defensa a Haití, como parte del esfuerzo internacional para apoyar a la Policía haitiana. Pero, la decisión la tomaron debido a las crecientes preocupaciones por la inestable y peligrosa situación en Haití, que al igual que Barbados, forma parte de la Comunidad del Caribe (Caricom).
La prensa no puede entrar a Haití
Mientras las bandas armadas continúan su reinado de terror, los periodistas haitianos y extranjeros enfrentan un peligro cada vez mayor. La prensa, esencial para documentar la crisis y movilizar la acción internacional, en Haiti se bloquea por la violencia y las amenazas de las pandillas.
Desde 2021, los periodistas en Haití fueron víctimas de ataques, secuestros y asesinatos con total impunidad, lo que ha llevado a muchos a exiliarse en busca de seguridad.
La falta de cobertura informativa sobre la situación en Haití agrava aún más la crisis humanitaria y dificulta la intervención internacional.
Los pocos medios locales que siguen operando se enfrentan a la autocensura, ya que las bandas armadas controlan muchas áreas del país, incluido el acceso a los medios de comunicación.
La radio es el medio más común, pero muchos de los canales privados operan bajo una gran presión, temerosos de represalias si abordan temas delicados.
La violencia dirigida hacia los periodistas, junto con la falta de recursos económicos y apoyo institucional, ha convertido a Haití en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo en la región.
Condición que no se le ve fin
A 15 años del devastador terremoto en Haití, la situación en el país caribeño ha empeorado significativamente, y no se vislumbra un final cercano a la crisis humanitaria que atraviesa.
A pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional, que continúa promoviendo el envío de misiones y tropas internacionales, estas iniciativas no han logrado estabilizar la nación.
La inseguridad, la violencia y la pobreza extrema siguen marcando el día a día de los haitianos, que enfrentan una lucha constante por sobrevivir.
Es lamentable que, después de más de una década, Haití siga atrapado en un ciclo de desesperación, mientras el apoyo internacional no es suficiente para traer la paz y el bienestar que tanto necesita este país.