Una tarde de visita a la Iglesia y Convento de Los Dominicos: redescubriendo un tesoro desconocido para muchos.
Antes de la reseña de esta experiencia, expreso mi agradecimiento al prior del convento, Fr. José Alberto Hidalgo, por su amabilidad al recibirnos y mostrarnos este magnífico tesoro de la ciudad de Santo Domingo.
La Ciudad Primada de América esconde entre sus calles de piedra monumentos de valor incalculable que, a pesar de su relevancia histórica y artística, permanecen ignorados por gran parte de sus propios habitantes. Uno de estos tesoros es la Iglesia de Los Dominicos, un espacio cargado de historia, arte y espiritualidad, que invita a reconectar con el alma colonial de la ciudad. Al dedicar una tarde a visitar este lugar, no solo abrimos una ventana al pasado, sino que también exploramos un legado cultural fundamental para nuestra identidad.
La Iglesia y Convento de Los Dominicos, erigidos a principios del siglo XVI, no solo se encuentran entre los primeros templos de América, sino que también son parte fundamental de su historia. Este complejo religioso fue sede de la Universidad de Santo Tomás de Aquino, la primera en el continente, que lo convirtió en un epicentro de educación e intelectualidad, y conserva aún una de las más extensas bibliotecas del país entre sus paredes.
Recordemos que los frailes dominicos fueron clave en la formación de la colonia, se destacaron por su defensa de los derechos de los pueblos indígenas, como lo ilustra el famoso Sermón de Adviento de Fray Antonio de Montesinos en 1511, que marcó el inicio de la lucha por los derechos humanos en el Nuevo Mundo.
La Iglesia es un claro ejemplo del esplendor arquitectónico de la época colonial. Su estilo gótico-isabelino, con adiciones barrocas, transmite una belleza solemne y artística que transporta a otra época. Cada espacio de este templo ha sido testigo de siglos de fe, lo que convierte una visita en una experiencia íntima con el pasado.
Allí se encuentra la Capilla de la Virgen del Rosario, uno de los espacios más emblemáticos y cautivadores del convento, considerada una auténtica joya del arte sacro. La capilla se destaca por su imponente portada y su bóveda tallada en piedra, cuya belleza arquitectónica y decoración no tienen comparación con ninguna otra iglesia de Hispanoamérica.
La historiadora María Ugarte la describe como una obra maestra del barroco colonial, con un retablo ricamente adornado y esculpido con minucioso detalle, que evoca la magnificencia del arte religioso del siglo XVII. Este espacio no solo es una muestra del esplendor artístico de la época, sino también un reflejo de la profunda devoción de Los Dominicos a la Virgen del Rosario, cuya presencia sigue viva y palpable entre los fieles que acuden en búsqueda de consuelo, protección y paz espiritual.
Recorrer esta Iglesia de Los Dominicos es mucho más que una simple visita histórica, es una experiencia que envuelve los sentidos y estimula la mente. Desde las gárgolas que decoran su fachada hasta los vitrales que bañan el interior en una luz única, cada rincón del templo tiene una historia que contar. Entre sus columnas robustas, altares laterales y las lápidas de frailes antiguos y personalidades de este país, el pasado y el presente se entrelazan e invitan al visitante a reflexionar sobre el legado de siglos de devoción y cultura.
La tarde transcurre en medio de la tranquilidad y la admiración. Nuestro guía, el prior Fr. José Alberto, nos brinda valiosa información sobre cómo Los Dominicos, además de predicar el evangelio, abogaron por la justicia social, y fueron pioneros en la defensa de los derechos humanos de los habitantes de la isla. Estas lecciones resuenan hoy con gran fuerza, para recordarnos la importancia de conocer nuestra historia para entender nuestro presente.
A pesar de su importancia, la Iglesia de Los Dominicos sigue siendo desconocida para muchos habitantes de Santo Domingo. La falta de promoción y visibilidad ha hecho que su relevancia histórica y artística pase inadvertida, y se integre de manera silenciosa a la rutina de la Ciudad Colonial. No obstante, dedicar una tarde a este monumento nos ofrece la oportunidad de cambiar esa percepción y valorar la huella que ha dejado en nuestra historia.
La Iglesia de Los Dominicos no es solo un templo religioso; es un baluarte de la resistencia intelectual, un faro del arte colonial y un testimonio vivo del impacto que la Orden de Los Dominicos tuvo en la formación de la sociedad dominicana. La Capilla de la Virgen del Rosario, y su historia educativa, también son recordatorios de que este lugar merece ser redescubierto y apreciado por nuevas generaciones, para las cuales conocer su patrimonio cultural es fundamental.
Visitar Los Dominicos también es un acto de compromiso con nuestra memoria histórica. En este rincón de la Ciudad Colonial se encuentra un capítulo esencial de la historia de América sin el cual, no podría entenderse esta historia. Es nuestra responsabilidad preservarlo, entenderlo y compartirlo con el mundo, para que su legado continúe vivo en las futuras generaciones.