Una gran incertidumbre envuelve el panorama político electoral de la República Bolivariana de Venezuela, que este próximo domingo 28 de julio celebrará sus comicios presidenciales en un escenario polarizado por el candidato a la reelección del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y el aspirante de la opositora Plataforma Unitaria Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia, impulsado por el liderazgo de la inhabilitada María Corina Machado.

Los ocho candidatos restantes cuentan con una reducida popularidad y varios de ellos son percibidos afines al oficialismo.

El montaje y escrutinio del proceso está bajo la responsabilidad del Consejo Nacional Electoral (CNE), que no cuenta con la credibilidad necesaria para generar confianza en los resultados, porque se le percibe alineado con el Gobierno.

El voto no es obligatorio y no está muy clara la cantidad de personas habilitadas para sufragar, porque debido a la migración masiva de ciudadanos resulta complejo establecer datos demográficos.

Según el portal digital France 24, el padrón electoral es de algo más de 21.6 millones de ciudadanos inscritos, pero debido a la fluida migración se estima que el número se reduzca a entre 17 y 13 millones de votantes. En un escenario de baja participación se proyecta al menos 9 millones de votantes.

El voto en el exterior sería decisivo para la oposición y tratando de coartarlo el CNE impuso una serie de requisitos y trabas, por lo que en total solo están registrados 69 mil 211 venezolanos.

La campaña política fue corta, pero intensa. Empezó formalmente el 4 de julio y concluye mañana 25, durante la cual ha sobresalido el discurso incendiario del candidato Maduro, que deja entrever que el triunfo no está asegurado y que no cederá fácilmente si los resultados le son adversos.

Desde el litoral del sector opositor que lidera Machado proliferan las denuncias de persecución, retenciones arbitrarias que han derivado en que algunos colaboradores se refugiaran en la Embajada de Argentina, la retaliación contra quienes les han prestado algún tipo de ayuda o colaboración y el supuesto sabotaje de varios vehículos.

Como suele suceder en estos casos, hay una guerra de encuestas: las que se proyectan independientes le dan una ventaja de 20 % a González Urrutia y las afines al oficialismo posicionan a Maduro con una intención de votos que ronda casi el 55 %. Los demás candidatos no sumarían más del 5 %.

Venezuela enfrenta un panorama adverso: el declive del modelo político y económico chavista, basado en un asistencialismo que intenta justificar la inadecuada distribución de las riquezas de un país vasto en petróleo y otros recursos naturales que tienen mucha demanda a escala global; altos niveles inflacionarios, escasez de artículos de consumo masivo y la caída del Producto Interno Bruto (PIB).

Asimismo, la migración de casi 8 millones de venezolanos, el foco central de la crisis de refugiados del continente, que puede recrudecerse si el oficialismo se reelige, lo que crearía una mayor presión migratoria para los países de destino y aumentaría los niveles de inseguridad, se recuerda que el Tren de Aragua, considerada una de las organizaciones criminales más grandes de ese país, ya tiene presencia en Colombia, Chile, España y Estados Unidos, entre otras naciones.

La oposición luce compacta y unida en torno al candidato Urrutia y tiene como reto traducir en votos efectivos la capitalización del descontento popular y las aspiraciones de cambio de una sociedad que está lesionada ante la degradación de sus condiciones de vida.

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