El título de este artículo es una versión edulcorada de las palabras expresadas en Milwaukee por Kamala Harris en un mitin de campaña electoral. La potencial candidata presidencial expresó textualmente: “Como fiscal (fue fiscal general en el estado de California), me enfrenté a delincuentes de todo tipo, aquellos que abusaban de mujeres, estafadores que engañaban a consumidores, tramposos que violaban las normas para beneficio propio. Así que escúchenme bien, conozco a los tipos de la calaña de Trump”.

La historia de esta virtual contienda electoral entre la vicepresidente de los Estados Unidos y el expresidente Donald Trump se inició el 27 de junio pasado cuando en el debate electoral entre este y el candidato a la reelección Joe Biden, el presidente se mostró dubitativo, con lapsus mentales y expresión facial de un hombre consumido y acabado.

Ante la alarma generada entre sus compañeros de partido, Biden trató de superar el fracaso asegurando que su mal desempeño fue debido a un resfriado, pero cuando esta excusa no disipó los temores de sus seguidores atribuyó la debacle a la falta de sueño y a los viajes emprendidos en días previos.

En principio, demócratas prominentes, como Barak Obama y Nancy Pelosi trataron de mitigar el daño con declaraciones tranquilizadoras y el mismo Biden intentó demostrar su idoneidad multiplicando los mítines de campaña, asistió a entrevistas, se reunió con los gobernadores demócratas y aseguró al público que solo el Todopoderoso podría convencerlo de abandonar su candidatura.

De nada le sirvió. El daño ya estaba hecho. El 2 de julio el primero de los congresistas demócratas, Lloyd Doggett, de Texas, pedía su renuncia. La propia Nancy Pelosi en una entrevista afirmaba que era legítimo preguntarse si lo sucedido en el debate fue solo un episodio aislado o la señal de un deterioro cognitivo. El actor George Clooney, un habitual donante de Biden, expresaba su preocupación por su estado de salud, el senador Jon Tester le instaba a abandonar la carrera y el representante Jamie Raskin le enviaba una carta el 6 de julio en la que lo comparaba con un bateador cansado. Al final, en total cuarenta demócratas del Congreso le reclamaban su declinación.

Aunque Biden resistía la tormenta dos errores garrafales vendrían a precipitar los acontecimientos. En la cumbre del 75 aniversario de la OTAN llamó “presidente Putin” al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski y “vicepresidente Trump” a Kamala Harris.

Es evidente que desde el debate hasta la renuncia este domingo la preocupación se apoderó de los sectores de poder de los Estados Unidos seguramente convencidos de que después de esta debacle del demócrata, Trump tendría asegurado el triunfo electoral, y con él sus políticas de aislacionismo de los Estados Unidos, de impedimento de ingreso a trabajadores inmigrantes, de incentivo al odio racial y a la discriminación. De seguro, sectores importantes del “establishment” vieron en peligro sus intereses y nadie descarte que en sus angustias recordaron el asesinato de Kennedy en 1963.

Biden finalmente ha tirado la toalla, con el consiguiente alivio para los demócratas, y todo parece indicar que su vicepresidente, Kamala Harris será la candidata presidencial, pues durante las últimas horas más de dos mil delegados a la convención demócrata, destacados gobernadores, miembros de la administración Biden e influyentes congresistas le han manifestado su respaldo, sin que por el momento ningún otro demócrata se haya tirado al ruedo con una candidatura sólida.

La estrategia de la campaña para plantar cara a Trump ha sido montada. Enfrentar el pasado profesional de una auxiliar de la justicia con un perseguido por la justicia. Con una candidata que entre 2004 y 2011 fue fiscal del distrito de San Francisco y entre 2011 y 2017 fiscal general de California, Kamala ha salido a la pelea recordando a los estadounidenses que Trump tiene asuntos pendientes con la justicia; que ya fue condenado por un jurado del estado de Nueva York y que en el mes de septiembre se espera la sentencia del juez; que tiene un proceso abierto en la Florida por el manejo de los papeles que se llevó de la Casa Blanca y otro en el distrito federal de Washington por sus intentos de revertir los resultados electorales de 2020.

La candidata se presenta a los comicios con el objetivo de convertirse en la primera mujer presidente de la historia de los Estados Unidos. Ya lo intentó Hillary Clinton en 2016 en una campaña que enfrentó a Donald Trump, precisamente el mismo candidato republicano al cual combate en el día de hoy Kamala Harris.

El desafío no le será nada fácil. Comenzado por ser mujer y ser de color y ante un adversario fanfarrón, mentiroso y con un discurso de odio, pero los demócratas confían que con ella en la papeleta podrán revertir la situación y lograr el triunfo en las elecciones de noviembre.

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