El artesano Manuel Arvelo Bautista ha sabido transformar la madera y los desafíos en oportunidades de crecimiento, es un emprendedor consagrado

Gabriela Hungría
Especial para elCaribe

Aunque sus inicios estuvieron marcados por el miedo, Manuel Arvelo Bautista, un esforzado artesano que se dedica a trabajar en madera, no le teme al porvenir, más bien su gran meta es lograr montar su propio establecimiento de venta.

Hoy en día, las piezas que trabaja se exhiben en tiendas dentro de los aeropuertos y en zonas turísticas, como Punta Cana y Samaná, pero su creatividad no se queda allí. En la humildad de su hogar, ubicado en Manoguayabo, donde también tiene su taller, es desde donde sale la magia.

Sus piezas son trabajadas en madera preciosa; en su mayoría los diseños representan la cultura dominicana y el taino. Jarros de madera, pilones, maja-fritos y muñecas sin rostro, entre otros, son parte de los productos que podemos encontrar bajo la firma del Taller de Manuel Arvelo (TMA).

Este emprendedor contó a elCaribe que, desde su adolescencia (14) descubrió todo lo bonito de este mundo y desde entonces no ha parado, hasta hoy ya con 45 años. Gracias a su madre, quien lo llevó a visitar el taller de un primo, y con éste aprendió durante alrededor de siete años a trabajar con madera, y tiempo después decidió hacer camino por sí solo.

“Me impresionó cómo de un pedacito de tronco, él lo transformó en una copa o pilón”, expresa Arvelo al contar su primera impresión al compartir con su primo y ver el trabajo que realizaba.

Cuenta que, además de aprender al verlo trabajando, lo ayudaba con la limpieza en el taller. Recuerda cómo en aquel entonces su primo le pagaba algunos 300 pesos quincenal y a veces se extendía hasta mensual.

Además de su madre y sus primos, sus hermanas también son parte fundamental de su crecimiento; donde quiera que vayan hablan de sus artesanías. De sus amigos, dice sentirse muy afortunado, aunque no tiene muchas amistades, pero los pocos valen millares, siempre le aportan con ideas.

Su primera venta propia

Arvelo, mientras mostraba su taller y una pequeña exhibición de sus piezas, entre risas, contaba la anécdota de la primera venta que hizo. “Mi primera venta fueron unos cofres, me acuerdo como ahora, cuando fui al mercado. Los vendía a 100 pesos y eran 60 cofres, cuando ese hombre me dio los 6,000 pesos yo vine con una contentura”, rememora.

Continúa contando que, por esos cofres, conoció a unos cubanos, quienes en ese momento querían un trabajo grande y al no tener las máquinas necesarias, les expresó que no iba a poder, a lo que ellos objetaron y decidieron regalarle la máquina, y en ese momento su vida dio un giro. Aunque tiempo después los cubanos ya no siguieron adquiriendo sus productos, pero les agradece lo que hicieron en su momento.

“Luego llegó la competencia y ellos decidieron cambiarme como proveedor, a pesar de eso todo lo agradezco. Para mí la competencia la veo como una forma de crecer, cuando otro está haciendo algo yo puedo entonces innovar”, afirma Manuel.

Proceso de trabajo

El proceso comienza con un tronco muerto, al que se le da nueva vida a través de una transformación que refleja el reciclaje de la madera. A lo largo del proceso se emplea el torno, una máquina especializada en dar forma a la madera, que permite cortar, moldear y perfeccionar cada pieza. Todo el trabajo, toma alrededor de media hora por cada pieza, dando como resultado una obra transformada y llena de nueva vida.

Industria y Comercio

Gracias a Fodearte, una dependencia del Ministerio de Industria y Comercio, el artesano cuenta que ha podido conocer casi todo el país, al ser invitado a participar en distintas ferias y así promover sus productos.

Además, ha participado en las ferias de Asonahores, y en el extranjero, en México y Guatemala, y próximamente irá a Santander, España

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