En 1990 viajé a Cuba con una importante comisión presidida por el inolvidable compueblano y amigo monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito (E.P.D.), en su condición de presidente de la Academia Dominicana de la Historia, con el enaltecedor encargo de repatriar los restos del destacado ciudadano Francisco Henríquez y Carvajal, quien opuesto a la primera intervención norteamericana se exilió en la hermana República de Cuba, específicamente en Santiago de Cuba, donde ya viudo de la excelsa poetisa y educadora Salomé Ureña de Henríquez, formó familia y ejerció como un apostolado su profesión de médico, de la cual había hecho un verdadero apostolado.
Esta comisión estuvo integrada, también, por los valiosos intelectuales Antonio Fernández Spencer (EPD); Dr. Virgilio Hoepelman (E.P.D.); la doctora Rhadys Abreu de Polanco, cuñada del obispo, quien fungió como notaria en la exhumación de los restos del patriota.
Tuvimos la oportunidad de conversar amplia y libremente con el Dr. Fidel Castro, tanto en la audiencia que nos concedió en el Palacio Nacional, como en la visita que nos hizo en la residencia donde nos hospedamos donde permaneció con nosotros, desde las once de la noche hasta las dos de la madrugada, en cuyo encuentro conversamos sobre historia, educación, religión, política y otros temas de interés.
A nuestro regreso escribí un artículo que titulé “Yo conversé ampliamente con el Dr. Fidel Castro”, de la cual incluyo a continuación parte de su contenido:
Con motivo de la importante visita que hará al país el líder de la Revolución cubana, Dr. Fidel Castro, hemos querido hacer de público conocimiento una conversación que sostuviéramos él y quien suscribe cuando fuimos miembros de la comisión oficial que en 1990 y siendo secretario de Educación viajamos a Cuba con la importante misión de trasladar a este país los restos mortales del distinguido patriota dominicano Dr. Francisco Henríquez y Carvajal, quien opuesto a la primera intervención norteamericana se asiló en aquella hermana República donde, además de procrear una familia que aún goza del aprecio de la comunidad cubana, ejerció su carrera de médico.
Esta comisión oficial estuvo integrada, además por el presidente de la Academia Dominicana de la Historia, mi bien recordado y compueblano monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito (EPD); el Dr. Virgilio Hoepelman, Dr. Fernández Spencer; coronel Fabio Andrés Suárez Peña, un hermano de monseñor Octavio Polanco Brito y su esposa, así como mi esposa doña Esperanza de Almánzar.
Una vez en Cuba se nos alojó en confortables residencias donde fuimos objeto de las más finas atenciones.
Le entregué un ejemplar de mi libro “Educación Moral y Cívica” que ha sido asignado como libro de texto para el último año del bachillerato. Castro lo abrió en la lección que se refiere al Poder Electoral y la Prensa y me pregunta:
Almánzar, ¿tú hablas en esta unidad sobre la compra de votos?
Le respondí: Léalo Dr. Castro, que encontrará eso y otras informaciones sobre los procesos electorales de mi país.
Te prometo que lo voy a leer. Fue su respuesta.
Mi esposa doña Esperanza y doña Rhadys de Polanco le entregaron un cassette con canciones de Juan Luis Guerra por quien expresó admiración.
Al despedirse y abordar su carro me dijo: ministro Almánzar, invíteme a su país que el imperialismo no se va a poner bravo.
El silencio fue mi respuesta puesto que no estaba autorizado para formular una invitación de esa naturaleza, pero a mi llegada al país se lo manifesté al presidente Balaguer en presencia de la comisión cubana que nos acompañó con los restos del patriota a lo que el Dr. Balaguer contestó sonriendo: “que el pueblo se pondría muy contento con la presencia de Fidel Castro”.
A mi regreso, el Dr. Fidel Castro le envió al doctor Balaguer deliciosos quesos y los sabrosos helados Coppelia en hielo seco.
Mi admiración y respeto hacia el líder de la Revolución cubana quien además me ofreció facilidades para utilizar los hospitales de Cuba a favor de mis conciudadanos y recuerdo que envié un maestro que le cayó un cable de alta tensión en su carro y se vio al borde de la muerte, salvándose en Cuba y aún vive en el barrio de Gualey del Distrito Nacional.
Además de las facilidades que nos dispensó en lo que respecta a alojamiento, alimentación y transporte, nos facilitó un avión de fabricación rusa para llevarnos a Santiago de Cuba a recoger los restos del patriota, que nos trajo de regreso a la patria donde fuimos recibidos con los honores militares que merecía el patriota Francisco Henríquez y Carvajal.
¡Paz a mi amigo Dr. Fidel Castro Ruz!