La Navidad es una época bonita y festiva. Muchos la consideran como la mejor del año, porque llega repleta de luces, colores y aguinaldos que alegran la existencia, el compartir en familia, entre amigos y vecinos. Una época también de gula y excesos que se contrapone con el verdadero sentido de la Navidad que, para la feligresía cristiana, es el tiempo en que se celebra el nacimiento de Jesucristo. Pero ahí vamos.
Diciembre, último mes del año, debe servirnos para autoevaluarnos, para pasar balance de los planes que elaboramos, lo que cumplimos y lo que no cumplimos; de analizar nuestro comportamiento como ciudadanos. Qué hicimos bien y qué no, para mejorar.
Es lamentable tener que decir que este año que estamos cerrando fue violento y muy castigado por la naturaleza con intensas lluvias que dejaron desolación y angustia a decenas de familias, entre otros fenómenos climáticos que nos dejaron boquiabiertos. Un año de muchas tristezas y lamentaciones, de desacatos y desobediencias.
Este 2023 lo vivimos como chivos sin ley, en medio de un caótico y estresante tráfico urbano, sin que se vislumbre alguna solución. Un año funesto en cuanto a muertes violentas y por accidentes. Las imprudencias en el tránsito fueron avasallantes.
Muchas pérdidas humanas por el manejo temerario de “pataneros”, guagüeros, motoristas y conductores desaprensivos que creen que con violencia van a resolver un problema, cuando el problema lo crean ellos, al violentar las normas y leyes que regulan la circulación, y lo peor, cuando ponen en riesgo la vida de otras personas.
El ruido ensordecedor perturbó por igual o más. Ya no hay respeto a ninguna hora del día para acelerar un motor, guayar las gomas de un vehículo de alta gama o hacer sonar el estruendoso mofle en la puerta de cualquier casa.
Disparar un arma de fuego en plena calle, caerse a trompadas, vociferar hasta la madre que lo parió por cualquier contratiempo, o desacuerdo entre sujetos… en fin, hemos ido perdiendo la cordura y esa sensibilidad que nos caracteriza como humanos.
Por otro lado, vemos a muchos jóvenes desorientados y enfermos, cuyo único propósito es conseguir fama y dinero sin pasar por una escuela o doblar páginas a la izquierda, como parte de una sociedad atiborrada de excesos y malas conductas.
Es realmente penoso lo que estamos viviendo y muy preocupante, porque esas juventudes que se supone son el futuro, están trazando pautas a otros, no solo a jóvenes de estratos sociales bajos que viven en condiciones vulnerables, sino en jóvenes con oportunidades de estudio que les permiten reflexionar, ser críticos y conocer su realidad y entorno, sin embargo, están atrapados en una burbuja.
La pandemia cambió el mundo y el rumbo. Vamos de mal en peor y de seguir el camino que llevamos, ahorita nos harán que nos comamos unos a otros. Literal.
Pero no todo está perdido. Siempre habrá una luz como guía para seguir el camino de la vida, cumpliendo metas, siendo mejores personas y la República Dominicana está a tiempo para organizarse y ser ejemplo.
Dicen los refraneros que los años nones (números impares) son malos y los pares son los buenos. Esperamos entonces que el año que se avecina sea bueno y la gente se motive a pensar en las consecuencias de los malos actos, a ser más cautos, más solidarios, plurales, críticos, pensantes, autónomos, responsables, conscientes, en fin… más amigables con la naturaleza y con sus semejantes.
Así que esta Navidad, tomémosla para reflexionar en familia, con nuestros hijos, con nuestros amigos. Dar ejemplo de ser buen ciudadano y hacer de 2024 el antídoto de los males que afectaron al país y al mundo en 2023 y tener siempre a flor de labios la frase “sí se puede”.