Estos tiempos que vivimos, es una época difícil y llena de vanidad. Muchos seres humanos han perdido el sentido del amor, de la solidaridad, de la ayuda y entrega por los demás. Y en la sociedad se ha enraizado la idea de que lo importante es lo mío, que yo siempre debo estar primero, que debo buscar mis intereses particulares y olvidarme de los demás.
En el caso de los líderes y militantes políticos, muchos han perdido el sentido de ser servidores para servirse ellos mismos, han desechado el sentido de la honestidad y la integridad y se han entregado a la codicia. Ante los hechos de esos políticos, que son reprochables y deleznables, se ha levantado la opinión y la acción de una parte de la sociedad que quiere venganza y odio contra ellos, piden cárcel y sufrimiento contra todo el que huela a corrupto, sin tomar en consideración la realidad de las acusaciones o el respeto a un debido proceso que implica que todo el mundo es inocente, hasta que se demuestre lo contrario.
Estamos frente a una realidad que nos lleva a caminar hacia una sociedad sin valores, sin formación integral de los individuos y sin preocupación por el bien de los demás, aunque estos sean ciudadanos ilustres o delincuentes de todos los niveles. Todos los seres humanos tienen derecho a vivir felices y si cometen algún error, tienen derecho a rectificar, pagar por sus errores y no volver a pecar. Pero estos tiempos quieren llevarnos a perder el sentido cristiano de la justicia, el amor y la solidaridad.
Debemos profundizar cada vez más una educación sustentada en valores para nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Debemos empezar reorientando la preparación de nuestros maestros y maestras, quienes tienen un gran déficit de formación integral, tal y como se está confirmando con las pruebas que en estos momentos realiza el Ministerio de Educación. Los valores, la formación integral en ellos, debe ser un elemento cardinal del proceso enseñanza-aprendizaje, no solo para los alumnos, sino y sobre todo, para los profesores.
Y debe ser así porque cada día se confirma que vamos perdiendo el sentido del amor y la solidaridad con los demás. Nuestras sociedades están formando ciudadanos que no valoran el respeto al prójimo, el amor a los semejantes y la entrega por causas nobles. Se ha convertido en una costumbre que los fines se consiguen sin importar los medios, y ese es un gran error y un gran engaño. Quien te dice que “el fin justifica los medios” te está llamando a hacer las cosas incorrectas y hacerle daño a los demás. En todo proyecto o en toda acción, se deben usar los medios correctos que se correspondan con un fin también correcto. Y que nunca hagan daño a nuestros semejantes. Eso debe enseñarse en el hogar y en las aulas, como norma principal para preparar seres humanos íntegros.
La Biblia, en el libro de Gálatas 6:9, nos da una orientación muy clara de cuál debe ser el centro de la formación integral de los alumnos de esta y de todas las épocas. Ese versículo dice lo siguiente : “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos”. Esa debe ser la esencia de la enseñanza en el hogar y en la escuela. Nunca nos cansemos de hacer el bien a los demás, nunca menospreciemos el valor de nuestros semejantes, nunca nos alegremos de los errores y las derrotas de nuestros amigos o enemigos. Jesús nos enseñó que debemos ser humildes, que debemos entregarnos por los demás y que debemos saber perdonar de manera permanente.
Debemos enseñar a nuestros niños , jóvenes y adultos, que cada día debemos desarrollar una acción para ayudar y bendecir a alguien. Sin cansarnos de hacerlo con amor y con pasión. Enseñarles que si llegan a ser empleadores, cada día deben ayudar de manera especial a uno de sus empleados. Si se hacen maestros, cada día deben hacer algo especial y diferente para sus alumnos. Si tienen un matrimonio, cada día deben hacer una acción buena y diferente para sus esposas o esposos. Si se hacen padre o madre, cada día deben desarrollar una acción buena y aleccionadora para cada uno de sus hijos.
La esencia de la nueva formación en valores es enseñar que “no nos cansemos de hacer el bien”. Porque, como dice el apóstol Pablo, si no nos cansamos de hacer el bien “cosecharemos a su debido tiempo”.