Al reflexionar sobre el proceso histórico estadounidense, Otto von Bismarck —padre fundador de la Alemania moderna— solía decir: “La gracia de Dios protege a los locos, a los borrachos y a los Estados Unidos de América”. Donald J. Trump, desafiando muchos pronósticos, retornó a la presidencia de la nación más influyente del mundo, convirtiéndose en el segundo presidente estadounidense en ser reelegido tras haber perdido una elección anterior.
Trump ha anunciado una serie de políticas que buscan dar cuerpo al eslogan de campaña de Ronald Reagan en 1980, ‘Make America Great Again’; pero se trata de políticas que podrían acarrear impactos insospechados en la economía dominicana. Identificarlas, evaluar sus efectos y convertir estos desafíos en oportunidades, será clave para navegar exitosamente el mundo de Trump 2.0.
¿Qué implica el ‘Trumponomics’?
Así han denominado los medios su política económica, enfocada en un ‘nacionalismo económico’ que combina proteccionismo industrial, restricciones migratorias, y propone reducir impuestos, achicar el gobierno y desregular los mercados. Pero, ¿cómo se traduce esta visión de ‘America First’ en acciones concretas? Trump apuesta a redefinir el panorama económico de EE.UU., con la introducción de medidas que incluyen:
Más deportaciones
De todas las órdenes ejecutivas que firmó en su primer día de gobierno, la declaratoria de emergencia nacional en la frontera sur —producto de la crisis migratoria— fue una de las primeras. Prometió expulsar cerca de 1.3 millones de indocumentados al año, equivalente al 10% de los inmigrantes ilegales que se estima viven en EE.UU. Si lo lograra, superaría el precedente de la ‘Operación Wetback’, ejecutada durante la administración de Eisenhower, que en su primer año deportó cerca de un millón de personas—casi la totalidad de ilegales de la época.
Más aranceles
En lo que parecería una estrategia preventiva de negociación, amenazó con imponer un arancel mínimo del 60% a China, del 25% a Canadá y México —lo que alteraría las condiciones del tratado de libre comercio renegociado en su mandato anterior—, y del 20% al resto del mundo. Incluso advirtió a empresas estadounidenses como John Deere, con aranceles de hasta el 200%, si trasladan sus fábricas al exterior.
No debería sorprendernos. En múltiples escenarios, Trump ha descrito los aranceles como ‘la palabra más hermosa en el diccionario’. Recordemos que en 2018 implementó varios, mantenidos durante la administración de Biden, que establecieron así un claro precedente para su política comercial; una que luce inspirada por el vigésimo-quinto presidente americano William McKinley, mayormente conocido —antes de su asesinato a principios del siglo pasado— por su firme proteccionismo, los aranceles que llevaron su apellido y anexionar Puerto Rico.
Menores impuestos
Extendiendo permanentemente las rebajas fiscales temporales que implementó en 2017, cuyo vencimiento está previsto para finales de este año. Además, propone un sinnúmero de medidas —a la ‘Reaganomics’— que aliviarían la carga fiscal de empresas y hogares americanos, desde la reducción al 15% del impuesto corporativo para firmas que producen domésticamente, hasta la exención de impuestos sobre la renta a estadounidenses residentes en el exterior, entre otros.
Trumponomics estaría implementándose en una economía que está operando bajo pleno empleo, con un crecimiento de 3%, superando su tendencia. No obstante, cerró con una inflación de 3% que, si bien ha descendido desde los picos registrados tras la pandemia, continúa superando la meta de 2% de la Reserva Federal (FED). Al ser EE.UU. la economía más interconectada con RD, surge la pregunta obligada:
¿Cuáles serán los impactos de Trump 2.0?
Según la magnitud y el alcance de las medidas, su secuencia de implementación y la respuesta de la FED, EE.UU. podría experimentar hacia corto y mediano plazo mayores tasas de crecimiento y empleo, a costa de presiones inflacionarias, crecientes déficits fiscales y elevadas tasas de interés. Estudios recientes de entidades no partidarias como el Peterson Institute (PIIE), The Budget Lab de Yale (TBL) y Tax Foundation (TF), ofrecen estimaciones cuantitativas sobre estos impactos.
Al comenzar con las deportaciones, el PIIE estima que deportar 1.3 millones de indocumentados anuales generaría una contracción del PIB y el empleo, acumulada hacia 2035, cercana al 1% y 0.5%, respectivamente, ambas atribuible a la reducción de la fuerza laboral y la subsecuente caída en la demanda de bienes y servicios de estos trabajadores. Además, el incremento resultante en costos laborales, especialmente en la agricultura, si bien se disiparía en el largo plazo, produciría una inflación adicional de 0.5% en los próximos dos años.
Se estiman al menos 200,000 dominicanos ilegales en EE.UU. Si las deportaciones los afectaran en la misma proporción que al resto de la población ilegal, cerca de 16,000 serían expulsados anualmente. Esto reduciría las remesas en US$40MM al año, un 0.5% del total recibido en 2024, lo que indica un impacto macro marginal.
Con respecto a los aranceles, y considerando que cerca de la mitad de las importaciones de EE.UU. son insumos de producción, TBL proyecta que llevarlos al 60% para China y al 20% para el resto del mundo, en un contexto de guerra comercial, costaría 1% del PIB —más del doble de la economía de RD— y aumentaría la inflación en 2.5% durante la próxima década.
