Jesús de Nazaret fue condenado por el Sanedrín. Una asamblea conformada por 71 rabinos que, en Israel, hacía la función de Tribunal Supremo.
Muchos estudios han demostrado que en la substanciación de este proceso se violentaron reglas vigentes en aquel momento, contenidas tanto en el Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) como en el Talmud y la Mishná, integrados por las antiguas tradiciones e interpretaciones de la ley que habían dado los rabinos.
Sobre la manera como votaron los jueces se dice, en el capítulo 14 del Evangelio de San Marcos: “…
64 Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?”. Y todos sentenciaron que merecía la muerte”. Algo similar se afirma en el Evangelio de San Mateo (Mt. 26, 65-66).
La expresión utilizada de que “todos sentenciaron que merecía la muerte..” parece indicar que los 71 miembros del Sanedrín dieron su voto a favor de la culpabilidad de Jesús. Esto, sin embargo, no fue así.
En el Evangelio de San Lucas, capítulo 23, versículos 50 y 51 se habla de José de Arimatea, aquel hombre que se presentó ante Pilato para reclamar el cuerpo de Jesús y en cuyo Sepulcro fue enterrado el cuerpo sin vida de nuestro Salvador.
En estos pasajes se nos dice que este hombre era miembro del Sanedrín pero “…que no había asentido al consejo y proceder de los demás…”.
El otro nombre importante es el de Nicodemo, un miembro del Sanedrín, de quien sólo se habla en el Evangelio de San Juan y quien, en el curso del juicio, hizo una defensa en favor de Jesús cuando dijo: “51¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?” (Jn 7, 51). Además, ayudó a José de Arimatea en el proceso de preparación y traslado del cuerpo de Jesús al sepulcro (Jn 19, 40).
El proceder de estos dos hombres, José de Arimatea y Nicodemo, resulta incompatible con miembros del Sanedrín que hayan votado por una sentencia de condena. De ahí que se pueda afirmar que, en aquel trascendental juicio, hubo al menos el voto disidente de dos jueces quienes, a pesar de su accionar, siguieron formando parte del alto tribunal de Israel sin ser repudiados por sus pares ni por el poder político vigente entre los judíos.