En estos tiempos donde todo camina de una forma díscola y fuera de lógica, los valores morales, éticos y cristianos, supuestamente han pasado de moda. Los jóvenes, lo políticos, los nuevos influencers y dominadores de las redes sociales, entienden que todo es válido para lograr sus fines, que las reglas y los límites no existen y que para alcanzar el éxito “el fin justifica los medios”. Y esa es una gran mentira y una vía directa para alcanzar el fracaso total y hasta para perder todo lo que se logra.

Quien tiene como norma que “el fin justifica los medios” lo hará todo mal, es un estimulador de la cosas mal hechas y una influencia absolutamente negativa para todos. Para lograr algo en la vida debemos caminar de forma correcta, debemos respetar a los demás, debemos ser puentes de solidaridad y de ayuda a los demás, debemos saber amar y saber perdonar, y debemos actuar con integridad y colocar a Jesús en el centro de nuestros vidas, pues Él es el mejor ejemplo de un caminar íntegro.

Jesús en nuestro modelo para practicar de forma cotidiana y permanente la integridad. Su vida y su entrega por nosotros es la muestra más clara de que todo lo hizo con un sentido de ayuda por los demás y en todas las circunstancia mostró su grandeza, humildad e integridad. Ser íntegros es actuar de la misma manera, con la misma firmeza y con la misma honradez, sin importar cuál sea la situación que estemos viviendo. Un ser humano íntegro es como una vaso de cristal lleno de agua limpia, que no importa por donde lo mires, no oculta nada.

Una persona que actúa con integridad es alguien en quien se puede confiar, que tiene respeto por los demás, que es cuidadoso, leal, firme en sus acciones y que hace las cosas correctamente aunque nadie en este mundo terrenal los esté mirando. Cuando somos íntegros sabemos que el Dios Todopoderoso siempre nos está mirando y a Él es quien debemos seguir, imitar y servir por siempre.

Quienes seguimos a Jesús, debemos ser modelos y ejemplos para los demás. Ser íntegros es ser completos, honestos, solidarios y nunca atentar contra las enseñanzas y el ejemplo de nuestro Dios. El Salmo 15 versículo 2 de la Biblia, afirma que quien morará en el monte santo de Dios será “el que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón”. Los que tenemos a Jesús como nuestro Señor y Salvador no podemos decir una cosa frente a los demás y luego hacer otra muy diferente a escondidas.

No podemos estar pregonando que amamos a nuestro prójimo pero nunca ser solidarios con aquellos que necesitan un pan o una medicina.

Los que somos hijos de Dios debemos ser íntegros. Ser íntegro implica no abusar ni engañar a nadie. No aprovecharnos de la debilidad de los demás ni usar nuestras fuerzas e inteligencias para pisotear la dignidad de los demás. Un hijo de Dios no puede hacer abuso de menores o violar las normas del comportamiento moral y ético. Quien usa su condición de hijo de Dios para actuar contrario a sus normas y mandamientos está dando un mal ejemplo y se expone a tener que pagar las culpas de sus pecados aquí en la tierra y a tener que rendir cuentas a Dios allá en el cielo.

La falta de integridad es una vía directa para caer en pecado, para actuar contrario a los mandatos de nuestros Dios y ser el centro de muchas tentaciones. Muchas puertas se nos cierran cuando estamos faltos de integridad porque actuamos contrario a lo que es correcto y el mal dirige nuestras vidas. Nunca podremos ser personas llenas de integridad si no ponemos a Dios como el centro de nuestras vidas. El debe ser la razón de todo lo que somos y andar en integridad es caminar por el senderos que él nos ha señalado en la Biblia. Proverbios 28 versículo 18 establece que “el que en integridad camina será salvo; Mas el de perversos caminos caerá en alguno”.

Cuando alguien camina en la vida sin integridad sale de la cobertura de Dios. Tiene problemas en sus matrimonios, con sus hijos, con sus semejantes, con todo su entorno, porque al no ser íntegros defrauda al Dios que nunca lo ha defraudado. Los cristianos verdaderos debemos andar siempre en integridad y ser luz y ejemplo de comportamiento para los demás. Nuestras vidas deben ser el reflejo de lo que Jesús sembró en nosotros. Un vida plena, llena de felicidad y de amor, y que camine siempre en la verdad, en la integridad y en la transparencia.

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