Hace tres semanas no nos hubiéramos imaginado que el mundo estaría en la situación de crisis de salud y económica en que se encuentra hoy. Advertencias se habían hecho de la posibilidad que una pandemia fuera la próxima crisis mundial, a lo que muy pocos prestamos atención.
El Evangelio de San Juan, cuando se refiere al milagro del ciego que hizo Jesús, es un mensaje muy apropiado para los días que vivimos hoy. El ciego creyó en Jesús y recobró su visión, sin embargo, sus padres al ser cuestionados por los judíos si era el hijo de ellos el que había recobrado la vista, afirmaron que era su hijo y que nació ciego, pero no quisieron contestar ante el miedo a los judíos.
Esta enorme crisis que vivimos nos obliga a dejar el miedo y la ceguera con que nuestra sociedad ha vivido. Hoy más que nunca debemos, con el mismo barro con el que Jesús le devolvió la vista al ciego, mirar a nuestro alrededor las enormes desigualdades.
Hoy se hacen más latentes que nunca, la falta de una vivienda adecuada, la falta de educación y la falta de salud.
Este virus afecta a países ricos y pobres, afecta a quienes se creen poderosos, a los más débiles. Hablamos de que el mundo se ha convertido en una aldea global, aquí está la muestra; hemos ido cayendo todos en mayor o menor medida con el contagio y las muertes del virus. Nos recuerda que el dinero no lo es todo.
No son sólo los barrios olvidados los afectados hoy, no hay distinción de clases, nos puede afectar en una mesa de domino de un barrio marginado como puede suceder en una elegante fiesta.
En este fin de semana, recluido como todos, me encontré con una película sobre la vida de José Francisco Peña Gómez, y como siempre decía “primero la gente”.
Eso es precisamente lo que hemos olvidado. Grandes torres, elegantes complejos turísticos, amplias carreteras, crecimiento de la economía, del que nos enorgullecemos, pero se nos olvidó la gente.
Hoy con un mundo colapsado del que no escapamos ¿cómo cambiamos esa actitud egoísta?
Durante la Segunda Guerra Mundial gran parte de lo que hoy es la Unión Europea quedó destruida, los bombardeos dirigidos a destruir la economía habían logrado malograr seriamente el aparato productivo. Millones de personas pasaban hambre como consecuencia de la destrucción de la agricultura, la falta de mano de obra y los crudos inviernos.
Estados Unidos frente a esa crisis tan grande y gracias a la intervención de George Marshall logró cambiar la política de acción punitiva en contra de Alemania por la iniciativa de una Europa próspera que incluía a Alemania.
Hoy es más necesario que nunca un nuevo Plan Marshall, con la ventaja de que la infraestructura productiva mundial no está destruida como en la guerra.
Pero al igual que en la Guerra Mundial, enfrentamos retos de hambre, de desempleo, de quiebre de empresas que no cuentan con recursos para sostenerse en los próximos meses.
Hoy más que nunca, debemos tener claro la necesidad de trabajar juntos el sector privado y el gobierno. Muchas veces los políticos quieren culpar al sector privado de los males que no quieren transparentar. Con esto no pretendo decir que también somos culpables de las diferencias sociales que vivimos, pero tal vez somos más honestos en admitirlas porque no tenemos que ganar unas elecciones.
¿Cómo volver a lo que éramos en febrero? Algunos dicen que tomará diez años para que la economía mundial recobre los niveles de crecimiento. Otros entienden que tres años y medio.
No importa quien tenga razón, es una eternidad para el que necesita un empleo y llevar comida a la mesa. El presiente Trump decía el lunes, en palabras dominicanas, que hay que tener cuidado que el remedio no sea peor que la enfermedad.
No todos los sectores responderán igual a los estímulos económicos, al turismo le tomará tiempo recobrarse, existirá el temor de viajar y mientras, otros sectores productivos: zonas francas, exportaciones pueden recuperarse con la expansión que se espera en el último trimestre de la economía mundial, tomará tiempo en retomar la confianza en viajar, nos acostumbraremos a las teleconferencias que resultan ser más económicas y prácticas, la educación será cada vez más virtual.
¿El mundo post Covid-19 será diferente? ¿Será mejor dependiendo de nosotros? ¿Seguiremos olvidando la gente? ¿Manejaremos mejor los recursos del Estado? ¿Seguiremos como aquel slogan de la Lotería Nacional ¿hágase rico de la noche a la mañana?
Me preocupa la cantidad de personas desarraigadas, comercios pequeños y hasta los medianos y grandes, talleres, salones de belleza, todos, hoy no tienen ingresos y su mayor preocupación es sobrevivir cada día.
El sector privado, los bancos han tomado medidas para paliar la crisis, el gobierno también, pero falta más velocidad, hay nóminas que pagar, debemos diferir impuestos, anticipos a pagar que no pueden estar basados en los resultados del 2019, reactivar la construcción, el turismo interno mientras regresa el externo.
Es momento de tomar financiamientos, de usar los 300 millones de dólares que hace poco tomó el gobierno con sabiduría para posibles catástrofes y ponerlo al servicio de la pequeña, la mediana y las empresas que mantengan sus nóminas y empiecen a producir y exportar rápidamente.
Son momentos de pensar en los demás, la sostenibilidad de las empresas es crucial, pero más lo es mantener en nómina nuestros colaboradores, hay que evitar despidos a toda costa, ya es grave con la informalidad de nuestra economía, el colapso del turismo y la lógica disminución de las remesas que provienen de Estados Unidos y de Europa.
La importancia de la familia, y que como sociedad debemos preocuparnos unos de otros. El odio y el reconocer sustituirlo por afecto, ese que ahora no podemos demostrar en un abrazo o en un apretón de mano, pero que nos quede como lección de lo débil que somos y de lo corto de nuestro paso por esta tierra.
Somos todos parte de un mismo mundo, de un mismo cielo, un nuevo plan Marshall, donde recordemos que no podemos enfrentar una crisis mundial como individuos aislados y no podemos pensar sólo en nosotros mismos, el dolor y el problema es común y así deben ser las soluciones.