Esta política sería extrema, por decirlo diplomáticamente. Como referencia, desde el inicio de la guerra comercial EE.UU.—China en 2018, la tasa arancelaria efectiva (TAE), que mide los ingresos provenientes de aranceles en proporción a las importaciones, sólo pasó de 1.5% a 2.5%. Si se implementasen estas medidas, la TAE se dispararía del 2.5% actual al 24%, niveles inéditos en más de un siglo. No sorprende, entonces, que Trump haya moderado recientemente el tono de sus amenazas, y sugirirera en su lugar aranceles adicionales para China de 10%.
Distinto de los países con los que EE.UU. mantiene déficits comerciales —foco de las amenazas arancelarias—, RD figura entre los 12 principales socios con los que EE.UU. tiene un superávit, lo que podría alejarnos de estas medidas. Sin embargo, aun si nos aplicaran aranceles, si resultan mayores los de China mejoraría nuestra competitividad relativa en productos comunes y fortalecería nuestro posicionamiento en el mercado estadounidense.
En cuanto al plan de reducir impuestos, TF proyecta que la economía se expandiría en 2.4% en la próxima década —más que compensando la contracción que generarían las medidas anteriores— y aumentarían el ingreso de los hogares entre 2% y 6%, según su nivel socioeconómico. No obstante, advierten que, además de generar presiones inflacionarias, ni el mayor crecimiento económico ni los ingresos adicionales por aranceles compensarían la caída en recaudaciones fiscales, lo que incrementaría el déficit y llevaría la deuda pública a superar el 200% del PIB hacia 2034.
Las tres políticas—deportaciones masivas, aranceles generalizados y reducción de impuestos—comparten un denominador común: presiones inflacionarias, amplificadas por una economía en pleno empleo y con inflación superando la meta de la FED. Si estas se traducen en mayores expectativas de inflación, la FED podría mantener o incluso subir las tasas de interés, desviándose de sus recientes proyecciones.
Esto enlaza con una de las propuestas más controversiales de Trump: limitar la independencia de la FED, quizás para impedir alzas de tasas. Aunque existe un precedente en la Segunda Guerra Mundial, cuando el Tesoro fijaba las tasas, aquello dio paso a períodos inflacionarios severos, en una era en la que se ignoraban los principios modernos de la política monetaria, que todavía no era arte, mucho menos ciencia. Los contrapesos institucionales de la FED seguramente impedirán un retroceso en su autoridad, pero es innegable que Trumponomics aumenta el riesgo de tasas más altas por más tiempo.
En RD el mayor crecimiento económico en EE.UU. impulsará una mayor demanda de nuestras zonas francas, el turismo y las remesas. Asimismo, el elevado entorno de tasas internacionales, sobretodo las hipotecarias, junto al incremento del poder adquisitivo de la diáspora, probablemente desplazará parte de su demanda por segundas viviendas hacia nuestro país, contribuyendo al fortalecimiento de nuestro ecosistema inmobiliario.
¿Cómo puede RD navegar exitosamente con Trump 2.0?
El gobierno debería formar un equipo multidisciplinario encargado de monitorear las políticas anunciadas, estimar sus impactos y diseñar respuestas estratégicas. Tomemos el caso de las deportaciones. Aunque estimamos que su impacto macro sería limitado, a nivel micro afectaría de manera desproporcionada a los hogares bajo la línea de pobreza, cuya principal fuente de ingresos son las remesas. Los expertos del —todavía— MEPyD podrían mapear estos hogares y diseñar intervenciones, en caso de que fueran necesarias, que eviten un deterioro en los indicadores de pobreza.
Asimismo, dado que las deportaciones masivas podrían incluir a más de 70,000 haitianos ilegales concentrados en Florida, es crucial anticipar y gestionar el riesgo de nuevas olas migratorias. Fortalecer la seguridad fronteriza y aprovechar las excelentes relaciones con el nuevo Secretario de Estado, Marco Rubio, podría garantizar mayor apoyo logístico, financiero y estratégico ante el que sigue siendo el mayor desafío de nuestros tiempos.
En cuanto a los aranceles, RD exporta a EE.UU. más de US$3.7 billones en 150 categorías comunes con China, incluidos textiles, agroindustria, manufacturas y minerales. Muchas de estas categorías ganarían competitividad relativa si se inicia una nueva guerra comercial con los chinos. Anticipando un posible desvío de la demanda hacia mercados como el nuestro, una estrategia de atracción de inversiones —alineada con el nearshoring— fortalecería nuestra participación en el mercado estadounidense y posicionaría al sector exportador, especialmente las zonas francas, como un socio comercial más competitivo frente a EE.UU.
El impacto de Trumponomics sobre las tasas de interés, especialmente si la FED decide aumentarlas, será el principal reto para nuestro Banco Central: ¿traducirían el incremento a las tasas locales?; ¿permitirán un ajuste en el mercado cambiario?; ¿o sacrificarán más reservas internacionales? En economía no hay soluciones, sólo dilemas que requieren decisiones estratégicas.
Nuestras fuentes estructurales de divisas —turismo, remesas, zonas francas e inversión extranjera— operan en máximos históricos. A nuestra autoridad monetaria no le faltan dólares, sino superar el miedo a flotar. De no hacerlo, el entorno local de tasas podría volverse aún más restrictivo, alejándonos en este primer año del crecimiento necesario para alcanzar la meta propuesta en el decreto RD2036 de duplicar nuestro PIB en la próxima década.
Von Bismarck también reflexionó sobre Rusia, y concluyó: “Nunca ha sido tan fuerte como parece, ni tan débil como aparenta”. Similarmente, los impactos de Trump 2.0, como Caravaggio, tienen algo de ‘chiarooscuro’: desafíos y oportunidades que RD está en una excelente posición de aprovechar. Mientras tanto, confiemos en que su legado sea definido más por el premio que por el famoso invento de Alfred Nobel.