En una sesión extraordinaria de emergencia la Asamblea General de las Naciones Unidas condenó la invasión rusa de Ucrania con el voto favorable de 141 de los 193 países miembros. Solo hubo cinco votos en contra, entre ellos el de la propia Rusia, junto a Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea, mientras la República Popular China se abstenía, todo lo cual evidencia el aislamiento que ha producido en la comunidad internacional la decisión del presidente Putin de declarar la guerra y ocupar a su vecino.
Con una superficie de 603,628 kilómetros cuadrados, la república de Ucrania que hoy conocemos siempre fue una tierra disputada y fragmentada y sin ir muy lejos en el tiempo poco antes de iniciarse la Primera Guerra Mundial su territorio estaba compartido por el imperio Austrohúngaro y por Rusia; finalizada la contienda surgió la República Popular de Ucrania que ocupó la parte occidental, en tanto en la oriental nacían varios estados ucranianos autónomos. En años posteriores la República Popular de Ucrania fue anexada a Polonia y Rusia soviética dominó su ámbito oriental que pasó a conocerse con el nombre de República Socialista Soviética de Ucrania. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial Alemania y Rusia se dividieron el país, que en 1941 caería bajo la dominación nazi y finalmente unificado se transformaría en una de las repúblicas de la Unión Soviética finalizada la contienda mundial. La historia contemporánea es conocida: con la disolución de la Unión Soviética en 1991 Ucrania nace como una nación con absoluta independencia.
Este esbozo histórico solo para comprender que Ucrania, aunque unificada, es una nación y un territorio profundamente fragmentado, con una parte occidental que mira hacia Europa y otra oriental inclinada hacia Rusia, y que en tales circunstancias es imperativo para su gobierno tratar de mantener un equilibro entre poblaciones que se diferencian por su cultura, tradiciones y lenguas. En el 2013 se produjeron violentas protestas populares porque los manifestantes consideraron que el gobierno optaba por establecer vínculos más estrechos con Rusia y postergaba la firma de un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, y estos disturbios civiles provocaron en el 2014 un cambio de gobierno, electo con un programa decididamente pro europeo, con lo cual, el país, hasta entonces bajo la influencia rusa “cambió de bando”, y comenzó a alinearse con los intereses estratégicos del bloque formado por la OTAN, alianza militar europea liderada por los Estados Unidos.
En efecto, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, conocida por sus siglas como OTAN nació en 1949, en plena guerra fría como una organización de índole militar con el propósito de contener cualquier avance de la Unión Soviética sobre los países occidentales de Europa. Por su parte, los países que giraban en torno a la órbita soviética respondieron con el Pacto de Varsovia que se disolvería cuando en 1991 hizo implosión la Unión Soviética, sin que hiciera lo propio la OTAN, que aprovechó el vacío dejado por esta coyuntura para ir expandiendo su influencia sobre aquellos países que una vez conformaron el denominado bloque del Este: Hungría, Polonia, República Checa, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonio, Lituania, Rumanía, Albania, Croacia, Montenegro y Macedonia del Norte.
El avance de la OTAN hacia el Este ya ha tocado a las puertas de países como Moldavia, Bielorrusia, Georgia y Ucrania, todas antiguas Repúblicas Socialistas Soviéticas. El desmoronamiento de la Unión Soviética provocó la euforia de la ampliación comunitaria y militarista y su incesante avance pretende alcanzar la frontera de una Rusia que bajo el mandato de Putin se ha ido recuperando.
Ucrania es un país soberano y conforme al Derecho Internacional a él le corresponde adoptar sus decisiones. Desde esta óptica es justo condenar la invasión rusa a su territorio, y especialmente si se es dominicano, porque nosotros hemos sufrido en dos ocasiones el abuso imperial, pero al mismo tiempo es necesario recordar que existen las áreas de influencia, los intereses materiales y de seguridad de las grandes potencias, y que es lógico que Rusia se sienta amenazada si en su misma frontera se asienta, con todo su poder de fuego una alianza militar que le es contraria.
La historia no debe ser ignorada. La gran lección de la Primera Guerra Mundial fue humillar a la Alemania derrotada y esta humillación provocó su rearme y la entrega del poder a Hitler. Esa lección, como lo recordaba recientemente Cristina Manzano en un artículo en el periódico español El País, llevó a Jean Monet, y a los padres de la Unión Europea, a entender que la paz de Europa sólo sería posible incluyendo a Alemania, no excluyéndola ni amenazándola.
A Ucrania la respaldamos y le concedemos la razón como país soberano, pero la geopolítica indica claramente que los espacios de influencia son inevitables y que a ninguna gran potencia le es indiferente la invasión de su ámbito, especialmente si esta es de naturaleza militar.