Edeeste es la empresa distribuidora de electricidad más ineficiente y deficitaria del mundo. Hemos buscado en todas las naciones no destrozadas por la guerra y no hemos encontrado una EDE en toda la geografía mundial capaz de desplazar a Edeeste del primer lugar en el ranking de las peores. El año pasado, Edeeste cerró con un déficit de US$756.8 millones, equivalente al 43.6% del déficit total de las tres distribuidoras, a pesar de que solo sirvió al 26.1% de los clientes (Facturados y Bonoluz) de las EDE, compró al precio promedio más bajo (US$0.1437 por kWh) y vendió al más alto (US$0.1699 por kWh). Por cada 100 kWh que compró, no facturó ni cobró 58.7, prácticamente el doble de las pérdidas de energía exhibidas por Edenorte (27.9%) y Edesur (32.8%). Aunque teóricamente Edeeste vendió el kWh a un precio promedio de 16.99 centavos de dólar, en realidad, el precio efectivo de venta fue de 27.49 centavos de dólar por kWh cuando incluimos la transferencia de los impuestos que paga la población y que el Gobierno luego transfiere para mantener a flote el servicio pésimo que ofrece esta empresa totalmente quebrada.
Una de las provincias atendidas por Edeeste es La Altagracia. Partiendo del 9.39% del total de la energía “entregada” que Edeeste “entregó” a sus clientes en esta provincia, procedimos a construir los indicadores “altagracianos” de esta empresa distribuidora estatal. En 2024, de los 676.9 GWh que compró a los generadores, facturó 307.4 GWh y cobró 279.9 GWh. En otras palabras, cobró el 41.3% de la energía que compró. La operación de Edeeste en La Altagracia, provincia donde sirve a un estimado de 84,588 clientes, registró un déficit de US$71.1 millones. Alguien podría señalar que ese número de clientes está subestimado. Es posible, pero no olvidemos que dentro de esa provincia existe una zona de concesión integrada por Bávaro, Punta Cana, Verón, Macao, Uvero Alto, Miches y Bayahíbe con más de 68,000 clientes que son servidos por el Consorcio Energético Punta Cana-Macao (CEPM).
Mientras el cine estatal proyecta el deprimente documental de una empresa eléctrica totalmente colapsada y sostenida por transferencias de impuestos que pagamos todos los dominicanos para cubrir un déficit total de US$756.8 millones, el privado exhibe el de CEPM, una empresa verticalmente integrada que ofrece un servicio eficiente, apoyado en inversiones efectivas en generación, transmisión y distribución que la han convertido en la única empresa distribuidora de electricidad en el país con el 100% de sus clientes asociados a una red inteligente. Toda la energía que se compra, se factura y se cobra. Eso explica el porqué mientras Edeeste acumuló pérdidas (déficit) por US$544 millones en el período 2009-2024 sirviendo electricidad en La Altagracia, CEPM, sirviendo en la zona de esa provincia que le fue concesionada para operar, acumuló beneficios por US$436 millones en esos 16 años.
Esta semana, el periodista Quiterio Cedeño, mi profesor de Economía en el Colegio De La Salle en 1974, publicó el artículo “Cuando solo Las Terrenas no sabía de apagones” en el cual explica el regreso de los apagones a esa zona paradisíaca luego que, en el 2015, se le canceló la concesión a la empresa Luz y Fuerza que operaba el sistema eléctrico aislado en esa zona y se asignó el servicio a Edenorte bajo el Sistema Eléctrico Nacional Interconectado (SENI). La oferta del servicio de electricidad de Luz y Fuerza reportaba, anualmente, 20 horas de apagones programados. La disponibilidad confiable de electricidad se constituyó en uno de los imanes principales para atraer inversiones. Lamentablemente, de un sistema aislado que funcionaba adecuadamente se pasó a un “tollo” en el suministro de electricidad provisto por la empresa distribuidora estatal que sirve al norte del país.
A la clase política dominicana le ha faltado inteligencia y factor C para entender que los sistemas aislados, en lugar de ser competidores o enemigos de las empresas estatales que operan en el SENI, pueden llegar a ser los principales aliados del Gobierno para reducir el enorme déficit que han exhibido las EDE, ascendente a US$16,307 millones en el período 2009-2024. ¿Acaso no hay nadie en las entidades estatales del área energética con la suficiente capacidad para convencer al Poder Ejecutivo de empezar a tomar decisiones sensatas y valientes para reducir la absorción enorme de recursos fiscales que las EDE representan todos los años? Si tenemos dos empresas que colindan en una misma zona, una que funciona con eficiencia y otra que es la más ineficiente y deficitaria del mundo, ¿a nadie se le ha ocurrido que la empresa que opera el sistema aislado podría ser la mejor aliada para ir reduciendo gradualmente la pesada carga que representa Edeeste? ¿Necesitamos que venga un extraterrestre que nos explique que lo razonable e inteligente sería llegar a un acuerdo con CEPM para que asuma la provisión del servicio de La Altagracia bajo un programa razonable de inversiones anualmente auditadas por una entidad de prestigio global y acordar una reducción gradual de las transferencias del Gobierno para cubrir el déficit de Edeeste-La Altagracia que, en lo adelante, recibiría CEPM en función del pliego tarifario que se acuerde, teniendo en cuenta que la tarifa efectiva de Edeeste (incluyendo transferencias del Gobierno) es de US$0.275 por kWh? ¿Acaso tememos al riesgo de que la “entrega” de La Altagracia a CEPM pueda resultar exitosa y motivar a los habitantes de San Pedro, Hato Mayor, El Seibo, La Romana, Monte Plata y Santo Domingo Norte a reclamarle al Gobierno que haga lo mismo con ellos? ¿Acaso habría un riesgo más favorable a las cuentas fiscales que ese?
Debemos enterrar el modelo de la España Boba frente al déficit del sector eléctrico que ha prevalecido en el país debido al temor de la clase política a tomar decisiones sensatas y valientes. Las finanzas públicas, más temprano que tarde, colapsarán si continuamos de brazos cruzados frente a un déficit del sector eléctrico que apunta a seguir creciendo mientras la política-cum-populismo constituya la raison d’être de la mano visible del Estado en el sector eléctrico. Esto último explica el porqué seguimos manteniendo en el sector eléctrico el esquema Ponzi o “negocio del capa perro” de comprar la energía a un precio variable en dólares y venderla a un precio fijo en pesos, sin importar que los combustibles suban de precio o el peso se deprecie frente al dólar.