El camino correcto es aumentar la inversión, llevándola al menos a 350 millones de dólares anuales. Esto implicaría buscar alrededor de 150 millones de dólares adicionales. Serían 600 millones más en el periodo 2025-2028 que tendrían un retorno gigantesco y evitarían un gran fiasco. Como la deuda pública consolidada aumenta en promedio casi 4,000 millones de dólares anualmente, la verdad es que subirla 150 millones más para atender esta urgencia no parece algo descabellado..
El monto de las transferencias del Gobierno a las Empresas Distribuidoras de Electricidad (EDEs) es tema obligado. Si bien son escandalosamente altas en términos absolutos (casi US$ 1,800 millones en 2024), son más o menos similares al promedio histórico en términos relativos (1.4% del PIB). Claro que este monto es inaceptable y el uso alternativo de estos fondos sería mucho más rentable para la sociedad.
Sin duda que las EDEs deben ser el dolor de cabeza más grande para el Gobierno. En los últimos cuatro años se les ha transferido la suma de US$5,840 millones, un promedio anual de US$1,460 millones. En 2024, las transferencias en pesos superaron los 105,000 millones.
A pesar de esto las pérdidas totales de las EDEs ahora son de 40.2%, (índice de recuperación de energía de 59.8%), encabezadas por Edeeste que está perdiendo casi un 60% de la energía que compra (esto incluye pérdidas por falta de cobro, pérdidas técnicas, robos, fraudes, entre otros).
A febrero del 2020 (justo antes del COVID), Edesur y Edenorte venían mejorando, gradual pero sostenidamente. Edeeste no tanto. En promedio las pérdidas en ese momento eran de 29.2% (El índice de recuperación de energía fue de 70.8% en ese momento, el más alto de la historia).
Son muchos los factores que explican el deterioro. Propongo hacer un simposio para el que quiera ver esto en detalle. Que si el COVID, que el aumento de los precios internacionales, que la decisión de aumentar las tarifas provocó una reducción de las cobranzas y un largo etc.
Pero hay dos decisiones que sin duda para mí sobresalen: i) abastecer un 100% de la demanda y ii) dejar caer las inversiones de las empresas.
La primera decisión fue entendible en su momento: al inicio del COVID, cuando la población tuvo que encerrarse en sus casas, se tomó la decisión de abastecer 100% la electricidad a todos los hogares.
Se trató de una decisión correcta. No había opción. El problema es que el Estado Dominicano no ha sido capaz de revertir esta decisión, aunque el COVID quedó atrás hace mucho tiempo. El resultado es que ahora se abastece a consumidores que no pagan la factura o que descaradamente se roban la electricidad.
Esto se refleja no solo en mayores pérdidas, sino en una sobredemanda de sectores que no pagan la electricidad. De ahí que resulta risible e inútil el mensaje oficial, reiterado con exclamación, de que se están rompiendo los récords de demanda. Es mejor que los funcionarios abandonen el argumento, porque eso en parte está siendo explicado por la sobredemanda de quienes hacen fraude y que por tanto no pagan su consumo. A veces el silencio es más estratégico y conveniente.
En la gráfica 1 se observa como la decisión de abastecer casi 100% de energía coincide con un desplome del índice de recuperación de energía de las EDEs, el cual pasó de 70.8% a febrero 2020 a un 59.8% a la fecha.
Pero estemos claros en algo: hay decisiones políticas que hay que tomar y punto. Y la decisión es dar luz. Perfecto. Alguien lo está pagando, eso sí.
El tema es que con el cambio de Gobierno en agosto del 2020 la inversión de las EDEs se desplomó. Es entendible que un cambio de autoridades conlleve un periodo de unos meses que pueden incluso resultar traumáticos. Eso podría explicar la reducción de la inversión transitoriamente, pero no haberla acelerado luego de un tiempo prudente es una decisión que ha tenido importantes consecuencias.
Se puede teorizar sobre las múltiples razones que explican el desplome de la inversión en las EDEs: los nuevos funcionarios no sabían manejar la ley de compras, se sacó al personal con experiencia en el proceso de compras o bien la nueva gestión en la Dirección de Compras complicó los procesos. También está el argumento de que había corrupción a enfrentar (¡hasta casi se acusó de cómplices al BID y al Banco Mundial!). Todas son conjeturas.
Pero la realidad es que apenas en 2024 se superó el monto de US$ 200 millones, que se había alcanzado por primera vez en 2017. La falta de inversión creó escasez de materiales básicos, de contadores, de transformadores y contribuyó sin duda a un deterioro de las redes de distribución complicando sobremanera la lucha contra el fraude generalizado de electricidad.
En la gráfica 2 se ve como la reducción de las inversiones incide en el aumento de las pérdidas, las cuales pasaron de 29.2% antes del COVID a un 40.2% a la fecha, mientras que la inversión que llegó un punto máximo de 314 millones de dólares a inicios del 2020 se redujo hasta un mínimo de 92.9 millones a fines del 2021.
El Gobierno debe tomar decisiones difíciles en este año. Se corre el riesgo de que al 2028 las EDEs exhiban niveles de pérdidas mayores a los del 2019. Esto a pesar de que se habrían destinado unos 12,000 millones de dólares en subsidios en el periodo 2021-2028, de mantenerse la tendencia actual.
Hay opciones que el Gobierno parece haber descartado, como el racionamiento, el aumento de la tarifa eléctrica e incluso la colaboración del sector privado. Esto último a pesar de casos exitosos de combate a las pérdidas que existen de empresas privadas manejando sistemas aislados en el país.
Si se han descartado estas opciones entonces solo queda una: aumentar la inversión, llevándola al menos a 350 millones anuales. Esto implicaría que el Gobierno debe buscar alrededor de 150 millones adicionales anuales para destinarlos a inversión en las EDEs. Serían 600 millones más que tendrían un retorno gigantesco y evitarían un gran fiasco al Gobierno.
Como la deuda pública aumenta en promedio unos 4,000 millones de dólares todos los años, la verdad es que subirla 150 millones más para atender esta urgencia no parece algo descabellado. De lo contrario, Celso Marranzini, aún con toda su capacidad gerencial, liderazgo y su esfuerzo por alinear la gestión de las EDEs, magia no podrá hacer. Hay que ayudarlo aumentando la inversión para lograr resultados honorables.