Recuerdo que en el desaparecido vespertino “Última Hora” escribí un artículo titulado “La Era”. En ese artículo enfocaba las justificaciones de la mal llamada “Generación atrapada” y, de paso, le hacía una sugerencia al laureado escritor Mario Vargas Llosa que, a la sazón, se encontraba en el país recabando información -de primera mano- para su entonces proyecto de novela “La fiesta del Chivo”.
La sugerencia se la hacía porque al escritor peruano se le había habilitado un espacio u oficina –bien merecida, por supuesto, pues ni siquiera soñaba escribir su calumnia-artículo en contra del país “Los parias del Caribe”-, si mal no recuerdo, en el Archivo General de la Nación, cuyo director de entonces, era, nada más y nada menos, el intelectual y escritor de la Era de Trujillo, Ramón Font Bernard (sapiente escritor y quien fuera emblemático polemista-columnista). Y ese dato no lo podía perder de vista el autor de “La tía Julia y el escribidor”, como tampoco que muchos documentos sobre la Era, curiosamente, desde 1961, habían “desaparecido” (producto de “hurtos” y otros, según algunos historiadores, en manos de particulares), de lo que era todavía en los años 90, más que un archivo, era un almacén abandonado con premeditación y alevosía. Diferente a lo que es hoy (¡Un verdadero Archivo General de la Nación!).
Todo lo anterior viene a cuento, porque de un tiempo a esta parte (serán unos diez o quince años), hemos sido testigo de una retahíla de publicaciones sobre la dictadura trujillista, casi todas centrada en la figura del sátrapa. En nuestra opinión, la figura de Trujillo ha sido harto tratada desde todos los ángulos posibles: histórico-sociológico, novelesco, anecdótico, sin dejar, incluso, el aspecto psicológico. De los aspectos históricos-económicos y sociopolíticos se encargaron, entre otros, con rigurosidad científica sin igual, el Prof. Juan Bosch y el historiador Roberto Cassá. Esto no quiere decir, bajo ningún concepto, que el tema esté agotado ni tampoco que se cuestione la calidad ni la importancia historiográfica de esas publicaciones. Lo que sí se puede deducir, es que, detrás de la figura -tema- Trujillo, hay una bien orquestada estrategia mercadológica. De eso no hay duda.
Otro elemento característico, y hasta folclórico, de esas publicaciones, es que casi todas nacen para contradecir, derrumbar o certificar mitos, hechos o situaciones acaecidas en el entorno, o en el ámbito de la vida privada del jefe. Es decir, que en el fondo, subyace una intención manifiesta frente a la historia. En otras palabras, hay una lucha por el perdón, la confusión o la gloria, pero nadie quiere el infierno.